Quemar basura no alcanza para combatir el frío

CICR
6 min readJan 7, 2016

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Crédito: CICR

Millones de ciudadanos desplazados pasarán el quinto crudo invierno de la interminable crisis siria. Todos narran tristes historias de desplazamiento de sus hogares, temor frente al crudo invierno y a la falta de agua, alimentos y electricidad. Sus opciones son crueles: o comprar alimentos para sus hijos o defenderlos del frío. La mayoría no tiene cómo costear ninguna de estas alternativas.

Crédito: Anda Alkhatib/CICR

Um y Abu Mohamedl, alojados en una escuela de Kessweh, Damasco rural, que se ha convertido en centro para personas desplazadas

“Nuestro amor y nuestras penas aumentaron en los últimos cuatro años.”

Abu Mohamed tiene problemas cardíacos. Su esposa, que también sufre graves problemas de salud, se sonroja ante el cumplido de su esposo. Viven solos, pues todos sus hijos y nietos están dispersos en el país o en el exterior. Perdieron, además, a un hijo durante el largo conflicto.

Un calentador a leña está instalado en el centro de su pequeño cuarto. Um Mohamed explica que está bien preparada para el invierno que se avecina. “Recogí todo lo que pueda servir de combustible para calefaccionar, hasta tallos secos de menta y perejil.”

Cuando Abu Mohamed intenta describir su vida anterior en Daraya, se le humedecen los ojos con lágrimas de amor, esperanza y profunda tristeza, así que cambia de tema. Su esposa intercede a su favor y propone: “Hablemos del presente. El recuerdo de la dulzura del pasado es demasiado doloroso”.

Crédito: CICR

Um Abdul Rahman, desplazada en el distritito de Tariq al-Bab, Alepo oriental.

“Si este invierno se repiten nuestra condiciones del invierno pasado, diría que para mis hijos y para mí es mejor morir.”

Um Abdul Rahman es viuda y madre de cinco hijos. Huyó de su casa luego de que fuera destruida en un ataque y se mudó a otro barrio pobre de Alepo oriental.

“El año pasado fue muy cansador, buscando ayuda por todos lados. Solía sentirme mal por pedirle ayuda a la gente, así que comencé a quemar las cosas de mis hijos para alimentar el fuego, hasta que me entregaron un poco de combustible y madera. Agradecí a Dios por esa ayuda, pero luego se nos acabó y no supe cómo conseguir más.”

La familia depende de las pocas donaciones que Um Abdul Rahman recibe de sus vecinos y le preocupa cómo les brindará abrigo a sus hijos ante la llegada del invierno.

“El invierno pasado sufríamos durante las noches oscuras y frías y esperábamos la salida del sol al día siguiente para sentir algo de calor nuevamente.”

Crédito: CICR

Abdul Rahman. desplazado en el distrito de Tariq al-Bab, Alepo oriental.

Al igual que otros residentes de la zona, Abdul Rahman, de diez años de edad y el mayor de sus hermanos, debe recoger basura para usarla como combustible para cocinar y calefaccionar. Dos de sus hermanos son discapacitados mentales y él debe ayudar a su madre a mantener a la familia.

Crédito: Anda Alkhatib/CICR

Om Arabi, desplazada de Daraya en 2012, vive ahora en un centro de refugiados en Kessweh, Damasco rural.

“Cada invierno siento el frío en los huesos y me duele, pero en mi corazón siempre hay calidez.”

Con la ayuda de otras personas, el sobrino de Om Arabi logró traer a su tía de 105 años de edad al centro de personas desplazadas en Kessweh, donde vive con su familia.

“Tuve que salir con lo puesto luego de que mis hijos partieran sin mí”, recuerda Om Arabi. Desde que ingresó al centro, los voluntarios de la Media Luna Roja Árabe Siria se ocupan de la anciana. Aunque Om Arabi le teme al próximo invierno, igualmente afirma: “Gracias a Dios, mi suerte es mucho mejor que la de millones de otras personas”.

