Todo empieza con un poco de empatía

Hombres, género y equidad
4 min readSep 21, 2015

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Imagen tomada de: http://twigastrategy.com/twigaweb/wp-content/uploads/2014/07/Empathy.jpg

Muchos hombres nos hemos negado por años a hablar de temas de género. Para muchos de nosotros el término “equidad de género” hace alusión a luchas de movimientos feministas radicales que nos odian, nos tienen envidia y, tras de ello, se niegan a aceptar cosas que son “apenas naturales” en una sociedad (ej. que la mujer es ama de casa, que su instinto es el de madre protectora, que nosotros vemos fútbol y ellas ven novelas en la televisión). Parte de ese “aversión” puede también explicarse por la alianza (necesaria o no) que han hecho muchas de las intelectuales feministas con doctrinas de izquierda y, por ende, con el “comunismo”, los “enemigos de la democracia” y los “simpatizantes del terrorismo”. Creo entonces que muchos hombres nos negamos a hablar de equidad no solo por desinterés, sino por algo de temor.

Hay varias preguntas que surgen de esta especie de diagnóstico (sin duda simplista) y que me gustaría poner sobre la mesa: 1) ¿es importante/relevante hablar de equidad de género?; 2) ¿es este un tema que compete hombres (y no solo a mujeres)?; 3) ¿tiene fundamentado el temor a las feministas? Todos son interrogantes que me gustará abordar en futuras entradas del blog y que demandarán la puesta en práctica de reflexiones conceptuales, teóricas y personales sobre nuestras creencias, prejuicios y, desde luego, sobre nuestros sentimientos (como hombres) frente al tema. Hago estas aclaraciones pues a pesar que crea que existen elementos éticos asociados al ‘cambio el chip mental’, es difícil pensar en una transición si se plantea como un imperativo moral; al fin y al cabo, si bien es evidente las mujeres son victimizadas en muchas dimensiones de la sociedad (razón que motiva la apertura de este espacio), es igualmente relevante poner sobre la mesa la estructuras (sociales, culturales) que aprisionan (sin decir que justifiquen) al victimario. Puesto en términos sencillos, muchos hombres somos machistas no porque seamos malas personas (claro, pongo acá la excepción de los extremistas que acuden a la violencia explícita), sino porque existe una tendencia cultural (y que hay que cuestionar y revertir) para que reproduzcamos algunos comportamientos que obstaculizan la equidad.

Dicho lo anterior, me gustaría aprovechar esta especie de introducción para empezar a motivar el diálogo. Y para ello invito a mis congéneres a que nos detengamos por instante y nos imaginemos que implica ser una mujer en nuestra sociedad. Por ejemplo, según datos del informe de la Misión de Equidad y Movilidad Social, en Colombia 9 mujeres son agredidas sexualmente cada hora, siendo el grupo más afectado las niñas entre 10 y 14 años; de hecho, el 93% de los casos de violación sexual reportados son femeninos. Los comparativos a nivel región son alarmantes; según el Banco Interamericano de Desarrollo en nuestro país el 40% (casi 1 de cada 2!!!!) de las mujeres reportan haber sufrido alguna vez algún tipo de agresión por parte de su pareja, dato que solo es opacado por el cruento caso de Bolivia (53%). La violencia tácita (o simbólica) se hace evidente cuando persisten brechas favor de los hombres en temas salariales (en el empleo inicial la brecha es del 25%), de acceso a la justicia y de una (aun) baja participación femenina en las dinámicas electorales a nacionales. Visto desde cifras de percepción, la Encuesta Mundial de Valores (WVS) revela que casi 1 de cada 3 hombres (la cifra es 27,4%) afirma estar de acuerdo con que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres[1] y 1 de cada 5 con lo propio en el tema de liderazgo en el mundo empresarial.

Vuelvo entonces al título que le he dado a esta entrada; todo empieza con un poco de empatía (ver un experimento relevante sobre el tema). Si los hombres nos diéramos a la tarea de ponernos por un segundo en la situación de millones de mujeres en nuestra sociedad y de imaginarnos que es vivir en un país que irrespeta su intimidad, su integridad y sus derechos sociales, políticos y económicos, solamente por no ser hombres, estaríamos dando ya un gran paso hacia la lucha por la equidad. Ahora, nada de eso quiere decir que los hombres no podamos ser también presa de discriminación en diferentes ámbitos sociales. Tampoco equivale a doblegar la masculinidad (pero si, eventualmente, a re-definirla) ni mucho menos acusar al género masculino de todos los males que afectan a las mujeres. Son muchos los matices, las aristas, los peros y los cómos, y que solo podrán ser abordados si enfrentamos el debate con cordura, transparencia y respeto. Mi invitación es a desafiar paradigmas!!!

Por: Juan David Parra

[1] A modo de referencia, el dato promedio de los países latinoamericanos encuestados es 23.7%, con casos relativamente bajos como Perú (18,9%) y Uruguay (8,3%).

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