Crisis en Brasil y liderazgo regional

Gino Pauselli, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales*

CRIES
5 min readApr 28, 2016

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La auto-promoción de Brasil como una potencia regional y global siempre puso énfasis en ciertas características del país: su tamaño, su población, su régimen político democrático y la previsibilidad de sus instituciones. Estos elementos no lograron por sí solos construir liderazgo, pero sí han convencido a muchos analistas e inversionistas y permitieron más de una década dorada para Brasil en la arena internacional. En especial, los elementos estructurales del país (geografía y población) lo hacen de por sí un excelente candidato a potencia, pero no terminan siendo suficientes. Mucho menos para hablar de liderazgo.

Durante la crisis política, surgió una doble diplomacia. Por un lado, los cuadros del PT, Dilma y Lula buscan señalar que el proceso de impeachment pone en duda los dos últimos elementos de auto-promoción brasilera: el régimen democrático y la previsibilidad de las instituciones. Por su parte, Temer intenta enfatizar que, dado la situación crítica que atraviesa el país, el proceso de impeachment es constitucional, éste resulta la única herramienta para salir de la crisis, y se vive un proceso político pacífico, sin violencia en las calles.

Si el proceso de destitución de Dilma Rousseff prospera o ésta renuncia a la presidencia, el PMDB volvería a la cima del poder en Brasil después de 26 años de la mano de Michel Temer. Pero su ascenso al poder no parece estar ausente de desafíos. La base política del PMDB en los estados se ha beneficiado de la política expansiva de los gobiernos del PT. Sin embargo, al considerarse que estas políticas expansivas son gran parte del problema actual de Brasil, la propuesta económica de un gobierno de Temer va en dirección opuesta a las medidas del PT: a favor de medidas pro-mercado y de menor intervención estatal. Esta posición se refuerza con el anuncio del PSDB (partido pro-mercado) que apoyaría al gobierno de Temer, incluso participando en el gobierno. La necesidad de administrar intereses divergentes será esencial para un eventual gobierno de Temer. Si a esto se le suma que las previsiones de evolución de la economía brasilera pronostican una contracción del 4% para 2016 y que el virus del Zika continúa azotando al país más que a ningún otro en el mundo, es sencillo comprender por qué Temer estará concentrado en la gestión interna y la política exterior no será su prioridad.

Así, Brasil se enfrenta a una situación interna que produce, en el plano internacional, dos fenómenos. En primer lugar, tira por tierra otra vez las ambiciones de ser reconocido como potencia en el plano regional e internacional. A pesar de sus condiciones geográficas y demográficas objetivas, Brasil no ha logrado trasladar esos recursos materiales en poder estable. En segundo lugar, la búsqueda del tan anhelado liderazgo regional da lugar a un claro vacío de liderazgo en la región.

En cuanto a este segundo fenómeno, existe un mayor interés de México en la región ya que ve la crisis brasilera como una oportunidad, dado su tamaño relativo, para volver a ocupar un rol protagónico en América del Sur. Por otra parte, la prensa y muchos análisis han señalado que Argentina sería el país que estaría en mejores condiciones de capitalizar a su favor las consecuencias de la crisis brasilera en términos de liderazgo regional. Sin embargo, e independientemente de si Brasil ha ejercido un liderazgo en la región o no, la ausencia de liderazgo solamente genera las condiciones necesarias para el surgimiento de un liderazgo regional, pero no es condición suficiente.

En este sentido, el liderazgo va acompañado de otras condiciones. El país líder debe (a) tener la capacidad de encontrar seguidores, (b) lograr éstos consideren legítimo este nuevo liderazgo, y (c) invertir recursos en una institucionalidad que acompañe el liderazgo y genere previsibilidad para los seguidores.

No parece, en el corto plazo, que México o Argentina cumplan las dos primeras condiciones [(a) y (b)]. A su vez, existe una importante desinversión en institucionalidad regional dadas las crisis de los estados que más han apostado al liderazgo regional: Brasil y Venezuela. En este sentido, no será sencillo que México y Argentina construyan su liderazgo a partir de instituciones regionales consolidadas y, como consecuencia, (c) se torna más onerosa. Sumado a esto, la voluntad de Argentina de ejercer un liderazgo regional se observa con mayor nitidez en la imagen que quiere promover hacia afuera de la región que entre el resto de los países latinoamericanos. Y que Estados Unidos o Europa consideren a Argentina como interlocutor válido no es suficiente para ejercer liderazgo.

Entonces, la actual situación de Brasil pone, una vez más, en duda la capacidad de Brasilia de ser vista como un líder y potencia regional. Pero esto no significa que otro país podrá fácilmente ocupar el rol de líder regional y, con menores probabilidades, convertirse en potencia regional. Para esto último se necesita tamaño y recursos que solamente México posee.

¿Entonces, qué escenario parece configurarse? En el corto plazo, se verá la capacidad de la región en su conjunto de gestionar sus propios problemas a través de la cooperación ad-hoc. Las cumbres y encuentros presidenciales han proliferado en los últimos años, pero iban de la mano de la existencia de instituciones respaldadas por estados con importantes ambiciones de liderazgo regional. La crisis de Brasil deja en claro que el contexto actual genera demandas de articulación de preferencias y políticas regionales (negociaciones de paz en Colombia, crisis en Venezuela, restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, etc.) y ausencia de actores de liderazgo o instituciones fuertes que permitan canalizar estas demandas.

*Asistencia de Docencia e Investigación en la Universidad de San Andrés y Asistente Académico en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales

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Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales