Palabras que hieren, palabras que abrazan

Periodistas, personas afectadas por el suicidio y psicólogos reflexionan sobre las dificultades para informar sobre este grave problema de salud pública en los medios de comunicación.

Guillermo Córdoba Santos
29 min readSep 2, 2022

Este artículo aborda un tema delicado como es el suicidio. Si estás pasando por un mal momento, puedes encontrar apoyo en el teléfono 024 o en el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) si resides en España. Además, en este enlace puedes localizar más asociaciones a nivel nacional o regional y aquí encontrarás un buen número de recursos de ayuda a nivel internacional.

La palabra suicidio esconde un enorme tabú. Un silencio construido a través de los siglos ha creado un profundo desconocimiento en la sociedad. El estigma, el miedo o los mitos gobiernan con discrección un grave problema de salud pública que marca para siempre la vida de millones de personas. Cada día, once personas se suicidan en España. Un suicidio cada dos horas y cuarto. 3.941 suicidios en el año 2020. 3.941 personas. 3.671 personas en 2019. 3.539 personas en 2018. 3.679 personas en 2017. Navegar sin rumbo por la hemeroteca del Instituto Nacional de Estadística (INE) no ofrece mejores perspectivas. Las cifras, infraestimadas según numerosos estudios, siempre han superado las 3.000 personas desde que arrancó el siglo XXI.

Número de suicidios en España (2000–2020). Gráfico del Observatorio del Suicidio en España con datos del Instituto Nacional de Estadística.
Número de suicidios en España (2000–2020). Gráfico del Observatorio del Suicidio en España con datos del Instituto Nacional de Estadística.

Pero, en la historia de este tabú, hay un protagonista que, durante décadas, ha permanecido en la sombra. Los medios de comunicación han colocado al suicidio como su excepción suprema. El tabú del tabú. El silencio del silencio. El miedo del miedo. Todo provocado por el conocido efecto Werther, que muchos docentes explicaban con pinceladas en la universidad. O, incluso, no había explicación ninguna. “No me enseñaron nada”, reconoce Nieves Salinas, periodista de El Periódico de España. Yaiza Perera, periodista de EL MUNDO, va un poco más allá. “El mensaje era claro. Nos dijeron que no se informaba de los casos de suicidio porque producía un efecto contagio”, relata para añadir un detalle crucial: la memoria. “Se nos quedó grabada a fuego como una norma de responsabilidad profesional”, añade desde la experiencia.

También Juanlu Sánchez, periodista de eldiario.es, transmitía esta misma idea en el pódcast ‘¿Cuándo se rompió el tabú del suicidio?’. “A los periodistas nos enseñaron en la facultad y en las primeras redacciones que de los suicidios no se habla. Que hablar de suicidios puede promover los suicidios”, contaba a los oyentes. Camino Ivars, periodista de El Heraldo de Aragón, insiste en este mensaje. “Lo único que me dijeron es que no se podía hablar del suicidio porque se producía un efecto llamada”. Asimismo, Cecília Borràs, presidenta de ‘Després del Suïcidi — Associació de Supervivents’, contaba una anécdota similar en ProfundaMente, un espacio dedicado a la salud mental que se emite en el programa La Ventana de la Cadena SER. “¿Te puedes creer que esta es la primera vez que hago un reportaje sobre el suicidio? Porque lo tenía prohibido”, le dijo una periodista.

Salinas, que fue reportera en la revista Interviú, aporta una anécdota de aquella etapa. Aproximadamente en 2010 escribió su primer reportaje sobre este tema. “Me costó muchísimo hacerlo. Era un absoluto tabú. Fueron los propios expertos quienes me dijeron que, si se hablaba bien, no pasaba nada por hablar de ello”, explica para destapar una de las claves del puzzle: lo importante es cómo se informa del suicidio. Perera aporta otra reflexión en la misma línea. “Siempre hemos creído erroneamente que el silencio era la forma de proteger vidas cuando lo responsable era lo contrario, informar pero haciéndolo correctamente”. Importa lo que dices y cómo lo dices.

A la formación sesgada que el periodista recibe en la universidad se suma su llegada a la redacción, en la que sin apenas experiencia se empapa del conocimiento de sus compañeros y acude a los libros de estilo para resolver sus dudas. Sin embargo, estos manuales sirven para reafirmar lo que la persona ya conoce. Los libros de estilo de EL PAÍS y de EL MUNDO* insisten en la prudencia a la hora de informar sobre este tema, debido al peligro de provocar un efecto contagio “en personas que ya eran propensas al suicidio y que sienten en ese momento un estímulo de imitación”. La suma de tres fuentes consolida la opinión del periodista, que evita el tema con la creencia de que está haciéndolo bien. Pero las cifras dejan claro que el silencio no ha supuesto un descenso de las víctimas.

*El libro de estilo de EL MUNDO actualizará este apartado sobre el suicidio en los próximos meses.

Bases para un cambio que no llega

En el año 2000, la Organización Mundial de la Salud publicó el documento titulado ‘Prevención del suicidio. Un instrumento para los profesionales de los medios de comunicación’, en el que recopilaba numerosas recomendaciones para informar sobre el suicidio. Entre ellas, destacaban la necesidad de “evitar las descripciones detalladas del método usado”, no simplificar las causas e incluir recursos de ayuda (teléfonos, por ejemplo) en las informaciones sobre el suicidio. La guía también subrayaba la importancia de acudir a fuentes confiables, publicar las señales de alerta, resaltar las alternativas al suicidio o tener en cuenta el impacto sobre los familiares.

Informar del suicidio de manera apropiada, exacta y potencialmente útil a través de medios progresistas e inteligentes puede prevenir una trágica pérdida de vidas. Organización Mundial de la Salud (2000).

Más de dos décadas después, han aparecido una veintena de manuales con recomendaciones para los periodistas. De hecho, la misma Organización Mundial de la Salud actualizó su propia guía en el año 2017. Un año antes, el Consell de l’Audiovisual de Catalunya publicó su guía, pasos que posteriormente han seguido la Comunidad Valenciana (2018), Islas Baleares (2018), Castilla-La Mancha (2018) o Aragón (2020). En la misma línea, el Ministerio de Sanidad publicó en el mes de julio de 2020 su manual, titulado ‘Recomendaciones para el tratamiento del suicidio por los medios de comunicación’, elaborado a partir de la sinergía de diversas asociaciones de periodistas y otras entidades que trabajan en la prevención del suicidio. También varios medios como Radio Televisión Española, la Agencia EFE o Canal Extremadura cuentan con su propia guía para sus trabajadores.

Recomendaciones del Teléfono de la Esperanza para informar sobre el suicidio.
Recomendaciones del Teléfono de la Esperanza para informar sobre el suicidio.

Sin embargo, la proliferación de guías de buenas prácticas sobre el suicidio no han provocado un cambio de actitud definitivo en las redacciones de los medios de comunicación. Aunque ahora los periodistas informan más y mejor sobre esta problemática, es habitual que cometan errores como detallar el método empleado, mencionar el lugar elegido por la persona o simplificar las causas, además de no aportar recursos de ayuda. Los suicidios de Blanca Fernández Ochoa, Rosario Porto o Verónica Forqué evidencian una clara evolución del tratamiento informativo, pero que dista todavía del objetivo preventivo marcado por los manuales. El desconocimiento de estos, la notable complejidad del tema o la falta de costumbre imperan en las redacciones.

Gabriel González Ortiz trabaja desde el año 1998 en el Diario de Navarra. Versado en la información judicial, en 2014 entró a formar parte de la Comisión Interinstitucional de Coordinación para la prevención y atención de las conductas suicidas de Navarra. Cuatro años después, publicó el libro ‘Hablemos del suicidio. Pautas y reflexiones para abordar este problema en los medios’, un manual de referencia para conocer cómo hay que informar sobre este tema. Al otro lado del teléfono, recalca la importancia de formar a toda la redacción. “Este tema le puede tocar a cualquier periodista, y es por eso que hay que formar a los periodistas de todas las secciones”. Si mañana se suicida un actor, le tocará a la sección de Cultura. Si se suicida un futbolista, encenderá las luces la sección de Deportes. Es por ello que la formación debe ser generalizada, a todos los niveles y en todas las redacciones.

La primera vez

La experiencia es esencial en nuestra vida. Nos hace madurar, crecer, aprender de los aciertos y de los errores. Pero, en ocasiones, la experiencia es inexistente, imposible de encontrar en nuestra memoria. El pensadero, limitado, no puede guardar recuerdos que no hemos vivido. Por eso la vida se hace de primeras veces. La primera palabra. El primer beso. La primera decepción. El primer trabajo. Y así, con mil cosas. Las personas afectadas por el suicidio también experimentan esa primera vez cuando aparecen en los medios de comunicación. Sin el hábito de sentarse ante el periodista, cuentan que la incomodidad, la inexperiencia, los nervios o el miedo marcaron sus primeras veces. Pero la experiencia, como en todo, ayuda a superar barreras.

La periodista María de Quesada cuenta su propia historia en el libro ‘La Niña Amarilla: Relatos suicidas desde el amor’. “Hola, soy María y cuando tenía quince años intenté suicidarme”, expresa en sus páginas. Preguntada por las primeras entrevistas, cuenta que fueron bastante difíciles, también por la ignorancia de los periodistas. Pero ese miedo inicial quedaba minimizado por un objetivo en común. “Quería trascender de mi propia historia. No lo hacía por mí, sino por la sociedad”, admite. De Quesada, que también es presidenta de la Asociación La Niña Amarilla, dedicada a la prevención del suicidio, señala otro elemento fundamental: cómo afecta a los seres queridos. “Cuando contamos nuestras historias personales, esas historias no son solo nuestras. Son nuestras y de nuestros seres queridos”, reconoce.

Olga Ramos, que perdió a su hija Ariadna por suicidio en el año 2015 y ahora es la co-directora de los grupos de ayuda mutua de Psicólogos Princesa 81, coincide con las palabras de la periodista. “Las primeras veces eran un esfuerzo emocional muy grande”, apunta. En las intervenciones, la persona se ve obligada a recordar muchas cosas. Palabras, imágenes, momentos. “Te quedas con todo lo que has hablado, pero también con todo lo que te viene”, subraya. Con el tiempo, el trabajo en el duelo y los grados de experiencia sirven para afrontar la ocasión con más tranquilidad. “Siempre he sabido que el objetivo era disminuir el tabú, que se hable de esto como otro problema más, que hay personas afectadas que necesitan ayuda”, indica. “Si a alguien le ayuda, bien hecho está”, resume.

El debate eterno de la redacción

En diciembre de 2021, Megan Twohey y Gabriel J.X. Dance, dos periodistas del diario estadounidense The New York Times, publicaron un amplio reportaje de investigación en el que demostraron cómo algunos usuarios de una página web animaban a otros usuarios a suicidarse. Identificaron a 45 personas, la mayoría menores de 30 años, que se habían suicidado después de pasar un tiempo en este foro. Además, los periodistas descubrieron que algunos usuarios proporcionaban las instrucciones concretas para conseguir y utilizar un método efectivo, debatían sobre qué método era mejor emplear, quedaban de forma presencial para suicidarse o publicaban sentidos mensajes de ánimo cuando alguna persona anunciaba su decisión de suicidarse.

Sabedores de la complejidad de este tema, Twohey y Dance contactaron con varios especialistas (psicólogos, médicos forenses o periodistas), para resolver sus dudas. En un artículo publicado en Poynter, admitieron que “trabajaron durante casi un año” en el proyecto, y que mantuvieron un contacto constante con los especialistas, que les aconsejaron incluir mensajes de esperanza, no solo de desesperación, e insistir en que la ideación suicida se puede superar. Además, al principio del reportaje insertaron un mensaje de advertencia para que los lectores conocieran que la pieza se centraba en el suicidio y contenía detalles sobre las personas que se habían suicidado. A eso sumaron una frase dirigida a las personas con ideas suicidas o que podían conocer a alguien que lo estaba pasando mal, con un enlace directo a los recursos de ayuda.

Mensaje que The New York Times incluyó al inicio del reportaje para avisar de su contenido.
Mensaje que The New York Times incluyó al inicio del reportaje para avisar de su contenido.

Una de las dudas críticas de los periodistas era si mencionar o no el nombre de la página web. Hacerlo significaba regalar una enorme pero peligrosa visibilidad a un foro que promovía el suicidio, pero no hacerlo era ocultar una realidad evidente a las autoridades, que no conocían su existencia. Aquí responde Dance. “¿Cómo se puede llamar la atención sobre una página web concreta -con el objetivo de que los legisladores y los cuerpos policiales la conozcan- sin nombrarla?”, cuenta. Decidieron incluir el nombre de la web en la pieza, con el objetivo de denunciar lo que ocurría en el foro e incitar a las autoridades estadounidenses a cerrar la web. A día de hoy, laberinto judicial y competencial mediante, la web continúa abierta en Estados Unidos. Otros países como Alemania, Italia o Australia sí han restringido el acceso dentro de sus fronteras. En España, ese foro interactivo es accesible en la actualidad.

Otra de las dudas de los periodistas era si informar o no del método efectivo que algunos usuarios ayudaban a conseguir y a utilizar. Vuelve a responder Dance. “¿Cómo sopesas el riesgo de, quizá, introducir a personas vulnerables en un nuevo método de suicidio, con la oportunidad de denunciar a las personas que están vendiendo este producto online a menores de edad con relativa facilidad?”, se pregunta. Los periodistas decidieron incluir este detalle, para que los profesionales, las autoridades o las familias conocieran este producto. También denunciaron, con nombre y apellidos, a Diego Joaquín Galante y a Lamarcus Small, los propietarios de esta página web. “Esa fue la decisión más fácil de esta historia”, concluyen los autores.

Palabras que hieren

Informar del suicidio siempre ha sido, es y será difícil. Lo demuestra la ardua y extensa investigación de The New York Times, pero también los constantes debates en las redacciones de los medios de comunicación. Sin la formación y el conocimiento suficientes, crecen las dudas y las preguntas. A eso hay que sumar la presión del tiempo. El cronómetro, en la era dominada por internet y las redes sociales, vuela. Tic, tac. Tic, tac. Pero, en ocasiones, con ese insuficiente material en la mochila, sin ancla ni costumbre, el periodista debe enfrentarse a una hoja en blanco que tiene que completar con palabras. Por ello, acude a las personas afectadas por el suicidio en busca de un testimonio que de forma a la pieza. Historias humanas que sirven para componer una partitura en la que, con los acordes de la incertidumbre y de la prisa, resuena cualquier mínimo desliz.

Los psicólogos consultados para este reportaje recomiendan que el periodista comparta las preguntas con un especialista antes de realizar la entrevista. También destacan la importancia de documentarse, consultar la hemeroteca, tener empatía o pensar cuál es el objetivo de la pregunta. En la misma línea, recomiendan que el periodista envíe las preguntas a la persona antes de hacer la entrevista. “Esto permitiría poder anticiparse, conocer el enfoque. Con las preguntas en la mano pueden decidir a qué contestar y a qué no”, desarrolla la psicóloga clínica Esther González Jiménez. La periodista Carmen Sánchez Alegre, que perdió a su hermano Carlos por suicidio en el año 2018, comenta que “esa es la mejor forma para evitar cometer errores”.

Pero los periodistas, que no son perfectos, se equivocan.

Hay palabras que hieren y hay preguntas que duelen. Preguntas que buscan culpables, preguntas desde la curiosidad, preguntas que remueven las heridas y preguntas que preguntan por los detalles. Aquí va una serie de ellas.

¿Qué método utilizaste? ¿Qué te llevó a intentarlo? ¿Qué recuerdas del momento justo antes de hacerlo? ¿Cómo lo hizo? ¿No os dísteis cuenta? ¿No pudísteis evitarlo? ¿No vistéis nada?

Susi de León perdió a su hermano Juan de la Cruz en el año 1998 y a su marido Alberto en 2010. Ambos se suicidaron. Esta profesora de Geografía e Historia es a día de hoy la presidenta de Ubuntu, la Asociación Andaluza de Supervivientes por Suicidio de un Ser Querido. Al teléfono, recuerda un caso reciente en una entrevista con La Voz de Galicia. Aunque de León incidió en varias ocasiones en que “no quería que se centrara en los detalles escabrosos”, la periodista tituló el reportaje con ellos. “Nada más empezar a leer, fueron como dos puñaladas. Me abrió las heridas y me sentí totalmente vulnerable”, apunta la presidenta de Ubuntu. Pero, en un parpadeo, la periodista y el director de área modificaron la pieza y eliminaron todos los detalles, algo que de León agradeció por su rapidez y profesionalidad para corregir el error.

Los periodistas están acostumbrados a contar y a preguntar los detalles. Lo hacen amparados en la conocida regla de las 5W del periodismo, ahora ampliable a las 6W. Son la esencia de una noticia. ¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Cómo? Pero el suicidio, un rara avis, es diferente. “No hay que contarlo todo siempre, no hay que explicarlo todo siempre”, comenta al respecto Sandra Fernández Lombardia, periodista de La Nueva España. Sin embargo, son estos detalles los que duelen. Lo reconoce José Carlos Soto, que perdió a su hija Ariadna por suicidio en 2015. “A los supervivientes nos duele muchísimo cuando se dan los detalles. Siempre pienso en cómo se van a sentir las personas cercanas”, admite.

Xisca Morell es psicóloga y presidenta de la Asociación de Familiares y Amigos Supervivientes por Suicidio de las Islas Baleares (AFASIB). Fundó esta entidad en el año 2018, un año después del suicidio de su hermano Pep. “Nadie sabe cómo falleció mi hermano”, apunta, y aprovecha para sugerir la búsqueda de un punto de encuentro y la creación de espacios de trabajo compartidos con los periodistas. “Me niego a pensar que los periodistas que conocen las recomendaciones y no las cumplen lo hacen aún sabiendo que causan daño”, añade. Por su parte, De León incide en la responsabilidad de los periodistas. “Deben intentar huir del sensacionalismo y transmitir ayuda y esperanza”, cuenta. Coincide con ella Fernández Lombardia, que reivindica el derecho a equivocarse y a tener margen para mejorar en esta problemática.

Ponerse en la piel de una persona

La guía ‘Guidance for working with people bereaved by suicide’ (en español, guía para trabajar con personas que han perdido a un ser querido por suicidio), ofrece numerosas pautas para los periodistas a la hora de acercarse a una persona afectada por el suicidio. La sensibilidad, la prudencia, el respeto, el empleo de un lenguaje adecuado o la aportación de información sobre el formato o la duración de la pieza periodística destacan como consignas. “Las personas están ofreciéndonos la parte más delicada de su biografía. Confían en nosotros para que lo traslademos a la sociedad”, comenta González Ortiz. Y aquí, cualquier desliz, aunque sea mínimo, causa muchísimo dolor.

Rafael J. Álvarez, periodista de EL MUNDO, aporta más recomendaciones como valorar los silencios, no obsesionarse con el titular o rehuir de la simplificación. En definitiva, empatía y humanidad. “Se sientan delante de un desconocido que les va a preguntar sobre, posiblemente, el hecho más traumático de su vida”, cuenta. En la misma línea, Cristina Oriol, periodista de La Vanguardia, admite que “tienes que tener claro que esa persona está contando una experiencia dolorosa, que está verbalizando y reviviendo ante una desconocida”. Pero, por encima de todo, los especialistas consultados subrayan la importancia de ponerse en la piel de la persona. “Esta postura de cercanía ayuda a tratar con comprensión y respeto a la persona”, apunta la periodista y socia fundadora de la Asociación Papageno Sonsoles Rivera, que además dedicó su Trabajo Fin de Grado a este tema.

Javier Jiménez Pietropaolo, responsable del Equipo de Intervención Psicosocial de la Policía Nacional, mira en otra dirección: el después. “Los periodistas deben pensar que esa pieza van a leerla personas afectadas por el suicidio”, confiesa. El psicólogo y presidente de la Asociación Papageno Daniel López coincide con su colega. “El periodista puede hacerse una pregunta de este tipo: ¿Cómo me sentiría yo con esta noticia si fuera yo quien apareciera en ella?”, relata. Aquí, Álvarez confiesa una costumbre rara vez vista en el periodismo. Cuando aborda temas delicados, envía a cada entrevistado su parte del texto, sus comillas, antes de publicar la pieza. “Lo último que quiero cuando publico un tema es herir más al protagonista de la historia”, admite.

El periodista de EL MUNDO lo hizo, por ejemplo, en un reportaje reciente sobre las listas de espera en España. Reconoce que esta costumbre favorece su tranquilidad pero, sobre todo, la de los entrevistados. “La reacción más importante no es el número de visitas o lo bien ubicado que esté en la página web, sino la reacción que provoca en los protagonistas”, detalla. Pero esta rareza también es demandada por los supervivientes. Xisca Morell y Susi de León comentan que, cuando aparecen en prensa escrita, suelen pedirle al periodista revisar el texto antes de que se publique. La presidenta de AFASIB señala que, hasta ahora, “todos” los periodistas lo han hecho, algo que aplaude sabedora de que esta práctica no suele ser habitual en este gremio.

Pero en la vida hay consignas que merece la pena romper.

Entremos ahora en un detalle crucial en cualquier entrevista: el canal por el que se realiza. Como es lógico, no es lo mismo hablar con alguien por teléfono, hacerlo en persona, acudir a un estudio de radio o plantarse ante las cámaras de televisión. Las diferencias, lenguaje no verbal incluido, son evidentes. Preguntada por ello, Morell prefiere la radio en directo. “No tengo que revisar nada, ni preocuparme por mis palabras ni por las cámaras”, cuenta. De León, en la misma línea, prefiere los medios audiovisuales porque ahí puede controlar el camino de la entrevista. Por su parte, Olga Ramos recuerda su primera experiencia en la radio con constantes interrupciones. “Todo pasó muy rápido”, cuenta.

