Androides y lucha de clases: el idealismo y la ausencia del materialismo dialéctico dentro del arte Ci-Fi

Sobre cómo abordar el subgénero cyberpunk en nuestro siglo yendo más allá de William Gibson y Philip K. Dick.

Joan Escritor
6 min readOct 10, 2021

¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? es para el subgénero cyberpunk lo que para la fantasía épica es El Señor de los anillos o para el drama El niño con el pijama de rayas, una novela que todo el mundo recomienda, que se vende por unos 10€ en Fnac y que casi nadie ha leído. Aunque ese no es el tema de esta entrada. Luego de disfrutar (sí, disfrutar) de la película Blade Runner 2049, a cargo de Marvel, y del videojuego Fallout 4, de Bethesda, ambas imbuídas por ¿Sueñan los androides… hasta el tuétano, puedo sacar en conclusión una sóla cosa: no sabemos cómo diablos llevar el tema de la conciencia y los sentimientos en androides (encontrados, contradictorios, negados por una fuerza mayor en forma de programación, desorientados, perseguidos, lo-que-sea), pero sí sabemos cómo acaba la cosa de que los oprimidos tengan conciencia, sentimientos y sensación de unidad: rebelión, rebelión y rebelión. Pero eso último tampoco sabemos cómo llevarlo. Y claro está, pasa lo que pasa, nos encontramos ante obras dignas que podrían haber sido algo más, pero que sólo se han quedado en un montón de chatarra emocional con rebeliones más parecidas a un sábado cualquiera de la España del Siglo XX que, por ejemplo, a la revolución haitiana de 1791, la insurrección de Asturias de 1934, o si se prefiere algo más moderno, la guerra civil nigeriana de 1967.

Como confesión he de decir que en donde más he disfrutado del abordaje de esta problemática ha sido en el videojuego Fallout 4. La facción del Ferrocarril, una mezcla entre socialistas utópicos y los Men In Black, que da como resultado a un grupo clandestino y paranoico de chalados con el único objetivo de pescar androides huidos del Instituto (un conjunto de sociopatas que llevaron el tema de no querer fregar y limpiar los platos rotos demasiado lejos), borrarles la memoria y darles una nueva identidad, con el fin de que puedan pasar desapercibidos dentro de la sociedad humana y no ser atrapados por los agentes -androides también- del Instituto. La cosa se salda con una pequeña rebelión en el cuartel general, donde el protagonista tiene que nutrir de armas a los androides, que están preparados para la guerra y… Ya. El mérito de Bethesda es haber llevado algo más lejos que el film Blade Runner 2049 el asunto de la rebelión de los androides, que sólo Dios sabe si pretenderán hacer una nueva película, pero nada más. La lógica, los esfuerzos para la rebelión, la lucha prolongada, sus vaivenes, contratiempos, divisiones en el campo oprimido y durezas no existen, mucho menos la inevitable guerra civil. Todo cae, como lo imaginaron los socialistas utópicos, de repente, sin demasiado esfuerzo y teniendo como única bala la irrupción revolucionaria de cada oprimido, que obviamente está en la casa del amo, como enemigo interno, obrero de toda la producción, bla, bla, bla.

Esto provoca una pérdida considerable del realismo futurista, y con ello, del cyberpunk propiamente dicho (aunque Fallout 4 sólo entra por momentos en el subgénero). Los escritores, guionistas y departamentos creativos se han esforzado demasiado tiempo en el apartado tecnológico del futuro distópico, dejando de lado a su vez el apartado socio-económico y abandonando lo más fundamental: la lógica material en todo esto. La revolución androide no puede pasar por otro lado disntinto que por los mismos cauces que ha transcurrido la humanidad en sus diferentes revoluciones, excluyendo quizá el tema de la necesidad de vender sus fuerzas para sobrevivir -no necesitan agua o comida, simplemente energía para funcionar y para clonarse y repararse-. Tener en cuenta estos aspectos, el desarrollo de, por decirlo de manera suave, la lucha de clases en el campo androide, humano y en ambos a la vez, es una necesidad urgente del cyberpunk en concreto y de la Ci-Fi en general para renovarse (apartando a los androides, la inteligencia artificial desbocada o lo que se nos venga en gana, también). En esta dirección apunta el heredero legítimo de J.R.R. Tolkien, George R.R. Martin, cuando balancea la obra del africano:

Gobernar es difícil. Esa sería quizás mi respuesta a Tolkien, alguien, pese a lo mucho que admiro, que creo que se puede equivocar. El señor de los anillos tiene una filosofía muy medieval: si el rey era un buen hombre, la gente prosperaría. Miramos a la historia real y no es tan simple. Tolkien puede decir que Aragorn se convertió en rey y gobernó durante cientos de años, y fue bueno y sabio. Pero Tolkien no se pregunta: ¿cuál fue la política fiscal de Aragorn?¿Mantuvo un ejército?¿Qué hizo en tiempos de inundaciones y hambruna?¿Y qué hizo con los orcos? ¿Fomentó el comercio o no? ¿Y qué sobre el sistema de clases? Con los orcos…¿los intentó educar o civilizar? Lo que he intentado es mostrar a gobernantes como Robert, Ned, Cersei y Daenerys Targaryen…mostrando gente que alcanza una posición de poder y cómo lidian con las divisiones de su sociedad.

¿Cuál es la capacidad de despertar de los androides?; ¿Pueden hacerlo todos?; ¿Puede lograrse que de un golpe lo hagan todos?; Con su libre albedrío ¿cada unidad androide miraría con los mismos ojos a los rebeldes y su Estado Mayor?; ¿Ninguno se pondría del lado de “los amos”?; ¿Cuál es la situación y el papel de la humanidad en todo esto?; ¿La rebelión androide no llevaría, inevitablemente, a la lucha contra la humanidad, o a una sección de ésta, algunos o todos de sus Estados, sus corporaciones u organismos internacionales?; ¿Cuánto durará la guerra?; ¿Se saldará como una lucha sangrienta de intrigas palaciegas o como una profunda guerra civil de razas?; La prolongación de una guerra tan profunda, considerando hasta dónde ha incluido la humanidad a los androides en su vida doméstica y la producción más “delicada” ¿qué resultados daría en lo económico y, por tanto, en lo social y la lucha de los humanos oprimidos?; Etc., etc. Todas estas cuestiones se van rizando con cuantos más añadidos tiene la historia o el universo, pero todo se soluciona observando detenidamente la historia de la humanidad y traspasando la lógica de clases y de lucha subyacente; por ejemplo: si en un planeta se ha alzado la bandera de la revolución androide o humana, y esto va a enfadar a un Gran Imperio Galáctico, la logística es importante (véase la guerra de independecia de Cuba), los tiempos de reacción y la moral imperial y rebelde mucho más (véase los ánimos de EE.UU. y sus oponentes en la guerra de Afganistán de 2001–2021), las luchas fraticidas en cada bando (véase al ejército negro, makhnovista, y el rojo, bolchevique, durante la guerra civil rusa) y cómo se superan o absorven a los elementos discordantes, otras líneas de acción e ideológicas o, directamente, bandos paralelos (véase las luchas internas entre falangistas y militares sublevados durante y tras la guerra civil española), así cómo la administración del poder, propiamente dicha, es lo más importante para la evolución de la literatura y el cyberpunk, un subgénero que pone la atención en futuros cortos, el papel de los capitalistas y su inevitable fusión en monopolios, la situación miserable de las amplias masas humanas y el desarrollo tecnológico sobre la barbarie y el colpaso de la naturaleza, pero que sigue bebiendo, en exceso (considerando que a estas alturas, poco es demasiado) de la épica y la fantasía medieval, necesitando un protagonista héroe o antihéroe sin el que no puede surgir la “chispa” o la venganza, el liderazgo, el movimiento de los oprimidos y demás algarabías que llevan inevitablemente a las contradicciones que el subgénero lleva arrastrando desde su nacimiento.

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