Durante casi veinte años, el fotoperiodista español-estadounidense Moises Saman ha viajado por el mundo documentando algunas de las peores situaciones que la humanidad tuvo que soportar y que a la vez ocasionó. Desde el conflicto en Afganistán hasta el terremoto en Haití, el lente de Saman captura a las personas detrás de los titulares.
En febrero, se unió a nuestro equipo en Irak y viajó a través de las provincias de Anbar y Salahaddin. Entre los lugares que visitó se encuentra Lake Habbayniya, que solía ser un centro turístico de lujo para los iraquíes adinerados que partían de vacaciones, y que ahora se transformó en un lugar ocupado de facto por 4.000 familias que viven en un derruido hotel de seis pisos. También visitó a personas que recientemente regresaron a sus ciudades luego de haber huido de la violencia, y lo que encontraron como consecuencia de ella.
Nos reunimos con Saman para escuchar sus impresiones luego de trabajar en Irak durante más de una década, y lo que pudo observar en su última visita.
¿Qué le parece que ha cambiado desde su primera visita a Irak hasta ahora?
Mi primera visita a Irak fue en 2002. Me sorprendió lo tranquilo que era Bagdad; recuerdo haber tomado taxis a las tres de la mañana sin preocuparme de que pudiera suceder algo malo, un reflejo del gran control sobre la seguridad que existía en ese momento. Pero, en la actualidad, esa idea es imposible, incluso para un iraquí. Sin embargo, hoy Bagdad es una ciudad muy animada. Hay embotellamientos, mucha actividad. La gente sale, va a trabajar, va a la oficina. Los niños juegan en la calle. Hay vida, pero también hay muerte todos los días.
La vida en el campamento de refugiados es otra historia.
La impresión persistente que me llevo del Habbaniya es que, una vez más, los civiles son los que se llevan la peor parte de esta última crisis.
“Es triste ver que, en una generación, hay miembros de una misma familia que sufrieron tres guerras distintas (algunos tienen cicatrices que lo demuestran) y que tienen marcas psicológicas propias de quienes crecen en un contexto donde siempre han existido conflictos.”
Muchas de las personas que viven en comunidades desplazadas se alojan en tiendas, sin electricidad ni agua corriente. Tienen que ir a buscar agua para sus necesidades diarias.
Se apoyan en la asistencia para la mayoría de las necesidades. Pero, en medio de esta situación, muchas personas se han vuelto ingeniosas y fuertes de muchas maneras. Es parte de la condición humana, tratar de seguir con nuestra vida de la mejor manera posible. Los niños siguen asistiendo a la escuela. No dejan que la situación los paralice.
¿Conoció a alguien en particular que le haya causado una muy buena impresión?
Recuerdo cuando conocí a Sara. Su familia acababa de mudarse nuevamente a su hogar, que se había incendiado en parte durante el conflicto. La escena era hermosa: en medio de tanta desolación se encontraba esa pequeña, que aún buscaba realizar su sueño de tener una educación.
“Se negaba a rendirse cuando muchos otros lo harían. A pesar de todo, logró encontrar un lugar seguro en su mente para hacer la tarea.”
Me pareció admirable, pero me llevó a preguntarme qué sería de ella, de su vida. Espero realmente que le esté yendo bien en la escuela. Pero, sobre todo, espero que la situación del país algún día le permita a Sara tener una vida próspera.
También conocí el pueblo de Albu Ajeel, en las afueras de Tikrit. Acabábamos de llegar, como muchos iraquíes, la mayoría de ellos había llegado a pie.
Un hombre se acercó con un niño en brazos. No conocía al niño, lo sostenía con cuidado. Luego nos enteramos de que la madre del niño había muerto tras pisar una mina mientras intentaba escapar de un ataque unas horas antes. Y el hombre había llevado al niño a un lugar seguro.
¿Cuál es la necesidad más abrumadora de la que ha sido testigo?
Todos necesitamos tener un sentimiento de esperanza, saber que esta situación es solo pasajera.
En mi opinión, los iraquíes dejaron de creer que la situación mejorará. Y entiendo por qué.
Miles de familias no saben si sus hogares siguen existiendo. Incluso si la guerra se terminase mañana, estas familias no tendrían un lugar adonde volver.
Existe un sentido de pérdida por todos lados, y se vuelve cada vez más difícil aprender de ello, más allá de seguir dándoles una voz a estas personas y seguir contando su historia. Entiendo que lo que hago es simplemente una gota en el océano. Pero es importante para mí.
Moises Saman (nacido en 1974) es miembro de Magnum Photos y contribuye regularmente en publicaciones como The New Yorker Magazine, TIME Magazine, The New York Times Magazine, entre otras publicaciones internacionales. Su nuevo libro, Discordia fue publicado en 2016, y se basa en su trabajo en Oriente Medio durante los últimos cuatro años.