¿Por qué Colombia dijo no? 3ra parte

CRIES
4 min readOct 21, 2016

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Edwin Murillo Amaris

No es un secreto que Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez representan la polarización que manifestó Colombia en el pasado plebiscito. El particular estilo como persona, político y dirigente de Uribe Vélez ha hecho patente en ese país la Figuera del “papá que resuelve todos los problemas”. Para un alto porcentaje de la población, Uribe partió la historia política de Colombia al gestionar como gestionó, presentar resultados en cuanto a recuperación de la “seguridad del país” y su particular estilo de “hablar sin pelos en la lengua”, “trabajar incansablemente” y “hacerle frente a todo lo que viene día a día”. “Por fin tenemos presente”, “Este sí es”, “Quién más puede asumir esto”, son solo algunas de las expresiones que se escuchaban durante su gobierno y que aún hoy resuenan en muchos de sus partidarios.

Juan Manuel Santos surge de familia política en Colombia. Ha tenido diversos cargos, sin la “fuerza del liderazgo carismático” de Uribe, pero ha estado presente en diversos momentos del país. Bajo la bandera de la “seguridad democrática” de Uribe fue Ministro de Defensa y contó con la suerte del trabajo de las Fuerzas Militares y Fuerzas Armadas colombianas respecto a bajas importantes de cabecillas de la guerrilla. Es decir, los resultados marcan la pauta estratégica. Por ello, en el año 2010 Santos logra acceder a la presidencia del país con un alto porcentaje de votación, con el “sol tras las espaldas, Uribe”. Para los colombianos que lo eligieron, era la garantía que el esquema “seguridad democrática” seguiría y los resultados que llegaron “acabando a las guerillas”.

Sin embargo, desde la campaña presidencial (incluso desde antes) ya estaba demostrando que tendría su propia agenda y que se separaría del “fantasma Uribe”. En su mismo discurso de posesión (7 de agosto de 2010) dejó claro que su horizonte era la consecución de la paz, bajo el esquema “Prosperidad para todos”. Así, en Octubre de 2012 se lanzó a la apuesta que culminó el 26 de Septiembre con la firma de los Acuerdos en Cartagena y con el NO del plebiscito del 2 de Octubre.

Dos liderazgos, dos perspectivas, dos visiones, dos estilos. Uribe cooptando esa población colombiana que siente que “hay alguien que por fin resuelva los problemas”, aunque la etapa post-gobiernos (2010 al día de hoy) deje en entredicho la transparencia e idoneidad de su gestión, pues han caído exfuncionarios que estuvieron con él por “chuzadas a través de inteligencia, los llamados falsos positivos y corrupción”, pero él sigue ahí, incólume, llamando la atención de millones de colombianos e, incluso, de la comunidad internacional. Su voz frente a las problemáticas del país sigue teniendo peso, al punto que logró sostener una campaña del NO a los Acuerdos de paz y hoy día tiene en “entre paréntesis” una posibilidad de no recurrir más a las armas.

Por su lado, Santos tiene una baja popularidad en este momento. Su gestión es cuestionada por muchos sectores de la población. Ha hecho afirmaciones que vulneran la dinámica hacia la paz y que la población se las cobra fácilmente: “si no se aceptan los acuerdos, al día siguiente se vuelve a la guerra”, “como no se aprobó el plebiscito, hasta el 31 de octubre habrá cese bilateral al fuego”, entre otras. El promover una reforma tributaria, donde está la sensación de aumento de la tributación y de medidas que perjudican el bolsillo de los colombianos, al mismo tiempo que promover el plebiscito y la implementación de los Acuerdos no ha sido la mejor estrategia política. Incluso, algunas personas expresaban que estaban por el “Sí a la paz, pero NO a Santos”. El hecho de haber perdido la primera vuelta en las elecciones para su reelección (2014) frente al candidato del Centro Democrático (Uribismo), es una señal de la difícil situación que tiene en cuanto a su imagen.

A través de estos dos liderazgos, sumados a los factores previamente traídos a colación e incluyendo el alto abstencionismo, la polarización es la características más fuerte de los colombianos en este momento en el que los Acuerdos deben ser revisados y reestructurados en algunos puntos, desde la perspectiva del NO. La paz no es el asunto de choque, es el estilo con el que se lee lo pactado y como se expresan los inconformismos asumidos por figuras personalistas. Con todo, un cuarto insumo puede ayudar a analizar mejor: la politización del mismo proceso de diálogos conducentes a la paz.

[1] Doctor en Gobierno y Administración Pública. Profesor Asistente Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, D.C.) Coordinador Proyecto PanAmazónico, Oficina para el Fomento de la Responsabilidad Social Universitaria, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, D.C.). Email: edwin.amaris@javeriana.edu.co.

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Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales