Kilómetro Cero
Parte II: La anécdota
Ocurre que, tal vez, lo esencial se revele precisamente en lo anecdótico. Con esto no pretendo dármelas de iluminado, realmente creo que lo esencial, en el sentido de lo más importante, tiene que manifestarse en lo puramente cotidiano, o de lo contrario se convierte en un ultramundo “ideal”, separado del mundo de la experiencia diaria, inmediata, por un abismo. De este modo, «esencia» pasa a significar una suerte de «entelequia», algo absurdo e inalcanzable que, así entendido, sirve de fundamento a la crítica de todo esencialismo. Pero ni la esencia, ni tampoco la entelequia, son palabras que deban responder a esa perspectiva que reacciona ante ellas con suspicacia. De hecho, son palabras fundamentales de la historia del pensamiento: «esencia» es, además, de uso perfectamente habitual en sus múltiples connotaciones, y «entelequia» fue una palabra radical en Aristóteles que gozó de extendido prestigio en la Edad Media, incluso todavía en Leibniz. En todo caso, la cuestión referente a qué es, cómo se determina “lo más importante”, en general, no representa una cuestión menor, o dicho en términos paradójicos: tendría su gracia que la pregunta por lo más importante fuera una pregunta irrelevante.
Mucho me temo que, en esta época nuestra de subjetividades, personalismos y angularidades, la actitud generalizada ante el intento de plantear qué es lo más…
