El Proceso de Paz de Colombia en su Laberinto

CRIES
7 min readNov 4, 2016

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Eduardo Pastrana Buelvas

El sorpresivo triunfo del NO en el plebiscito –celebrado el 2 de octubre de 2016 en Colombia- sobre los acuerdos relativos para poner fin al conflicto armado interno, que fueron suscritos por el Gobierno colombiano y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), mantiene todavía la suerte del proceso de paz de Colombia en vilo. Sin embargo, tanto los negociadores del gobierno como de la guerrilla -de manera constructiva y expresando la mayor voluntad política- se sentaron de nuevo a la mesa de negociación para revisar mucho de lo acordado los últimos seis años en la Habana, con el propósito de evaluar la posibilidad de introducir cambios en los acuerdos alcanzados, luego de que los representantes del gobierno recogieran las propuestas de los distintos grupos que conforman el variopinto espectro de quienes impulsaron la campaña del NO. Sin excluir, eso sí, de tal ejercicio a los partidarios del SI.

No sabemos todavía qué tanto y cuál ha sido el alcance de lo evaluado y renegociado por las partes en lo que va de la nueva ronda de negociaciones posterior al plebiscito. Lo claro es que la directriz del Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se refiere a que los negociadores de ambas partes no deben pararse de la mesa hasta haber alcanzado un nuevo acuerdo antes de que finalice este año. La celeridad que se le busca imponer a la renegociación de los acuerdos tiene su explicación en el temor real que representa un posible rompimiento del cese al fuego bilateral acordado y mantenido por las partes, situación que pudiese conducir un reinició general del conflicto. Por el momento, el Presidente Santos, tal como lo faculta la Constitución, decretó la prolongación del cese al fuego hasta el 31 de diciembre de 2016. Adicionalmente, la Comisión de Verificación de la ONU mantiene sus funciones y viene ofreciendo garantías claras, a fin de evitar cualquier acto que conduzca de nuevo a avivar la confrontación armada. Por tal motivo, ni el cese al fuego ni la concentración de los frentes y columnas guerrilleras -en las zonas acordadas para ello- pueden mantenerse en forma definitiva. Sobre todo, porque los enemigos de la paz pueden recurrir a provocaciones o actos de sabotaje que habrán de nuevo las puertas del infierno.

Mientras tanto, el ambiente político sigue siendo dominado por el debate en torno a lo que es viable o no de ser renegociado; si el resultado del plebiscito invalida o no todo lo acordado por las partes en la Habana; y cuál sería la nueva forma de refrendación del acuerdo que resulte de la renegociación. En dicho contexto, se hacen diversas interpretaciones sobre las posturas y posibles intenciones de los líderes del NO. Por un lado, las propuestas del ex-presidente Andrés Pastrana y la dirigente conservadora, Martha Lucía Ramírez, son calificadas de viables y flexibles: por el otro, se tacha de poco realistas y obstaculizadoras las propuestas de la cabeza más visible del NO, el ex-presidente Álvaro Uribe, líder del partido opositor Centro Democrático. Se le acusa, no en vano, de querer dilatar la renegociación y conducir el proceso al fracaso. De esta manera, estaría haciendo cálculos electorales de cara a las elecciones presidenciales de 2018, porque en un escenario, en el que se desate nuevamente el conflicto interno, su discurso sobre una victoria militar en contra de las FARC podría encontrar otra vez terreno fértil en el electorado colombiano. Según sus críticos, aspira a que su partido, el Centro Democrático, triunfe en la contienda electoral de 2018 y conquiste la presidencia de la república bajo la bandera de lograr la rendición de las FARC. Desde esta perspectiva, gobernaría en cuerpo ajeno e intentaría culminar la tarea que dejó inconclusa al terminar su segundo período presidencial en 2010, es decir, la derrota militar e incondicional de las FARC. Sin embargo, las dinámica política interna se caracteriza actualmente por un creciente clamor ciudadano a lo largo y ancho del país que demanda prontamente la solución política del conflicto, la cual se resume en el lema: ACUERDO YA! En tal sentido, para Uribe sería una apuesta demasiado arriesgada el pretender torpedear el proceso de paz a costa de intereses políticos partidistas o personales, ya que podría pasar a la historia como su verdugo y pagar un alto precio político de cara a un amplio consenso nacional, el cual se comienza a gestar alrededor de la posibilidad de lograr pronto un nuevo acuerdo y proceder a su implementación. A ello le sumamos el amplio apoyo al proceso de paz que viene brindando la comunidad internacional. De allí que surja una pregunta válida: ¿si se logra un nuevo acuerdo pronto, querrá Uribe ser recordado como uno de los artífices de la paz posible o profeta de la guerra sin fin?

