El que traía pan.

Hace un par de años se empezó a aparecer por la oficina de EsDigital un tipo que nos llevaba pan dulce. Corrección. Le llevaba pan dulce a Tans León pero en abundancia para poder contar con una salida plausible si era descubierto en su evidente infatuación con ella. “Es para todos” diría en defensa.

Primero nos llevó ejemplares de Bistec, una revista en cuya edición participó durante algún tiempo. Después pan, pan, galletas, pan y artesanía hecha de huesos de frutos y granos.

No sabíamos aún si caía bien en los afectos de nuestra compañera, pero era divertido observar los loables esfuerzos.

Era un tipo que inspiraba paz y que siempre portaba una sonrisa. Era esa clase de persona que aparenta ser imperturbable, que dentro de sí sólo hay tranquilidad.

Durante varios meses, Luis fue una visita recurrente y de verdad apreciada por todos. Nos traía pan, sonrisas y luz.

Un día conocí su historia. Tuvo cáncer y lo superó. Había aprendido a atesorar la vida, a sacarle jugo a cada uno de sus días y había aprendido también a no dedicar tiempo ni emociones a asuntos irrelevantes. De ahí su paz en el mundo.

Las visitas siguieron hasta que Tans se fué a la Ciudad de México y dejamos de saber de él por un año, más o menos. Hace unos meses apenas lo volvimos a ver con la misma sonrisa y la misa paz de siempre.

“Ven más seguido” le dije. “Sí, pasaré siempre que pueda” respondió con una sonrisa.

Hoy nos enteramos que El Luno murió. No puedo decir que era mi gran amigo pero hay algo sobre la muerte de gente como él que no se entiende.

Luis nos traía sonrisas, le daba paz a quienes le rodeaban. Luis tenía mucho por darle al mundo. Supongo que le dio al mundo lo que venía a darle.

No entenderé nunca su muerte, pero agradeceré siempre haberme cruzado con él en vida.