Ser el número uno o el dos o el tres…

Ya no se gana siendo el primero.

Manuel d'Argence
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En nuestro valores occidentales tan siglo XX nos han enseñado que ganar es muy importante. Nos han convencido, desde que somos pequeños, que nadie se acuerda del segundo lugar, que el mediocre se conforma con competir, que si no eres el primero entonces eres el último.

Nos han preparado para ser siempre los mejores, los más fuertes, los excelentes. Nos han preparado para ser el primer lugar.

Lamentablemente para los forefathers que crearon esta filosofía, ya no vivimos en el siglo XX y ganar ya no es lo más importante. De hecho, para ganar, lo menos importante es ser el primer lugar. Al menos eso creo yo.

La economía en el mundo entero tiende cada vez más a los pequeños, pequeñitos negocios. Las nuevas generaciones tienen cada vez menos interés en trabajar para grandes corporaciones.

La idea de jodernos la vida entera para disfrutarla pasados los 60 años en el retiro ya no tiene muchos seguidores.

Las nuevas generaciones prefieren pensar en dedicarse a algo que sea parte de su disfrute de la vida. Por eso, la mejor solución para muchos es el emprendedurismo.

Así encontramos todo tipo de aventuras empresariales/pasiones personales. Cafés, panaderías, despachos de consultoría, agencias de publicidad, arquitectos, talleres de carpintería, talleres de cultivo urbano, aplicaciones para smartphones, desarrollo de software y cualquier creación que se atraviese. Negocios que irán por todo y en el camino crearán empleos y economía.

La visión del nuevo empresario es crear ese espacio en el que pueda dedicarse a lo que ama, que le permita disfrutar su vida y no preocuparse por sus necesidades económicas ni por sus gustos personales.

Así, a ninguno de ellos le interesa ser el panadero más famoso o tener la agencia transnacional ni crear el próximo windows. A ellos les interesa ser buenos en lo que hacen para satisfacer las necesidades de la parte del mercado que pueden atender y encontrar una forma de crecer para seguir desarrollando sus inquietudes.

En ese contexto, el espíritu hipercompetitivo que solía ser un valor admirado y perseguido tiene cada vez menos sentido.

Ese espíritu en realidad lo que crea es desgaste, estrés y enfrentamientos que, en este escenario de micro-emprendedurismo, no tiene caso.

Ser el primer lugar, no es importante. Vivir pendiente de lo que hace la competencia es una pérdida de tiempo.

Entonces los nuevos empresarios encuentran mayo gozo en colaborar. En conectarse con la comunidad de su ramo y compartir experiencias. Miden su éxito en función de sus propios sueños, sus propias metas y no en superar al resto o tener la mayor fortuna. Prefieren una comunidad útil, positiva y colaborativa. La competitividad requiere de atención días enteros y de enfoque sin distracciones y eso distrae de la tarea verdaderamente importante.

Al final, la mayor fortuna es tener libertad de disfrutar la vida haciendo lo que amas y cumpliendo tus sueños. Si esos sueños no requieren que seas el número uno, entonces no hay necesidad de morirte en la raya por serlo.

Irónico es que como consecuencia de lo anterior, muchos líderes y muchos número uno terminan emergiendo casi sin querer.

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Manuel d'Argence
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Preparo personas para hacer presentaciones en público de todos los tamaños / Diseño experiencias de aprendizaje para organizaciones / Hago Marketing Digital.