Qué es la arquitectura hostil y cómo nos afecta

Carmen Alemany Panadero
5 min readJun 1, 2023
Imagen: LA Network

Qué es la arquitectura hostil

La arquitectura hostil es una forma de diseñar los espacios públicos, por medio de la cual se fomenta o se desincentiva su uso para ciertas personas o fines. En teoría, estas modificaciones arquitectónicas en los espacios públicos surgieron para mejorar el uso de las infraestructuras públicas, pero en la práctica terminan suponiendo una forma de segregación y discriminación, al establecer quién y cómo puede utilizar los espacios públicos.

Este modelo de diseño urbano incorpora elementos denominados “anti confort”, para prevenir su uso por grupos de adolescentes o por personas sin hogar.

Un artículo de Cándido Marquesán (2019) señala que se trata de “estrategias urbanísticas que intentan desalentar las conductas no deseadas por el poder”. Marquesán añade: “La arquitectura hostil es una tendencia de diseño urbano donde los espacios públicos se construyen o alteran para desalentar su uso. Hay un mobiliario de vocación disciplinaria. Los más afectados por esta estrategia son las personas sintecho y los jóvenes”.

No se busca reducir el sinhogarismo partiendo de medidas sociales, de inserción laboral o de fomento de la vivienda social. Simplemente se pretende que las personas sin hogar no se instalen en determinados espacios. Esto supone una forma de discriminación y de vulneración de sus derechos, ya que los espacios urbanos pertenecen a todos los ciudadanos, cuenten o no con una vivienda.

El uso de la arquitectura hostil contra las personas sin hogar

Las personas sin hogar tienen los mismos derechos que la Constitución y el resto del ordenamiento jurídico reconoce a cualquier ciudadano. Entre ellos, el derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad de circulación y residencia, a su libertad y seguridad personal, a la libertad de reunión, y todos los demás derechos recogidos en las leyes. Por tanto, no puede prohibirse el uso de un banco, de un parque o de una plaza a las personas sin hogar. Con frecuencia nos encontramos con que se les expulsa de determinados espacios alegando cuestiones de higiene, seguridad o estética. Pero las personas sin hogar tienen el mismo derecho que cualquiera de nosotros a permanecer en un espacio público. Y si no disponen de un techo, no se les puede obligar a pernoctar bajo un techo. La libertad personal y la libertad de circulación no van ligadas a la capacidad económica o a la propiedad de una vivienda.

Entre los elementos más utilizados para expulsar a las personas sin hogar de los espacios públicos se encuentran los pinchos bajo los puentes, elementos sólidos como barras trasversales o rejas longitudinales en poyetes, estructuras metálicas en bordillos, separadores o “brazos” en los bancos, o con bancos de uso individual o con posición inclinada para no permitir la pernocta, entre otros.

La ciudad de Madrid ha instalado rejas bajo el viaducto de la calle Bailén, para impedir que las personas sin hogar puedan refugiarse de la lluvia o la nieve, y en los bancos de uso público se han instalado brazos metálicos para impedir el reposo de estos vecinos que se encuentran en situación de calle.

El uso de la arquitectura hostil para fomentar el consumo

Otro ejemplo de arquitectura hostil es el que desincentiva el uso de los espacios públicos para la convivencia comunitaria o la reunión entre personas, fomentando que para reunirse sea necesario entrar a un establecimiento de hostelería o de ocio. El uso de verjas para rodear los poyetes, la instalación de bancos de uso individual o la supresión de zonas ajardinadas y su sustitución por superficies de cemento y hormigón, desincentiva el uso de estos espacios públicos por los vecinos.

La arquitectura hostil dificulta la vida comunitaria en muchas zonas de la ciudad. Si los vecinos no pueden sentarse en un banco juntos, no tienen parques o zonas verdes con sombra donde puedan reunirse cuando hace calor en verano, no pueden sentarse en un bordillo o poyete porque tiene pinchos o está vallado, finalmente solo les queda la opción de sentarse en un bar o una terraza y consumir si quieren verse y charlar. Esto convierte la vida comunitaria y la convivencia en algo vinculado al consumo y con coste económico, dificultando las opciones gratuitas.

Ciudades sostenibles e inclusivas

Este modelo de arquitectura hostil es agresivo para los ciudadanos, especialmente para ciertos sectores de población. Los pobres, las personas sin hogar, los grupos de adolescentes o de inmigrantes en situación de pobreza, los activistas, los artistas callejeros, son expulsados de las calles y de las plazas. El filósofo Zygmunt Bauman plantea la existencia de toda una serie de personas que son consideradas como “residuos humanos” o “poblaciones superfluas. Estas personas son expulsadas a la periferia de las ciudades o invisibilizadas. Nuestra sociedad “elimina” a aquellas personas a las que considera sobrantes, para que “no molesten”. Es una forma de privatizar el espacio público y destinarlo exclusivamente a un determinado perfil de ciudadano.

El urbanismo y el diseño de los espacios públicos no son neutrales ni inocuos. El diseño urbano de muchas grandes ciudades, como Madrid, Londres o Nueva York, responde a un modelo individualista que protege los valores de la propiedad privada, el consumo o la estética, por encima de otros valores como la convivencia vecinal, la vida comunitaria, la participación ciudadana o la inclusión social. Esto es todo lo contrario a un modelo de ciudad sostenible e inclusiva.

Un espacio que no permite la convivencia frente a otro espacio que sí

No podemos olvidar que las ciudades son de todos los vecinos, y que deben responder a las necesidades de la ciudadanía en su conjunto. Todas las personas necesitan poder utilizar los espacios públicos. Y los problemas sociales que no queremos ver, como el sinhogarismo, siguen estando ahí, no desaparecen por instalar pinchos en los bordillos. Es necesario invertir en políticas sociales que resuelvan los problemas sociales de raíz. Como proclamaban algunas organizaciones y asociaciones de personas sin hogar en una campaña organizada en Londres, lo que se necesita es “homes, not spikes” (hogares, no pinchos).

Imagen campaña “Homes, not spikes”. Southwark, Londres.
Infografía: Elaboración propia

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Carmen Alemany Panadero

Trabajadora social en Servicios Sociales. Graduada en Trabajo Social. Licenciada en Periodismo. Opiniones propias.