El centrocampista que nunca tuvimos

Álvaro de la Paz
4 min readNov 4, 2017

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Modric no vestía de blanco y ya le echábamos de menos. Jugaba entonces en el Tottenham inglés, llevaba el catorce y lucía media melena. Como un mini Cruyff, con esa estética que entonces, años triunfales del tiquitaca, predisponía favorablemente. Si eras pequeño y jugabas en el medio serías bien recibido. Si, y son cualidades del croata, eras jugón, certero en el toque y exquisito en la conducción, tenías mimbres para ser de los elegidos. Purgado el pecado original, era petición del luso innombrable, fue haciéndose con un sitio en el once. Partidos y títulos posteriores lo han convertido en consentido.

Quisimos tener algo parecido a ellos, a los que sin interrupción ganaban, maravillaban y disfrutaban de la placidez de su entorno. Nosotros, los que alineábamos a Khedira, Essien y Altintop.

Aficionados, prensa y expertos alaban a Lukita, así lo llaman algunos, por igual. No pueden, lo dice cualquier teoría general del consenso, estar tantos equivocados. Alrededor de su figura brota una admiración devenida en unanimidad. Qué capacidad para influir en el juego del equipo; cómo ayuda en la fluidez ofensiva; cuánto criterio para recibir, guardar o distribuir, según la ocasión requiera, el balón; cuánto daño hizo su ausencia aquellas semanas que permaneció lesionado. Es difícil el disenso, más sobre quien parece buen compañero, mejor rival y a quien no se le recuerdan salidas de tono.

Дмитрий Журавель./ CC

El curso pasado, el del doblete Liga y Champions y la tercera Copa de Europa en cuatro temporadas, lo cerró con sólo un tanto y cinco asistencias, una de ellas en la final de Cardiff. El balance cuantitativo del balcánico fue exiguo, pero las cifras no parecen traba para su inclusión entre los más destacados: Modric añade premios individuales a los galardones colectivos. De los datos de goles y últimos pases puede extraerse su escasa incidencia en los números absolutos del Madrid de la 2016/17. Cuestión distinta es el juego, tan intrincado y difícil de diseccionar, o el ascendente, suponemos grande, que pueda tener entre los suyos y su técnico.

El Madrid perdió con el Barcelona en casa y Messi marcó el tanto definitivo en la última jugada. Modric estuvo presente en dos jugadas de gol del Barça. No es tanto un reproche como una realidad: tras aquella derrota se cargaron las tintas sobre Ronaldo, fallón; Casemiro, condicionado por una amarilla al inicio del partido; Zidane, cuestionado por su alineación; y Bale, titular pese a su baja forma física y lesionado posteriormente -aunque fue sustituido con el partido empatado-. Pero de la actuación del entonces diecinueve se contó poco. No siguió la estela de Messi en el primer tanto y fue incapaz de parar la contra que lanzó Sergi Roberto en el tercero y definitivo. (Lo sorprendente no fue tanto su pobre desempeño en aquel encuentro como su ausencia en el reparto posterior de responsabilidades).

Mal inicio de temporada está firmando Modric en la presente. Nada distinto a muchos de sus compañeros. El ahora diez parece agotado, menos fiable en el pase y poco generador de peligro. Se habla de su edad, de la falta de recambios por la lesión de Kovacic y los pocos minutos de Ceballos, del inminente cruce de repesca que jugará su selección buscando una plaza en el Mundial de Rusia. No le respaldan las cifras del equipo, tampoco las particulares.

El balance de los números de Modric desde su llegada en agosto de 2012 le deja por debajo de otros jugadores de la Liga que se desempeñan en una posición similar. Once goles y 33 asistencias ha rubricado como madridista. En el mismo periodo Andrés Iniesta ha hecho 15 goles y 55 asistencias; Koke, 28 tantos y 70 últimos pases; Rakitic, 52 y 57 respectivamente sumando Sevilla y Barcelona. Toni Kroos, con dos cursos menos, suma ocho goles y 45 asistencias. Casemiro, desde una posición más retrasada y un curso y 110 partidos de blanco menos, ha anotado nueve goles y repartido otras tantas asistencias.

El desglose de cifras, tozudas aunque aquí se obvien detalles cualitativos (cuán importantes y cuánto significaron aquellos goles y pases), no supone el cierre del debate. Modric ha sido parte nuclear del muy buen Madrid del último lustro. El croata ha estado presente en todos los éxitos, ha firmado partidos excelsos y ha protagonizado los mejores minutos de juego. Modric es uno de los padres de la criatura, de este Madrid que supo sobreponerse a la tiranía de Messi, y su sello se deja ver.

Cabe, claro, preguntarse si puede tan deseado mediocampista ser objeto de escrupulosa disección, si podemos poner a un divino al mismo nivel que a los mundanos. El propio interrogante responde: no cabe, menos en el Madrid, una espiral del silencio. Sí, Modric también es criticable.

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