Bisibilidad

beatriz sevilla
3 min readSep 23, 2015

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Esta primavera se cumplen siete años desde que salí del armario por primera vez. Un tercio de mi vida. Antes de eso solamente lo sospechaba.

Mi primer recuerdo en lo que a esto se refiere es del primer año de instituto. Me gustaba un montón una chica de mi clase, pero yo no estaba segura de si era eso o solamente que me caía muy bien. Pensé que no podía ser lesbiana porque qué movida (¿otras opciones? ¿qué es eso?), y me olvidé automáticamente hasta varios años después.

En mi clase de tercero se puso de moda un programa de radio, Ponte a Prueba, donde se hablaba de sexo y relaciones de una manera muy grosera y brocegosa, perfecta para gente de catorce años. Una de las locutoras era abiertamente bisexual, hablaba de las mujeres con las que se acostaba igual que de los hombres con los que se acostaba, contaba sus primeras experiencias sexuales con ambos, sus relaciones, etc. Ahí fue donde pensé «¡ajá! ¡esto es una cosa! Interesante, interesante. Pero yo no lo puedo saber hasta que no lo pruebe». Esto es un rodeo mental muy típico (y muy bi).

Un año después, con quince, le di un pico (¡un pico!) a una chica y me “di cuenta” de que, efectivamente, me gustaba. En mi mente adolescente esto tenía todo el sentido del mundo: besé a un chico, me gustó; besé a una chica, me gustó → bisexual. No me di cuenta de que había caído en la famosa falacia heteronormativa: el otro género te gusta por defecto, lo demás ya veremos.

Nunca me planteé si los hombres me gustaban o no. Ya sabía que me gustaban cuando besé a uno, y muchísimo antes; porque es lo que hay, es lo que te enseñan, es lo que ves en todas partes. Pero ¿las mujeres? Que te gusten las mujeres siendo tú una es Una Cosa, es extraño, es algo que tienes que comprobar exhaustivamente, que probar constantemente, a la sociedad y a ti misma. Aún hoy, casi siete años después de salir del armario, habiéndome enamorado de mujeres y de hombres, habiéndome acostado con mujeres y con hombres; a veces dudo de si realmente me gustan. Ese es el daño que hace la heteronorma.

A veces me imagino cómo hubiera sido este proceso si nunca hubiera escuchado Ponte a Prueba. Si, con catorce años y al borde del despertar, no hubiera habido algo (alguien) que me hiciera ver que ser bi era una cosa. Una cosa que se puede ser, que es normal, que la gente es y de la que se puede hablar. No puedo saberlo a ciencia cierta, pero sí creo que hubiera sido bastante más jodido.

Ser bi ha sido una parte fundamental de mi existencia durante el último tercio de mi vida. Sé que hay gente para la que su orientación es algo marginal de su personalidad, pero yo no soy una de esas personas. Ser bi ha moldeado mis experiencias, mis relaciones humanas, mis amistades y, en general, mi vida. No es solo “quién me atrae”. Es cómo me relaciono con las personas, porque en algún momento tendré que decírselo y a ver cómo reaccionan; es cómo tengo relaciones afectivo-sexuales con gente, porque se da por hecho que solo me va a gustar un género; es dónde me voy de Erasmus porque tienen que ser tolerantes; es un montón de cosas en las que ni siquiera pensaría si fuera hetero.

Por eso es tan importante la bisibilidad. Por eso me imbuye la euforia cada vez que alguien famoso habla de su bisexualidad. Gente como Alan Cumming, Angelina Jolie, Drew Barrymore o Jessie J; que mucha gente conoce y admira. Que pueden decirle a adolescentes que están en una situación igual o peor que en la que estaba yo que la bisexualidad existe, que se puede ser bi, que es una cosa que está ahí. Que tu existencia va a ser un poco más complicada, pero hay mucha gente como tú, con tus dudas o con tu certeza, con tu sensación de que esto no puede ser, con tu miedo al rechazo. Que todo esto que sientes tú yo también lo he sentido, y no pasa nada. Todo va a ir bien.

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