Sobre la función evolutiva del Ego

Santiago Sarceda
soltando ideas
3 min readNov 12, 2014

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El texto Ágora al cual respondo, nota que “el yo no es una idea real, sino que es sencillamente un sistema operativo para nuestro cuerpo”, un concepto sobre el cual me gustaría aportar algunas ideas.

El yo es lo que nos diferencia de los demás cuerpos pensantes, su existencia resulta indispensable en la competencia por sobresalir y superar al otro en el orden social; en la competencia -sexual- para que los genes proliferen, el yo es la herramienta que encontró el cerebro para llevar las ideas a ese campo. Al evolucionar socialmente y comenzar a convivir en grupos sociales complejos, la posibilidad de darle un garrotazo en la cabeza al homo sapiens que compite conmigo queda descartada, por lo que las maneras de ascender en el orden social empiezan a tornarse más intelectuales.

El ego en este sentido puede haber jugado un rol clave en la evolución cultural, alentando el intercambio y la defensa de ideas propias. Identificándose como un ser separado del otro, capaz de ascender en la escala social, siendo así el nexo entre la competencia de los genes y la de los memes, fruto de la nueva forma de procesar información por el cerebro.

Al pasar al ámbito de las ideas, exentas de ataduras a cuerpos y modos evolutivos biológicos, la competencia -y consiguiente reproducción y evolución- sigue existiendo, sólo que en lugar de ser genética es puramente memética. Y si yo, ser humano, produzco ideas por mi propio instinto superador y tengo como objetivo reproducir mis genes, ¿cuál sería entonces el “instinto” o “fuerza” que empuje a las ideas a competir entre ellas cuando se independicen finalmente de la función evolutiva biológica (reproducir genes creadores de máquinas con ideas y egos)?

Esa nueva dinámica será en principio más eficiente que el ego porque será “objetiva”; la subjetividad del ego es lo que va en contra de las buenas ideas, simplemente porque al ego no le importa la calidad de la idea en sí, sino que lucha en favor de una idea porque esa idea es mía. Si mi idea es mala, por lo general -salvo honrosas excepciones- (y son justamente honrosas por lo difícil que resulta despegarse del ego), “yo” seguiré creyendo que es una buena idea. Sin el ego como intermediario, ese bias o sesgo se rompe, y eso rompe inmediatamente el nexo entre las ideas y nuestro cuerpo biológico.

Quizá el ego no desaparezca, quizá simplemente se fragmente; siendo cada idea independiente de otra, luchando en la pileta de memes por reproducirse y prosperar; algo imposible en el mundo biológico en el que un mismo cerebro es creador y promotor de un universo entero de ideas. En este sentido, el ego no sería más que un agrupador de ideas.

Quizá los egos de la nueva etapa evolutiva se concentren en determinadas cúmulos de ideas privadas independientes de una “inteligencia” mayor predominante. Quizá ni siquiera exista una “inteligencia” predominante y el universo se divida en trillones de inteligencias computándose, expandiéndose y contrayéndose a medida que compiten entre ellas de alguna manera incomprensible por la capacidad de cálculo actual de nuestro cerebro.

Por eso, para prescindir del ego como lo entendemos, primero deberíamos poder prescindir de nuestra biología misma. ¿Estamos cerca del fin del ego?

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Santiago Sarceda
soltando ideas

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