Así las cosas, comienza a tomar forma un escenario probable que deja vislumbrar la posibilidad de una salida negociada pronto, la cual le permita salir al proceso de paz del limbo en que lo puso el triunfo del NO en el plebiscito. Hay lugar para la esperanza y un optimismo moderado. Por tanto, el temor de un fracaso definitivo del proceso de paz comienza a disiparse y el fantasma de un nuevo pacto de elites que cierre los caminos a una salida negociada, la cual le abra las puertas a la FARC hacia su desmovilización y su reintegración a la sociedad no están cerradas y las llaves perdidas en el mar.

Son varios los factores que están contribuyendo hacia la consecución de una paz negociada. El primero de ellos, es la voluntad política que han mostrado el gobierno y las FARC. Sobre todo, la actitud negociadora del grupo guerrillero es clave para alcanzar un acuerdo pronto. Además de ello, todavía sus dirigentes mantienen la unidad y la autoridad sobre sus tropas guerrilleras en las selvas y montañas de Colombia, mientras ellos continúan renegociando los acuerdos en la Habana.

En segundo lugar, la cúpula actual de las Fuerzas Armadas de Colombia (FF.AA.) son proclive a la solución política del conflicto y han participado directamente en la mesa de negociaciones, a través de lo cual han contribuido exitosamente a construir medidas de confianza con el grupo guerrillero. Igualmente, están desempeñando un rol clave en el mantenimiento de cese al fuego bilateral y en la protección de las columnas guerrilleras que se han agrupado en sus campamentos y sitios de concentración, es decir, de enemigos han pasado a ser guardianes de las FARC. Por tanto, para que el proceso de paz se salve, las FF.AA deben mantener esta actitud, ya que en el pasado se opusieron y sabotearon sistemáticamente otros intentos de lograr la paz, especialmente cuando el presidente Belisario Betancourt intentó lograr un acuerdo de paz con las FARC a mediados de los años ochenta. En ese entonces, violaron deliberadamente en varias ocasiones el cese al fuego pactado, hasta que estallo de nuevo la confrontación armada general.

En tercer lugar, la comunidad internacional debe mantener su apoyo al proceso y seguir ejerciendo presión a favor de salvar el proceso de paz. En tal sentido, el Premio Nobel de paz -que le fue otorgado al Presidente Santos- le dio un nuevo aire internacional y doméstico al proceso. Ha legitimado política y moralmente al Presidente Santos para que persista en la búsqueda de una solución política del conflicto armado interno y cumpla con el mandato que le impone la Constitución de Colombia, la cual establece la paz como un derecho fundamental. En suma, el gobierno de Estados Unidos, los representantes de la Unión Europea, los líderes sus Estados miembros actores clave del Asia-Pacífico, la ONU y, al unísono, todos los países América Latina y el Caribe, le siguen brindando su apoyo al proceso de paz.

En cuarto lugar, el inicio, ya varias veces aplazado, de las negociaciones de paz entre el Gobierno colombiano y el ELN (Ejército de Liberación Nacional) podrían contribuir a un ambiente político favorable para lograr un nuevo acuerdo de paz con las FARC. Ojalá, se superen los inconvenientes que han impedido el comienzo de las negociaciones públicas con este grupo guerrillero, ya que la paz sería incompleta sin el final de la confrontación bélica con el ELN.

Por último, y no menos importante, debe continuar la movilización ciudadana a favor de la consecución de la paz. La creciente movilización de estudiantes, grupos de victimas, movimientos sociales, sindicatos, organizaciones religiosas, defensores, de derechos humanos, artistas y gente del común que votaron por el SI o el NO vienen demandando que se logre el nuevo acuerdo YA. Esperamos que una especie de Primavera Colombiana siga presionando en las calles la celeridad de la renegociación del acuerdo de paz en la Habana para que opaque y se imponga sobre los enemigos de la paz.

En fin, tanto el Presidente Santos, las FARC y, en general, la clase política colombiana deben estar a la altura del momento histórico que encaran. La grandeza política, los intereses de toda una sociedad deben estar por encima de las mezquindades de individuos o de grupos: la PAZ es el bien público más preciado y anhelado por los colombianos. Si las partes logran un acuerdo pronto, Santos, tal como lo ha manifestado en los últimos días, es posible que someta su refrendación al congreso, a fin de evitar una nueva polarización del a sociedad colombiana, tal como fue la experiencia del plebiscito. Está facultado para ello y eso fue lo que debió haber hecho desde un comienzo. Esperamos que conjure el genio de la guerra y lo vuelva a meter en la botella.

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Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales