Como la carpintería me reconcilió con mi trabajo como coder

José Luis Arruti Lozano
6 min readJun 18, 2015

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Hola, soy José Luis Arruti Lozano, todos me conocen mejor como Arruti. Me dedico al desarrollo front end y a la carpintería.

La carpintería es una de esas actividades que viven en la lista de deseos pendientes de muchas personas: ¿tienes ganas de hacer un proyecto de carpintería para tu casa? ¿Ya lo comenzaste?

No sé por qué, pero me parece que la carpintería tiene en el imaginario colectivo un halo de romanticismo. Quizá sea porque, como dijo Carlos, otro maker carpintero:

“…hoy en día se trabaja tanto con cosas intangibles, léase software, tecnologías de la información, informática en general, que fácilmente se antoja y se extraña hacer algo con las manos”.

Quizá sea también porque la carpintería se asocia al ingenio, a la creación.

Lo cierto es que la carpintería es trabajo, mucho, muchísimo. A veces tedioso, repetitivo, cansado. Por eso, la carpintería no puede ser una pose. Sin embargo, tampoco es elitista. La carpintería es muchísimas cosas y para cada quien es algo distinto.

Para mí la carpintería es una forma de rebeldía, de decirle NO a las cosas de poca calidad que hay en el mercado, de decirle NO a la obsolescencia programada, pero, sobre todo, es una manera de mantenerme aprendiendo, de usar la creatividad y de desarrollar capacidades como la paciencia, la constancia y la organización que luego utilizo en otras áreas de mi vida como el desarrollo front end.

Así que les quiero contar cómo la carpintería me reconcilió con mi trabajo como coder.

Corría el año 2003, tenía 18 años y estaba por terminar la prepa. No tenía ni idea de qué estudiar, aunque de niño siempre me entretuve jugando con tentes y plastilina, y cuando mi padre llevó una computadora a la casa pasaba las horas jugando sokoban y block out. No me pasaba por la cabeza ni programar ni hacer carpintería. Creo que por ese entonces pensaba más en hacer cine.

Así que ante la duda, paré de estudiar un año, hice un voluntariado en Orizaba, Veracruz y durante ese año me enteré de una nueva carrera llamada “Comunicación Multimedia”, me interesó porque tenía algo de animación y pensé que podía juntarlo con mis ganas de contar historias.

Así que estudié Multimedia y efectivamente durante la carrera hice cortos animados en 2D y en 3D, incluso mi proyecto final de carrera fue una animación stop motion. Pero durante los estudios llevé la clase de maquetación y, sin saber muy bien por qué, me empezó a gustar mucho eso del CSS. Cuando llegó el momento de hacer prácticas profesionales en vez de elegir algo relacionado con la animación, comencé a hacer maquetación.

¿Sabes maquetar?, bueno antiguamente y aún hoy, los maquetadores son las personas que se dedican en los diarios a distribuir los artículos, los encabezados, la publicidad e imágenes en una plana de periódico. En la Web, el maquetador es el que implementa con HTML y CSS el UI.

Después de terminar mis prácticas, entré a trabajar a Atrapalo.com y ahí tuve un jefe que me enseñó a entender de browsers y de JavaScript pero sobretodo me enseñó a maquetar de forma pixel perfect. Y era curioso porque mientras a la mayoría de mis compañeros les daba flojera implementar un diseño de esta manera, a mi me encantaba maquetar para internet explorer 6 y hacer estilos específicos para firefox, chrome o safari.

Este jefe, contaba que su padre era ebanista y que él veía la maquetación como una forma de carpintería. En ese momento no reflexioné demasiado sobre la analogía. Seguí disfrutando mucho lo que hacía, ahí también escuché el término front end por primera vez.

Tiempo después entré a trabajar a freshout, que antes era también una agencia Web y ahí estuve con un equipo muy talentoso del cual aprendí muchas cosas, pero, principalmente, un enfoque en la resolución de problemas basado en el método científico. Desarrollamos proyectos complejos y nuestros clientes estaban muy satisfechos. Ya habían pasado cinco años desde que había comenzado con eso de la maquetada.

