“Tengo ocho años. Hace diez meses, mis padres desaparecieron. Ahora, mis hermanos y yo regresamos a Lubumbashi, nuestro pueblo natal, donde viviremos con un tío, el hermano mayor de mi padre.”
Cuando desaparecieron sus padres, Edward* y sus dos hermanos menores vivían en Dungu, cerca de la frontera con Sudán del Sur, en el norte de República Democrática del Congo (RDC).
Debido al conflicto en República Democrática del Congo, numerosos niños han quedado separados de sus familiares. Todos los años, el CICR reúne a decenas de ellos con sus seres queridos. Las avionetas del CICR surcan repetidamente los cielos en el transcurso del año. Durante varios días, cruzan el país en todas direcciones y recorren miles de kilómetros para llevar a los niños a casa.
El 1 de marzo de 2016, una avioneta del CICR despegó de Goma con siete niños a bordo: Edward, sus hermanos y otras cuatro niñas de Shabunda (en Kivu Sur) y Kundu (en Maniema).
Próxima parada: Kamina (en la provincia de Alto Lomami) y de allí, a Lubumbashi (en la provincia de Alto Katanga).
Durante el vuelo, Edward relata su historia.
“Papá desapareció un lunes. Esa mañana lo habían enviado a trabajar al monte. Los otros obreros nos contaron a su regreso que mi papá había desaparecido junto con tres personas más. Mis hermanos y yo lloramos desconsoladamente ese día.”
Los niños aún tenían a su mamá, pero el domingo siguiente ella partió hacia el monte en busca del esposo y nunca regresó.
Un amigo de la familia se hizo cargo de los tres niños y posteriormente los entregó a la Cruz Roja.
Edward continúa su relato y hasta canta una canción.
“Mi maestra me enseñó la canción durante el tercer grado en la escuela inicial en Dungu. Cuando llegue a Lubumbashi, quiero volver al colegio para poder trabajar un día en una gran organización, ganar un buen sueldo y lograr una vida mejor.”
Toma un folleto del CICR del respaldo del asiento delantero y mira con detenimiento las imágenes. Señala la fotografía de una familia que ha logrado reunirse:
“Los padres parecen muy contentos tras recuperar a sus hijos.”
“Yo era muy pequeño cuando nos fuimos con mi mamá y mi papá de Lubumbashi. Hoy mis hermanos y yo regresamos sin ellos. Pienso mucho en mis padres, pero estoy contento de ir a vivir con mi tío. Él crió a mi papá. Nos va a cuidar muy bien.”
En Kamina, la avioneta aterriza sobre una franja colorada marcada en el terreno, cerca del centro del pueblo. El aire es muy cálido y el sol azota desde el cielo azul.
Dieciséis niños suben a bordo. Fueron reclutados por grupos armados, pero lograron escapar. También ellos están ansiosos por ver a sus familiares, si bien algunos todavía vacilan y están algo nerviosos. “Que Dios los bendiga”, dicen agradecidos, a medida que abordan el avión.
Akili* es uno de ellos. La siguiente es su historia:
“Nuestra aldea fue atacada por un grupo armado. Nos obligaron a todos los varones a ir con ellos al monte. La vida era sumamente difícil, pero no teníamos alternativa: era obedecer o morir. Por suerte, pude escapar. Me siento muy afortunado por poder volver a casa con mis padres. Estoy realmente contento. Trabajaré en los campos, como antes, para ayudar a mi familia.”
Edward y los demás niños y niñas que viajaron desde Goma descienden en Lubumbashi, la parada siguiente. Otros tres niños suben a bordo para ser transportados en el viaje de regreso a Goma.
Estos vuelos representan un nuevo comienzo para todos los niños. Algunos deberán superar sus experiencias terribles como reclutas en ejércitos o grupos armados, pero todos abrigan la esperanza de volar hacia una vida mejor.
* Seudónimos
En 2015, el CICR reunió a 744 niños con sus familiares, 432 de los cuales habían estado asociados a fuerzas o grupos armados.
