Tras la puerta

Eneko Beraza
2 min readMar 20, 2017

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Te fuiste pronto a la cama y pasaste al menos una hora mirando a un techo que no podías ver en la oscuridad de tu habitación. Y ahora, al despertar, las rendijas de esa maldita persiana que no cierra del todo te dicen que ya es de día.

Miras tu despertador. Aún hay silencio en la casa y nada se mueve. Espera un poco, un poco nada más.

Te metes bajo las mantas, en ese refugio que nadie salvo tú conoce como la palma de tu mano. Ha sido nave espacial, igloo en largas ventiscas invernales, biblioteca de Alejandría con una linterna de bolígrafo en tu boca y un libro extendido bajo tu cara. Pero hoy no provoca solaz, nada es suficiente. El picor es quemazón, mariposas en los pies, agonía por levantarte.

Así que lo haces. Distingues la forma de las zapatillas que dejaste ahí anoche y, con un suspiro, te pones una bata de cuadros porque hace un frío que pela.

Sales al pasillo. La puerta del comedor está cerrada. Te plantas frente a ella, manos en jarras, decidido como un caballero a punto de tomar por asalto un castillo tras meses de asedio. Sabes que mientras no se abra todo es posible y mucho más tarde, cuando aprendas algo de gatos, de cajas y de un tipo llamado Schrödinger, sabrás por qué.

Y lanzas tu imaginación a volar y repasas todo lo que podría ser. Y te convences de que esta vez se cumplirá. Así que, muy despacio, giras el pomo. La puerta se abre y cuando estás a punto de ver algo bajas la cabeza. Cierras los ojos tan fuerte que te escuecen. Está ahí delante, te dices, solo necesitas dirigir tu mirada al frente. Silencio. Aún nada y aún nadie se mueven alrededor.

Levantas la cabeza y te obligas a abrir los ojos. Cuentas rápidamente los objetos y te diriges al que crees que puede ser tu Santo Grial, tu Everest, tu Ítaca. Lo levantas y lo sopesas. Quizá. Quizá esta vez sí.

Rompes el papel que lo envuelve y te cagas en los Reyes Magos. Porque es un tren eléctrico. Y tú lo que siempre has querido y pedido y rogado es un puto Scalextric.

Detrás, tus padres te preguntan qué es y si te gusta. Te giras y sonríes con tristeza. Sí, dices cogiendo el tren, se nota que me conocen muy bien.

Este relato participa en la iniciativa #relatosDecepción de Divagacionistas

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