Sin embargo, no me sentía completamente satisfecho, el desarrollo Web no cubría todas mis inquietudes y de hecho comenzaba a culparlo de la frustración que sentía. Recordaba que durante mi proyecto final de carrera había disfrutado demasiado la construcción del set de grabación para stop motion y que sin duda me faltaba hacer algo con mis manos, pero no sabía qué, ni cómo.

Un día llegó Joaquín “Toily”, el de los drones y me enseñó un video de un router CNC cortando madera. En ese momento se detuvo el tiempo, todo hizo click y entendí realmente por qué me gustaba maquetar, las palabras de mi jefe en Atrápalo tuvieron todo el sentido y sentí unas ganas enormes de aprender carpintería en serio.

Me puse a buscar cursos de carpintería en Guadalajara y la opción que más me convenció fue el curso que imparten en el ITESO. Lo cursé y cada sábado que acudía confirmaba mi decisión, al grado de considerar seriamente cambiar de profesión. Al mismo tiempo, me convencía de que todos mis males se debían a la programación y de que si me dedicaba a la carpintería me realizaría, y colorín colorado.

Aún así, una cosa es pensarlo y otra es hacerlo, uno es humano y existe el Sillicon Valley, y ¿a quién no le gustaría trabajar allí?, así que surgió la oportunidad y ahí estaba yo, el chico que quería dejar de programar para ser carpintero, camino a San Francisco para trabajar como front end una vez más… ¡PLOP!

Pero bueno, afortunadamente no pude engañarme demasiado tiempo y tres meses después estaba de vuelta. Había renunciado a todo y al regresar no sabía que haría, sólo sabía que no quería trabajar más de programador.

Sin trabajo y sin tener ninguna idea clara comencé a pasar mis días leyendo y paseando a Akira.

Un día, recibí una llamada de Richard, un amigo UI designer ex compañero de freshout y me dijo:

“-¿Oye, que estás haciendo muebles?-”.

Por un momento no supe que responder, pero un segundo después le estaba diciendo que sí. Nunca había hecho un mueble por encargo, pero me emocionó tanto la idea de que alguien quisiera que le fabricara un mueble a medida que me puse a saltar de felicidad, real. El resultado, un standing desk de tubería y nogal.

Eso fue en enero del 2014 y desde entonces no he parado. Pero no todo fue felicidad, al principio, cuando fabricaba los primeros pedidos me encontraba con mis mismas quejas y los mismos pensamientos que cuando programaba. Y no entendía como podía ser así ya que estaba haciendo “lo que en realidad quería”.

Así que me puse a reflexionar y me di cuenta de que no había sido la programación la culpable de mis frustraciones, sino que había sido yo mismo quien no me había permitido disfrutar lo que hacía con todos mis auto-sabotajes y mis auto-juicios.

Un día me llamó Pablasso, otro ex compañero de freshout, para decirme que en Wizeline había un muro de madera que necesitaba mantenimiento. Me puse de acuerdo con ellos y fui a arreglarlo. Ese día comí ahí y una de las reclutadoras me dijo:

“-Escuché que también eres programador ¿no te interesa trabajar aquí?-”.

La verdad, en ese momento no estaba seguro de si me interesaba, sí me sentía mucho más en paz con la programación y a veces la extrañaba, pero tampoco estaba buscando un trabajo. Igual le pedí que me explicara la vacante. No era un puesto 100% de programador, sino que tenía mucho que ver con Marketing y como estaba iniciando mi propio negocio me interesó mucho aprender más al respecto. Así que apliqué, me aceptaron y desde diciembre del año pasado estoy con ellos y con la carpintería.

Mi conclusión es que la programación y la carpintería no son excluyentes, y que un día, tarde que temprano, las pondré juntas. Por lo pronto, sólo me queda agradecerle a la carpintería el haberme reconciliado con la programación, y a ustedes decirles que, como todos sabemos, cuando queremos comenzar a hacer algo que nunca hemos hecho, sentimos muchos tipos de miedos y por consecuencia ponemos sus respectivos pretextos. Pero la verdad es que el fallo no existe en algo que se hace por primera vez y la innovación no surge de lo que uno supone sino de lo que uno vive y conoce.

Así que si tienes la espinita de hacer algo más aparte de tu chamba, de tus actividades diarias, no te la pienses. Tampoco te compares o te midas y si te mides, no lo hagas contra lo que quisieras ser, sino contra lo que fuiste ayer.

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