Querido abuelo: pude rescatarte

Andrés Actis
10 MIL KM
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4 min readSep 28, 2021

Hoy te cuento dos proyectos de resistencia al olvido en España, dos iniciativas autonómicas (de los gobiernos de La Rioja e Islas Baleares) con participación ciudadana.

Al primero lo conocí por Florencia, una suscriptora. Respondió al envío de las calles franquistas de Madrid contándome que, al intentar localizar los expedientes de su abuelo y bisabuelo durante la Guerra Civil, descubrió que el Observatorio de Derechos Humanos de La Rioja tiene un “catálogo de vestigios franquistas”, de calles, monumentos y placas que siguen formando parte de la vida pública de esta provincia.

Se trata de una plataforma web en la que los ciudadanos pueden completar con datos y fotos el extenso listado de “vestigios franquistas” confeccionado, en su día (2019), por la Universidad de La Rioja.

El mapa tiene hoy un total de 664 vestigios, en su mayoría placas en viviendas construidas durante la dictadura.

Una de las tantas placas callejeras colocadas en La Rioja por el franquismo

El otro proyecto lo descubrí al leer esta nota de la periodista Natalia Junquera en El País. El gobierno de las Islas Baleares tiene un espacio web dedicado a la Memoria Democrática, lanzado “con la intención de facilitar el acceso público a la documentación sobre la violencia y represión ejercidas durante la Guerra Civil y la Dictadura”.

Lo más interesante de la iniciativa es que ofrece un “Memorial de la Palabra”, para que los ciudadanos compartan sus (trágicas) historias, las de sus padres, abuelos y bisabuelos. Un total de 48 familias se han animado a esta catarsis tan individual como colectiva.

“Lo más impactante ha sido ver reflejada en cada carta la prolongación de la injusticia y el inmenso amor y constancia de los familiares tanto tiempo después”, cuenta Marc Herrera, director general de memoria democrática de Baleares.

Te transcribo tres de esos emotivos relatos:

Palabras para recordar (http://www.caib.es/)

“Nadie te olvidó nunca”

María Jesús Balaguer Rodríguez escribe a su tío Antonio González Rodríguez, fotógrafo y miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Cuando lo mataron tenía 29 años. Sus hijos, cuatro y cinco. “Pienso muchas veces en ti. Nadie te olvidó nunca. Sobre todo por ese gran retrato familiar que presidía el despacho de mi yaya, tu hermana. No quiero que estés en la fosa donde te tiraron tus asesinos, quiero encontrarte y poderte decir: ‘Vámonos, tío Antonio. Han sido muchos años, pero ya estas con tu familia’. Te quiere, Susi”.

La foto que María conserva de su tío (El País)

“Sí, mi padre existió”

Antònia Paris Llompart dedica su carta a presentar a su padre, Andreu Paris Martorell, zapatero. Cuenta que en julio de 1936 ella tenía 11 años, tres hermanos y una en camino. “La idea que tenía sobre una guerra era dos bandos contrarios que luchaban, con barricadas y armas, con disparos continuos, pero aquí no fue así. Al menos en Inca solo había un bando armado reprimiendo un pueblo”. Un día reclamaron a su padre. Lo acompañaron dos de sus hermanos y su cuñado. Solo dos de ellos volvieron. “Un día de invierno llegué a la cárcel y el de la puerta me dijo: ‘Ya no hace falta que vengas más. Hoy han soltado a tu padre’. Tenía tantas ganas de que lo soltaran que me lo creí. Fuimos a muchos lugares, preguntando. Nos repetían que se había ido, que quizás nos había abandonado. Mi madre repetía: ‘¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Qué habéis hecho? ¿Por qué a él?’. Nadie contestaba. Todavía hoy nadie nos ha contestado. Hacían como si mi padre no hubiera existido nunca. Pero sí existió”.

El padre de Antonia (El País)

“No podemos recuperar sus restos”

Margarita Serantes Hernández recuerda a su abuelo, Melchor Hernández, pescador, el marido de Ana, el padre de Paquita. “El cura le preguntó por qué no iba a misa. Melchor contestó que tenía que arreglar las redes. Unas horas más tarde fueron a detenerlo”. Ana fue a llevarle ropa hasta que ya no le dejaron. Se puso a trabajar “en casa de unos señores muy ricos y bondadosos, que tenían un hijo, Martín. Años después la reconocieron como viuda y acabó casándose con él. Mi madre, Paquita, por desgracia no recordaba a Melchor. Sí hemos tenido la oportunidad de conocer a Martín, que fue un gran padre y abuelo. En 2016 supe que Melchor fue fusilado y enterrado en una fosa en el cementerio de Porreras. Lo malo es que no podemos recuperar sus restos ya que el ADN de padre a hija y a nieta se pierde. Lo peor es que su esposa y su hija murieron sin saber qué pasó con él”

Melchor, el abuelo de Margarita (El País)

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Andrés Actis
10 MIL KM

Periodista y Licenciado en Comunicación Social (Rosario, Argentina). Máster en la Agencia EFE. Ex Clarín. Editor del Newsletter "10 mil km". Hoy en Madrid.