En defensa del cine de superhéroes

J. Lluch
4 min readFeb 26, 2016

Está comenzando a asentarse entre los aficionados al cine la idea de que las películas de superhéroes son cine-producto ultracomercial, de que son prácticamente lo opuesto al arte. Sin embargo, no podemos olvidar que el género de superhéroes no es un género de verdad, y por lo tanto, siempre convivirán películas puramente palomiteras con obras de calidad, de mensaje y buena factura.

En realidad, podemos encontrar desde hace años este tipo de críticas, sobretodo tras películas especialmente decepcionantes como Spiderman 3 o Daredevil, pero el punto de inflexión lo marcó el año pasado Alejandro González Iñárritu con su película Birdman, en la que, entre otras, hacía diana en las películas de la factoría Marvel-Disney y su capacidad para producir masivamente. No se le puede culpar, es cierto que el modelo de “película-tomo” (aquellas en que necesitas ver toda la colección para captar la historia completa) parece estar agotándose, como lo hizo en su momento el cine del oeste o el de catástrofes, y viendo los títulos que están por venir, parece que será sustituido por adaptaciones de mangas o de videojuegos. Pero me temo que reducirlo a eso sería simplista y probablemente, alejado de la realidad. Y es que el cine de superhéroes no es un género. Lleva habiendo películas de este estilo desde los años 50 del siglo pasado, cuando apareció el Superman de George Reeves (no confundir con el de los 70 de Christopher Reeve) y desde entonces hemos tenido adaptaciones para la pequeña y la gran pantalla, muchas de ellas de gran calidad. No debemos olvidar obras como Batman de Tim Burton, o X-Men de Bryan Singer.

Los superhéroes son un aspecto más del cine fantástico, y en nada se diferencian en realidad de las películas de protagonistas con habilidades especiales, como la saga Bourne o Matrix. Decir que una película de superhéroes no puede ser una obra de arte sería como decir que la adaptación de El Señor de los Anillos de Peter Jackson es “demasiado comercial para ser buena”. La valoración del arte no puede venir nunca de estándares tan elitistas. Muchos estudiosos han comparado a los superhéroes con los héroes mitológicos de la Literatura Griega y Latina, y no se puede negar que existe una gran similitud. Si a Hércules o a Perseo les quitamos su faceta religiosa, nos quedan unos tipos con poderes que va por ahí eliminando monstruos y protegiendo a la humanidad. No es una casualidad; ambos arquetipos representan la voluntad del ser humano por lograr lo imposible y superar sus limitaciones materiales. Es un rasgo absolutamente íntimo de nuestra cultura.

Lo cierto es que en la actualidad vivimos una época dorada para el cine de superhéroes, pero esto tiene una explicación muy lógica, apartada de la idea de que Hollywood ha seleccionado una mina de oro que va a explotar hasta agotarla. Para comprender un poco el fenómeno, tenemos que echar mano de la historia. Los cómics de superhéroes aparecen en los años 30, y rápidamente tienen un gran éxito entre los estadounidenses. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, el público adulto deja de ser el objetivo de las editoriales, ya que, por motivos obvios, aparece una corriente materialista muy ligada a la American Way of Life y que durará hasta los años 80, cuando autores como Frank Miller o Alan Moore diseñarán obras enfocadas de nuevo para ellos, que relanzarán la popularidad masiva de este medio. Es por ello que pocos años después aficionados como Tim Burton se atrevieron a realizar adaptaciones de sus personajes favoritos. Y así llegamos a los años 10 del siglo XXI, cuando se produce una gran confluencia que dará lugar al estado actual del cine de superhéroes. En primer lugar, la compra por parte de Disney de la editorial Marvel, que permite realizar el antiguo sueño de sus creadores de producir un universo cinematográfico semejante al existente en los cómics. En segundo, la aparición de una generación de cineastas que han crecido durante el renacimiento del cómic, muy familiarizados con el material y capaces de hacer obras de calidad fieles al espíritu de sus personajes.

El estado actual del cine con superhéroes no se debe únicamente a la avaricia de grandes productoras, sino al cariño de numerosos artistas hacia sus influencias, que entienden que las películas de acción y aventuras no son necesariamente entretenimiento descerebrado de usar y tirar, así como no todo el cine de calidad es de Terrence Malik o David Lynch. Solo así podemos explicar la aparición en los últimos años de películas tan estupendas como El Caballero Oscuro, El Capitán América: El Soldado de Invierno o la más reciente Deadpool, las cuales, cada una en su estilo, consiguen con éxito hacer sentir a la audiencia aquello que se proponen, conscientes de sus temas y sus dinámicas. Lo mismo puede volver a ocurrir: siempre se ha dicho que el cine de calidad de videojuegos es una quimera, pero aquí viene una generación de cineastas que han crecido con ellos y los entienden como la anterior entiende los cómics. Y este año se estrenan Warcraft y Assassins Creed.

--

--