Y es el tiempo, las agujas del reloj, otra de las claves demandadas por las personas afectadas por el suicidio. Para Ramos, defrauda que una entrevista pueda durar horas, pero que solo aparezca durante unos minutos. En el suicidio, un problema escondido que en los últimos años ha encontrado más protagonismo en los medios, cada minuto es oro. Incluso, cada segundo. “Echo de menos que los medios dediquen más tiempo, una entrevista larga y profunda en la que se toquen todos los temas”, reclama José Carlos Soto. Porque esos minutos pueden servir para poner en palabras su historia, para transmitir un mensaje de esperanza, para desmentir algunos mitos, para explicar cuáles son los factores de riesgo o las señales de alerta de la conducta suicida o para, simplemente, hablar. Son minutos de vida.

Tu vida en un escaparate

Pero esa exposición, antes, durante y después de cada intervención, es un momento difícil para las personas afectadas por el suicidio. Es, en ocasiones, a cara o cruz. Una ruleta rusa en la que decide la suerte. Si el periodista no conoce las recomendaciones, puede meter la pata y, sin querer, hacer mucho, mucho daño. “Hay que tener en cuenta que alrededor de un suicidio hay muchísimo dolor”, apunta el periodista Gabriel González. En la misma línea, Esther González subraya que “hay que tener en cuenta que esa persona está atravesando una situación complicada”. Por su parte, Daniel López destaca la importancia de que esa persona participe solo cuando sienta que está preparada para hacerlo. “Que no se sienta presionada para hacer la entrevista, ni coaccionada para no hacerla”, recomienda.

Los profesionales consultados aconsejan que la persona afectada realice una entrevista previa con un especialista antes de aparecer en los medios de comunicación. “Esa preparación puede ayudar a la persona a reconocer si está preparada para hacer público su dolor y saber qué líneas desea retratar en la entrevista y qué desea evitar que se haga público”, insiste López. Ya en harina, el presidente de Papageno sugiere que la persona tenga claro cuáles son los motivos de su intervención. “Si quiere que le ayude a continuar con su proceso de duelo o también quiere ayudar a otras personas”, esgrime. Por su parte, Javier Jiménez comenta que esa entrevista previa “sería una situación ideal”. El psicólogo clínico aporta otra recomendación dirigida al profesional, para que comparta espacio con la persona o, terminada la entrevista, se quede con ella para ver cómo se ha sentido durante ese momento y apoyarla.

Por otro lado, Xisca Morell subraya el sentido de exponerse. Como presidenta de AFASIB, ha sido un auténtico faro, una luz en la esperanza, para las personas que han perdido a un ser querido por suicidio. “Lo bonito sería que, si lo leéis dentro de un año, suscribáis todas las palabras”, les dice. Esas intervenciones, continúa Morell, deben ser una experiencia positiva para el duelo. “Que mi historia sirva. No salimos por nosotros, salimos por los demás”, concluye. Carmen Sánchez Alegre recomienda que la persona sea consciente de la posición en la que está y a qué puede enfrentarse. “Que analice todos los factores antes de exponerse”, cuenta. Porque, aunque el fin merece la pena, prosigue Sánchez, la persona también debe cuidarse.

María de Quesada aporta otra recomendación a la hora de aparecer en los medios de comunicación: prever las situaciones que pueden ocurrir. El trabajo previo, sea de forma individual o en comunidad, puede evitar ciertas situaciones incómodas. La periodista también mira a sus compañeros de profesión con una advertencia: no responder a ciertas preguntas. “Tenemos todo el derecho a no hacerlo”, cuenta. Por su parte, Susi de León incide en evitar exponerse e intentar ayudar a otras personas. “Cuando tú pones tu vida en un escaparate, tienes que tener muy claro por qué lo haces”, insiste. Ella, que admite haber cerrado el duelo por su hermano y por su marido, reconoce que, a veces, cuando termina una entrevista, “está temblando”. Sánchez coincide con ella. “Después de cada entrevista, me quedo echa polvo”, admite.

No es algo que escape a otras personas entrevistadas para este reportaje. De Quesada y Sánchez coinciden en otra recomendación crucial: descansar, alejarse durante un tiempo de los medios, darle al botón de pausa. “Te dejan tocada, en ocasiones te absorben la energía”, reconoce Sánchez. Porque revivir duele. A pesar de todo, las entrevistadas coinciden en que la mayoría de las experiencias han sido positivas. “Siempre nos han tratado con muchísimo respeto”, apunta por su parte Olga Ramos. Pero de Quesada, que conoce cómo funcionan los medios, exige precisión con las cifras y tener cuidado con la alarma social. “Hay que pensar en cómo afecta a las personas vulnerables”, remata.

Palabras vacías

El tabú que envuelve al suicidio también afecta al duelo. Susi de León lo define con una frase. “El duelo por suicidio es devastador”, apunta. Elementos como la culpa, el estigma, la incomprensión o las preguntas sin respuesta se instalan en las personas que se quedan. “Cuando pierdes a un ser querido por suicidio, tu vida también se detiene, es un shock tan traumático que te sales del mundo”, añade la gaditana, que en el año 2016 publicó el libro ‘Amazona en la centella. Una bolsa para afrontar el duelo’. Ahora, más de un lustro después, reconoce que escribir fue realmente terapeútico. Y el duelo también sirve para conocer una realidad que escapa a los ojos de la sociedad. Carmen Sánchez Alegre lo cuenta en su libro ‘¿Hablamos del suicidio?’, cuando el día después del suicidio de su hermano Carlos descubrió las cifras del número de suicidios en España. “¿Cómo siendo tan abrumadoras no sabíamos nada sobre ello?”, se pregunta para evidenciar el desconocimiento.

