La crisis brasileña y el reacomodamiento de la arquitectura de la gobernanza regional Suramericana

Eduardo Pastrana Buelvas

CRIES
5 min readMay 10, 2016

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La destitución de Fernando Lugo por parte del Congreso de Paraguay en el 2012, generó sanciones contra el país en el marco del MERCOSUR y la UNASUR, las cuales fueron impulsadas principalmente por Cristina Fernández (Argentina), junto con el respaldo de varios mandatarios de la región. No obstante, al rememorar lo que ocurrió cuando Tavaré Vázquez (Uruguay) intentó lograr –sin éxito- una declaración de UNASUR en favor de Rousseff a finales de abril de este año, se puede leer que el escenario político regional, el cual sirve de telón de fondo a un Brasil inmerso en una crisis multidimensional, es muy distinto al entorno político que rodeó al Paraguay favorablemente en 2012. En este orden de ideas, en primer lugar, delinearemos acciones relevantes de algunos actores clave de Suramérica en materia de política exterior y su posición sobre lo que ocurre en Brasil. Por último, de plantear algunas reflexiones en torno al impacto regional que podría tener la caída del PT en Brasil.

1. Macri no es Cristina Fernández. Es decir, Argentina no apostará por respaldar a Rousseff y esperará al resultado del proceso de impeachment. Por sus declaraciones durante la visita de Obama a su país, puede inferirse que considera legítimas las pesquisas judiciales contra el PT. Su postura ideológica tiende a re-aproximar a Argentina políticamente a Washington y al Reino Unido y a distanciarlo de Venezuela, Rusia y China, lo que lo podría apartar de Brasil. Con alta probabilidad, podría no secundar una declaración regional contra el impeachment, ya sea en MERCOSUR o UNASUR.

2. Del gobierno de Paraguay puede esperarse algo similar. Si algo destaca de la administración Horacio Cartes es su cooperación con EE.UU, su afán de liberalización económica y su defensa del sector privado, sus críticas al régimen de Venezuela y sus guiños a la Alianza del Pacífico. Recientemente, Cartes expresó su confianza en las instituciones judiciales de Brasil, reiteró su postura de no-intervención en asuntos internos y desestimó firmar cualquier instrumento de impugnación al impeachment, ya fuese en MERCOSUR o UNASUR. Es decir, Rousseff ha perdido dos de cuatro aliados en MERCOSUR.

3. Venezuela, ya oficialmente adherido a MERCOSUR, es junto a Uruguay quien podría expresar un respaldo político a Rousseff para tratar de incidir en la lucha doméstica entre jueces y PT y entre oposición y PT. No obstante, el deterioro institucional de ese país, permite pensar en que la influencia de Caracas no tendrá mayor simbolismo o impacto, ya sea entre los brasileños, en MERCOSUR o UNASUR.

4. En lo concerniente a Chile y Colombia, la negativa de ambos a constituir una declaración en UNASUR a favor de Rousseff, por invitación de Uruguay, nos permite deducir que sostendrán su postura mientras se desenvuelve el asunto. Es decir, Santos y Bachelet optaron por mantener “distancia prudente” frente al destino del PT.

5. Es apenas previsible que la tríada Maduro (Venezuela), Correa (Ecuador) y Morales (Bolivia) pugnen por tratar de reversar externamente la eventual caída de otro de los llamados gobiernos “pos-hegemónicos”, después de lo que ocurriera en Argentina. Para ellos, el impeachment es otro intento de golpe de Estado contra los gobiernos “libertarios” de la región, para lo cual han tomado como referente el discurso que el mismo PT ha adoptado frente a los jueces y la oposición. Sin embargo, los tres mandatarios experimentan declives en su popularidad doméstica y presiones económicas de importancia a las que deben atender en primera instancia, lo que invita a pensar que no tienen el músculo diplomático ni la cohesión de antaño, cuando el discurso y las acciones políticas en la región propugnaban, aunque llena de heterogeneidades, a favor de las alternativas al neoliberalismo.

6. Ahora bien, para el caso de Perú, se espera más de lo mismo: un silencio indiferente. Ollanta Humala experimenta una drástica caída de favorabilidad ciudadana (17%), y se halla igualmente salpicado por escándalos de corrupción. Aunque Humala trató de desmentirlos mediante nota diplomática, su posición en la región pierde credibilidad y le impide jugar su política exterior en nombre de Rousseff o el PT.

Es suma, lo que este escenario proyecta, dependiendo de la evolución del proceso de destitución en Brasil, es que la potencia regional se encuentra en declive económico, político y de su prestigio internacional. Lo que empieza a notarse es una ausencia de Brasil cada vez más visible de los escenarios suramericanos y, por ende, de perdida de influencia en la fijación de la agenda y la gestión de los asuntos subregionales, poca interacción con sus vecinos, pérdida de aliados. Por consiguiente, Brasil experimenta un debilitamiento y repliegue de su política exterior regional y global.

La eventual caída del PT y el ascenso de un gobierno de corte más neoliberal, como lo desean los empresarios paulistas, implicaría un nuevo reacomodamiento del tablero geopolítico e ideológico latinoamericano, con incidencia primaria en Suramérica. Perderían los gobiernos alternativos un aliado de peso y, presumiblemente, los esquemas regionales impulsados por Brasil: el MERCOSUR y la UNASUR, podrían tener un proceso de reformulación de sus propósitos y sus roles en la política regional de Brasil. No obstante, se podrían ampliar las oportunidades de convergencia entre MERCOSUR y la Alianza del Pacífico, y entre MERCOSUR. Ahora bien, el prestigio de la Alianza del Pacífico (y su modelo regional) se puede beneficiar al ser el esquema que, a diferencia de UNASUR y MERCOSUR, se mantendría con mayor estabilidad, aunque esto no necesariamente implica que vaya a ser receptor de grandes capitales concentrados en Brasil. En términos hemisféricos, la crisis de Brasil deja un vacío de liderazgo en Suramérica, el cual podría ser aprovechado por EE.UU. Sobre todo, si se tiene en cuenta que un gobierno de corte neoliberal en Brasil, podría abrir las puertas a acuerdos comerciales con EE.UU., lo que se sumaría a las buenas relaciones que este país ya sostiene con Argentina y con los Estados de la Alianza del Pacífico.

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Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales