¿Es tu dinero realmente tuyo?

CryptoMate
3 min readJun 10, 2022

Dos analogías para dimensionar el impacto de las finanzas descentralizadas

A menudo las charlas sobre criptomonedas, blockchain y activos digitales tienen como preámbulo un repaso sobre la historia del dinero y algunas definiciones básicas. ¿Es que los criptoentusiastas están obsesionados con la historia de las finanzas? Eso es un tanto subjetivo. Lo cierto es que es necesario un breve recorrido antes de analizar ciertas cuestiones. Las cosas que naturalizamos son las que más necesitamos cuestionar. Detrás de ellas suelen anclarse problemáticas que, sin saber, arrastramos durante siglos. Sin reflexión no hay entendimiento ni lugar para la innovación. En especial, si queremos ahondar en un tema tan fresco, dinámico y disruptivo como las finanzas descentralizadas.

Mío, sólo mío

Cuando decimos que algo nos pertenece, es porque disponemos de ello cuándo y cuánto queremos. Pongamos un ejemplo: si digo que una enciclopedia es mía es porque está bajo mi poder y puedo leerla cualquier día de la semana. No tengo un límite de páginas por jornada y puedo hacerlo a la hora que desee. Podría incluso prestársela a un amigo y él podría leerla cuanto se le antoje. Podría llevármela de viaje y no perdería su valor al cruzar una frontera. Si quisiera, podría subrayarla o regalarle alguna página a un familiar. No necesito pedirle permiso ni pagarle a nadie por usarla: es mía. Sería ridículo tener que pedirle permiso a alguien para leerla o intercambiar páginas con alguien. O tener que esperar al lunes a una hora específica para que otra persona me autorice a sacarla del país. Si bien la comparación puede encontrar sus limitaciones, es ilustrativa para reflexionar sobre el dinero como lo conocíamos antes de la era digital. Todo eso que nos resulta impensado con una enciclopedia, sucede hace años con nuestro dinero; pero pareciera que, hasta ahora, no nos los habíamos cuestionado.

El padre metiche

Las entidades centralizadas son para los usuarios, lo mismo que un padre poderoso -y algo metiche- para su hijo: la entidad que maneja el dinero. No importa que el hijo genere un mínimo de ingresos, es el papá quien se lo administra (no vaya a ser cosa que se le olvide contribuir con los gastos del hogar). Por el solo hecho de compartir el hogar, para ese padre es necesario que el hijo aporte una suma determinada -que quizá varíe de mes a otro sin notificación previa-. ¡Ni hablar si ese hijo quisiera enviarle dinero a un amigo en otro país! Es que a papá le da tanta pereza contactar a otros padres para concretar la transacción que no titubeará al traducirlo en gastos de envío. Será bastante complicado -por no decir imposible- para ese hijo desligarse de su padre.. Sin embargo, otros hijos lo verán como un afortunado: al menos él tiene un padre que le permite acceder al mundo financiero. Como sea, no ha existido forma de esquivar a ese padre metiche que, aunque nos controle y cobre por cada movimiento, nos permite participar de ese mundo. Esa es una de las deficiencias que el sistema de finanzas descentralizadas -DeFi- vino a revolucionar.

La revolución de los hijos

Las finanzas descentralizadas suponen la emancipación de cualquier intermediario, por más sincero que diga ser. La figura del padre metiche es ahora superada por una tecnología de participación colectiva: blockchain. ¿Se trata de un padre más permisivo? No. Ya no hablamos de una persona o entidad sino de una tecnología que permite llevar un registro permanente e inalterable de las operaciones digitales. Decimos que es un gran libro contable de público acceso precisamente porque cualquier persona puede acceder a su contenido y participar de su mantenimiento. No dependemos ya de la suerte de haber nacido en determinado contexto socioeconómico -ni ser hijos de algún papá en particular- para poder acceder y participar activamente en este ecosistema. Por primera vez podemos participar del mundo financiero sin reunir requisitos descabellados -más que acceso a internet- y sin tener que confiar ciegamente en un papá algo distraído al que se le olvida notificarnos algunos movimientos y nos pone horarios de atención y límites de extracción cuando le pedimos nuestro dinero.

En definitiva, hay muchas formas de las que podemos beneficiarnos de esta tecnología. Reducir su utilidad a las transacciones monetarias equivale a definir un teléfono móvil por su cámara de fotos. Y si bien el acceso equitativo a las finanzas y el registro confiable de las operaciones financieras son razones suficientes para afirmar que estamos en el preludio de un cambio de paradigma, estas son apenas la punta del iceberg.

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