Porque de lo que no se habla no existe.

Olga Ramos expresa la misma idea. Tras el suicidio de su hija, ella y su marido José Carlos empezaron a leer todo lo que caía en sus manos. “No dabamos crédito a las cifras. ¿Tantos? ¿Cómo es posible?”, se pregunta al otro lado del teléfono. Algo similar le ocurrió a Xisca Morell, que desde el suicidio de su hermano quiso entender qué es lo que había pasado y empezó a formarse con continuos viajes a Madrid. La información, vital, supone un auténtico golpe de realidad para las personas que han perdido a un ser querido por suicidio. E incluso, como reconoce Ramos, a veces son las propias personas las que descubren este inhóspito mundo al periodista. El desconocimiento, clave para entender la magnitud del problema, traspasa todas las fronteras.

El duelo por suicidio afecta, según varios estudios, a al menos seis personas de forma directa. Y el tabú, palabra clave para entender este problema, es un muro que hace más difícil que sus seres queridos expresen cómo se sienten. Lo cuenta la psicóloga Esther González. “Es algo de lo que nadie habla, y eso dificulta mucho que la persona pueda romper con ese silencio en su entorno”, cuenta. A ello se suman las carencias del sistema, como denuncia Susi de León, en la que destaca la ausencia de un Plan Nacional para la Prevención del Suicidio. A pesar de varias promesas para ponerlo en marcha, con varias proposiciones no de Ley incluidas, España no cuenta en la actualidad con esta herramienta imprescindible y demandada por numerosas asociaciones.

Cuidar al que informa

Nadie está preparado para afrontar una pérdida por suicidio, pero conocer esta realidad silenciada provoca un cambio total en la vida de miles de personas. A su lado, encontramos a las personas que, cada día, trabajan en la prevención del suicidio. Sergio Tubío es bombero y coordina la unidad de intervención en tentativas de suicidio del Ayuntamiento de Madrid. Tubío, en una entrevista en La Razón, reconoce que ellos también son vulnerables. “Nuestro traje no nos protege de todo, no es el de Superman”. El especialista menciona la importancia de trabajar con psicólogos y de pedir ayuda, algo fundamental en situaciones de riesgo y de estrés postraumático para cuidar al que cuida.

Mercedes Cavanillas, psicóloga de emergencias, incide en la importancia de cuidar a todos los profesionales. Y también, claro, al periodista que escribe sobre este tema. “Les recomiendo lo mismo que a los profesionales”, cuenta, y detalla que esa prevención consta de tres fases. La primaria (antes), para descubrir qué tipo de historias pueden afectar más al periodista y qué tipo de emociones pueden surgir. La secundaria (durante), para tener claro el objetivo y el guion, por ejemplo, en una entrevista, en la que el periodista se puede ver desbordado por las emociones. “No pasa nada por pedirle a la persona un momento de pausa. Incluso lo pueden agradecer”, prosigue. Por último, la prevención terciaria (después) sirve para poner nombre a las emociones que sientes, para desconectar haciendo algo que te guste o para contar cómo te encuentras a alguien de confianza, concluye Cavanillas.

En la misma línea, su colega Esther González aconseja al periodista conocer de antemano cómo le puede afectar el testimonio de otras personas y, además, contar con alguien en el que apoyarse, algo que también subraya el psicólogo clínico Javier Jiménez. Por su parte, Gabriel González admite las emociones que aparecen en el propio periodista. “Te contagias del sufrimiento cuando conoces la historia”, cuenta. Además, el navarro confiesa que su experiencia con este tema le ha aportado “numerosas enseñanzas vitales, que te ayudan a crecer como persona”. Como vemos, el periodista se puede ver afectado cuando aborda un tema como el suicidio. De ahí la importancia de cuidar al que cuida y de cuidar al que informa.

La vía de las redes sociales

Los medios de comunicación han encontrado en las redes sociales una nueva vía de información. Twitter, Instagram o TikTok son una fuente constante para los periodistas, que generan noticias a partir de lo publicado en el limbo de internet. Ahí, en ese mundo infinito, la salud mental y el suicidio han ganado poco a poco su sitio. Algunas personas, famosas y no famosas, han aprovechado las particularidades de las redes para abrirse y contar su historia. “Las redes han modificado la forma de comunicarnos o, incluso, de compartir nuestros sentimientos o emociones”, explica la psicóloga y co-directora del Proyecto ISNISS Eva María Carretero. El anonimato, el miedo a la reacción de sus seres queridos, el estigma, la búsqueda de compresión y apoyo o la intención de ayudar a otras personas justifican estos testimonios.

Una de esas personas es Mirna, que el martes 19 de febrero de 2021 decidió contar su historia. “Lo hice, sin más. Un día me lancé y lo hice”, cuenta. Mirna explica que su intención era mostrar una realidad desde la compasión. “Hacerlo solo me ha traído cosas buenas, pero creo que hay que estar muy, muy preparado para ello”, reconoce, además de insistir en un mensaje imprescindible para la prevención del suicidio: hablar de ello. Preguntada por su experiencia con los periodistas, pone el ejemplo de una noticia que La Información publicó para contar su historia. “Me pareció que estaba muy bien escrita, y me gusta cuando el periodismo ofrece historias que arrojan esperanza”, admite. Sin embargo, se sintió extraña porque el periodista no contactó con ella. “Me sentí algo ultrajada”, concluye.