Crédito: Pawel Krzysiek/CICR

Qasem, desplazado en un refugio colectivo en Kessweh, Damasco rural.

Qasem, de tres años y medio de edad, vive en un refugio colectivo para personas desplazadas que huyeron a Kessweh desde zonas aledañas asoladas por intensos combates. Qasem acaba de recibir ropa de invierno como parte del programa conjunto de asistencia humanitaria de la Media Luna Roja Árabe Siria y el CICR. Ahora luce abrigado y contento.

Crédito: CICR

Janud y Amina, desplazados en Jabal Badro, Alepo oriental, viven con la familia de él en un edificio semi destruido.

“Cuando las niñas quieren ducharse, deben ir a recoger basura.”

Janud tiene seis hijos y es el esposo de Amina. Diariamente recorre Jabal Badro junto a alguno de sus hijos en busca de elementos que puedan servir de combustible para cocinar y calefaccionar.

Su madre también vive con ellos. Amina dice que con una familia tan numerosa, apenas les alcanza para la comida, pero no para leña o ropa de abrigo, ni siquiera para reparar la casa, dañada durante el bombardeo en su barrio.

“No podemos comprar una estufa para que nuestros hijos no pasen frío.” Lo que más le preocupa a Amina es el invierno que se aproxima. El invierno pasado, su familia luchó por sobrevivir, pues gran parte de sus vestimentas, frazadas, colchones y otras pertenencias fueron destruidos durante el conflicto en curso.

Crédito: Pawel Krzysiek/CICR

Maram vive en una vieja escuela usada para albergar a personas desplazadas en Kessweh, Damasco rural.

“Mi mamá dice que estoy creciendo tanto que tiene que traerme ropa nueva cada invierno.”

Maram, de nueve años de edad, escapó de su hogar en Daraya hace cuatro años. “No me acuerdo de mis amigos de allá y me encanta este lugar. Tengo buenas amigas que juegan conmigo y me ayudan con mis tareas escolares.” Ella y sus amigas están felices con la nueva ropa de abrigo que recibieron.

Maram sueña con ser oftalmóloga. “Me gusta inspeccionar los ojos de las personas”, asegura. Está ansiosa por comenzar a trabajar y proveer un ingreso para su familia.

Tras recibir del CICR y la Media Luna Roja Árabe Siria su nueva ropa de invierno, rápidamente se puso el conjunto deportivo. “Es bien abrigado”, dice sonriendo, y sale a jugar con sus amigas.

Crédito: Pawel Krzysiek/CICR

Nadia y su nieto Yazan viven en un edificio sin terminar en Kessweh, Damasco rural.

Yazan, de diez años de edad, vive con su abuela de sesenta en un cuarto pequeño, en un edificio sin terminar que también alberga a 100 personas más.

Yazan sufre de epilepsia desde su primera infancia. Tras el fallecimiento de su madre, su padre le encomendó su crianza a Nadia. Ella vivía en una casa grande con un hermoso patio en Daraya, junto a sus nueve hijos. “Era un paraíso”, dice. Debieron huir de Daraya hace tres años cuando se intensificaron los combates.

Nadia empezó a trabajar en cuanto llegaron al refugio colectivo. Ahorró lo suficiente como para comprar una vieja máquina de coser manual, que usa para confeccionar ropa. Está muy orgullosa y contenta de que, a pesar de todo, puede trabajar y costear los remedios para su querido Yazan.

Nadia sabe que siempre hará frío en su cuarto y que seguirán las filtraciones en las paredes y el cielorraso, pero ruega para que su nieto se sienta mejor y más abrigado con su nueva ropa de invierno.

Desde el comienzo de la crisis siria, el CICR, en colaboración con la Media Luna Roja Árabe Siria, trabajan conjuntamente para responder a las crecientes necesidades de las personas más vulnerables dentro de Siria. Este invierno, el CICR y la Media Luna Roja Árabe Siria distribuirán ropa de abrigo para más de 300.000 niños.

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El Comité Internacional de la Cruz Roja brinda protección y asistencia humanitaria a las víctimas de los conflictos armados y otras situaciones de violencia.