Un poema contra el tiempo
Esta es una historia que solo puede ser contada el día de San Valentín. En cualquier otro día carecería de significa y su contenido poético sería llevado al abismo.
Corrían mis primeros días de universitario, el estudio se veía distraído por la simple razón de que contaba una novia. Desafortunadamente nuestra relación, no solo se distinguía por mi falta de estudio, sino que esta estuvo marcada por la distancia.
Yo, en mi anhelo, atendía a clases en la CDMX mientras ella, la razón de esta historia, continuaba su vida en Orizaba, Veracruz.
Como cualquier joven, de apenas 18 años, que no sabe lo que tiene, nunca me di cuenta cuánto la quería y no distinguía qué las oportunidades son un péndulo que a veces corta y otras duele.
Hasta que un día, sin mayor motivo, el habido de pasar el día extrañando me inspiró un poema. Convidado siempre por la gracia de Benedetti y el cobijo de Sabines, me sentí a la par y puse palabra sobre el papel.
Aquel poema no solo era un breve comentario de mi juventud sino que me decía que en realidad, yo a aquella dulce niña, la quería mucho más de lo que creía.
El poema se leía así:
Sueños Lejanos
Esta ausencia
Me da la oportunidad
De sueños lejanos
De amores tempranos
De amar al extrañar
Y de presencia sin estar
De fantasías al encuentro
Y de otras más que no recuerdo
De ti, de mi
Y de todo lo qué pasa
En nuestros mundos paralelos
De transformar una muerte en vida
En una vida sin muerte
Y de toda la magia que puede suceder
Al verte
Corrí al Messenger, sí usábamos Messenger en ese entonces, para hablar con ella y mostrarle aquel poema que había escrito en sub memoria.
Desafortunadamente, antes de que pudiera mostrarle el poema, ella rompía conmigo. Nos había derrotado la distancia.
Aquel día me quedé, sin novia y ese poema nunca llegó a los ojos para los que fue escrito.
Un par de años más tarde, ese mismo poema lo ocupé para un concurso de poesía del día de San Valentín que organizó el Diario de Xalapa.
Afortunadamente, fue uno de los finalistas y salió publicado para que todas las parejas pudieran enamorarse con mis palabras.
Todas menos una: la mía
Pero la vida, como el fútbol, da revanchas. Volví a encontrarme a aquella chica de bonita sonrisa y el poema por fin fue entregado.
Hoy es mi esposa