La aparición del suicidio en las redes sociales tiene, como en todo, puntos positivos y negativos. La trasmisión de historias de superación, como ese hilo de Mirna, ofrecen un mensaje de esperanza y llegan a miles de personas. Podrían definirse como historias de vida. Pero los periodistas también tienen que cumplir ciertas recomendaciones. Entre ellas, detalla Carretero, están evitar describir el método empleado, ser cuidados con las imágenes, no buscar la exageración o el sensacionalismo o no compartir enlaces a páginas webs que promueven el suicidio. La empatía, la sensibilidad o la responsabilidad se colocan, de nuevo, como las consignas a seguir.

Rigor, respeto y responsabilidad

El periodista Gabriel González Ortiz tiene una regla de oro a la hora de informar sobre el suicidio. Lo define como la regla de las 3R: rigor, respeto y responsabilidad. Tres cimientos imprescindibles en cualquier información, pero que cobran una mayor importancia cuando se aborda un tema especial y delicado. “Tienes que intentar ponerte en el lugar de muchas personas antes de escribir siquiera una frase”, cuenta. Cuando se trata de una noticia, admite que entran muchísimas dudas y muchísimas preguntas: ¿Lo publicamos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué publicamos y qué no publicamos? El suicidio, que tiene una casuística muy variada, es impredecible. A eso hay que sumar la posible vulneración del derecho al honor y del derecho a la intimidad. “Hay que andar con pies de plomo”, concluye González Ortiz.

Esa es la primera R.

El periodista Jose Ruiz conoció a María de Quesada a raíz del taller titulado ‘Comunicar el suicidio en los medios de comunicación. Un cambio de paradigma’, que la periodista y sobreviviente impartió en noviembre de 2020. Por motivos de trabajo, no pudo seguirlo en directo, pero cuando lo vio se quedó con algunas dudas. Contactó con María para entrevistarla y ella aceptó. “A la hora de decidir qué le preguntaba, se me pasaba todo el rato por la cabeza la idea de que no quería incomodarla con ninguna cuestión”, afirma. La entrevista, prosigue Ruiz, buscaba ser una guía para los periodistas, y aborda temas como la falta de formación o las dificultades de sus colegas para informar sobre este tema.

Por su parte, Cristina Oriol detalla lo que le ha aportado conocer el problema del suicidio. “Me ha permitido romper con todas las ideas preconcebidas que llevaba de casa y abordarlo de una manera más empática y precisa”, confiesa la periodista de La Vanguardia. La psicóloga Esther González aporta otra idea para los profesionales de los medios de comunicación. “Hay que saber quién está detrás de la noticia. Hay que informar, pero hay que cuidar”, relata. Aquí, el objetivo es no aumentar el dolor de la persona y de sus seres queridos. En ese momento tan difícil, el periodista debe ponerse en la piel de las personas. Morell lo define a la perfección. “¿Y si te pasa a ti? Imagínate que te pasa a ti. Imagínate que es tu hija”, cuenta.

Esa es la segunda R.

Los periodistas tienen una enorme responsabilidad cuando informan sobre el suicidio. El peligro del efecto contagio, el impacto sobre las familias o la enorme capacidad de prevención de los medios de comunicación son algunos elementos a tener en cuenta. El psicólogo Daniel López subraya la importancia de cumplir con las recomendaciones, sobre todo en el caso de las personas famosas. Su compañera Esther González apunta una frase vital: “Cuida las palabras, cuida las imágenes”, aconseja. Por último, González Ortiz destaca el peligro de desprestigiar a su profesión con ciertas informaciones, además de añadir un daño innecesario a las familias. El objetivo, aquí, es claro y sencillo: no aumentar el dolor.

Esa es la tercera R.

Las imágenes, otro dilema para el periodista

Si informar del suicidio siempre ha sido, es y será difícil, también lo es ilustrar una información sobre el suicidio. A los problemas ya conocidos se suma la dificultad para encontrar una imagen apropiada, sobre todo en la elaboración de una noticia o en las piezas emitidas en la televisión. Por no hablar, claro, del universo infinito de las redes sociales y el perfil de sus usuarios. “Hay que ser muy cuidadosos con las imágenes que utilizamos, ya que pueden llegar a causar daño o incluso activar o provocar deseos de autolesión o de suicidio en personas vulnerables”, afirma Carretero. La prudencia es una virtud vital en este escenario, ya que el periodista debe ponerse en la piel de las personas que conocen la realidad del suicidio antes de darle al botón de publicar.

Xisca Morell recuerda un caso reciente ocurrido en Mallorca. El diario Última Hora publicó una noticia sobre el intento de suicidio de una menor de 14 años, en la que se detallaba el método y el lugar empleados. [Advertencia: la imagen que aparece en esta noticia puede herir la sensibilidad]. La pieza estaba ilustrada por una fotografía de los equipos de emergencia ayudando a la menor, que tenía la cara pixelada. “En estos casos, pienso inmediatamente en cómo estará esa persona y su familia”, apunta Morell. Además del dolor de esa persona y de sus seres queridos, las imágenes permanecen para siempre en internet y circulan sin control por las redes sociales. “Incluso hay niños que ven esas imágenes”, reflexiona la presidenta de AFASIB.

Las dificultades se multiplican en las noticias que informan sobre un intento de suicidio. Aunque las recomendaciones defienden que estos sucesos no deben ser noticia, los medios de comunicación publican casi a diario noticias que beben de una nota de prensa elaborada por la Policía o por la Guardia Civil. Con un tono de heroicismo, a veces incluyen la fotografía de la persona que ha intentado suicidarse (de espaldas, por ejemplo) o el lugar concreto donde lo ha hecho, detalles siempre evitables. Incluso, los medios suelen dar protagonismo a los agentes que han evitado un suicidio con una entrevista días después del suceso. “Igual estamos poniendo en riesgo la recuperación de una persona por algo tan estúpido como hablar con los policías que la rescataron el día anterior”, apunta de forma crítica Fernández Lombardía.

Porque, como comenta la periodista de La Nueva España, hay veces que las fotografías aportan más información que el texto. Por eso, apuesta por fotografías genéricas para alcanzar ese deseado pero muchas veces imposible término medio. González Ortiz insiste, de nuevo, en la importancia de la empatía y de ponerse en la piel de la persona. “Las familias acaban de conocer la realidad del suicidio”, reflexiona, y recomienda abordar la problemática general en vez de el caso por caso. Por último, Fernández apunta otro detalle: cómo conocen las familias que su ser querido ha intentado suicidarse o, incluso, que ha fallecido. Ha habido casos, contados, en los que la familia ha conocido el caso a través de los medios o de las redes sociales, algo que supone un dolor añadido al ya existente y que requiere de mucha prudencia.

Palabras que abrazan

El profesor Rudolf Bilz realizó el llamado ‘experimento de la esperanza’ en el año 1987. Introdujo a una rata en un cubo de agua cerrado para conocer cuánto tiempo sobrevivía. De media, una rata deja de nadar y fallece pasados unos veinte minutos, mermada por el pánico y por el estrés, no por el cansancio físico. La primera rata falleció, pero Bilz introdujo en el mismo cubo de agua a una segunda rata. Sin embargo, antes de que pasaran esos veinte minutos, arrojó un trozo de corcho. La rata se aferró a él y consiguió salvarse. Al día siguiente, el investigador repitió el experimento con la misma rata. Pero, esta vez, no tiró ningún corcho al agua y la rata nadó durante 80 horas. “La rata esperaba ser salvada, ser rescatada, salir de ese atrapamiento, sobrevivir”, cuenta el psicólogo clínico Miguel Guerrero en su propio hilo de Twitter. Ocurre lo mismo con el suicidio, un problema prevenible.

En mayo de 2021, Sandra Fernández Lombardía y Elena Fernández-Pello, periodistas de La Nueva España, publicaron el reportaje titulado ‘Suicidio, la muerte invisible’ sobre la Asociación Abrazos Verdes, que se dedica a la atención a las personas en duelo por suicidio en Asturias. Lombardía cuenta que en las entrevistas a los supervivientes quería sacar el tema de la recuperación. “Siempre nos centramos mucho en el drama y en la tristeza, pero quería que me hablaran de cómo estaban ahora”, explica. Y en eso también consiste la prevención del suicidio. Lo cuenta María de Quesada, que incide en la necesidad de pedir ayuda y de agarrarnos a una rama en los momentos difíciles. “Se puede salir”, afirma la autora de La Niña Amarilla.

Uno de esos corchos, una de esas ramas, uno de esos flotadores, son los grupos de ayuda mutua. Son espacios a los que acuden las personas que han perdido a un ser querido por suicidio para compartir sus sentimientos, emociones y vivencias con otras personas que han pasado por lo mismo. “La primera vez que fui a un grupo de ayuda mutua no sabía ni para qué iba”, cuenta Olga Ramos. Ese día, su primer día, no pudo decir ni una palabra. Hoy, reconoce que asistir a un grupo de ayuda mutua ha sido nuestra tabla de salvación, hablando por ella y por su marido José Carlos. Ella tiene una frase vital para definir la importancia de los grupos de ayuda mutua. “Dos supervivientes no necesitan hablar. Solo con mirarse ya se entienden, saben de su dolor, de su tristeza, de sus dudas y de sus sentimientos. Por desgracia, todo eso lo reconocemos en nosotros mismos”, relata.

Xisca Morell expresa una idea similar a la que transmite Ramos. Cuenta que la conexión en los grupos de ayuda mutua es instantánea: con una mirada es suficiente. “Se genera un vínculo de comprensión brutal”, afirma. La psicóloga va más allá y explica que, a pesar de ese tremendo dolor, “eres capaz de apoyar y de ayudar a otra persona, y paradójicamente eso es lo que te sana a ti también”. En estos grupos, la persona deja de sentirse incomprendida, excluida, sola. La persona encuentra un oasis en el que la escucha activa, la empatía o la esperanza mandan. La persona encuentra unos ojos que la entienden, unas palabras que la abrazan. Un corcho al que agarrarse en un duelo que es como una montaña rusa.

Susi de León recomienda que cada persona viva el duelo al ritmo que necesite. En ese proceso, la presidenta de la Asociación Ubuntu también destaca la importancia de los grupos de ayuda mutua. “Cuando ayudas a otras personas, te ayudas a ti misma”, afirma, además de pedir un mayor esfuerzo de la administración. Los problemas no perduran para siempre y el suicidio queda a veces definido como una decisión permanente para un problema temporal. María de Quesada lanza al agua, a la vida, su propio corcho. “Cuando estás en esa situación, crees que nunca va a pasar. Piensas que ese sufrimiento es para siempre y que no vas a salir de ahí”, explica. Pero sí, se puede salir. Habla. Pide ayuda. Vive.

Si estás pasando por un mal momento, puedes encontrar apoyo en el teléfono 024 o en el Teléfono de la Esperanza (717 003 717) si resides en España. Además, en este enlace puedes localizar más asociaciones a nivel nacional o regional y aquí encontrarás un buen número de recursos de ayuda a nivel internacional.

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Guillermo Córdoba Santos

Periodista creativo interesado en los temas sociales y en la prevención del suicidio. Adoro el snooker, la música y la reflexión.