La España de charanga y pandereta

Jorge San Miguel
2 min readSep 28, 2017

--

Me gusta recordar una historia de Max Aub que, pienso, dibuja bien la manera en que nos engañamos a nosotros mismos sobre nuestras motivaciones. (De hecho, la conté ya en otro artículo de parecido tema a este). Creo que lo refiere en La gallina ciega, pero yo lo escuché en otra parte. La sustancia: volvió Max Aub a la España del desarrollo y el desarrollismo después del largo exilio, y todo se les atragantaba a los exilados: el conformismo y la ilusión capitalista bajo las libertades atrofiadas, las luces chillonas, las otras libertades, paradójicas; pero también la vida cotidiana y todos los detalles y manifestaciones triviales del paso de tres décadas. Al final Aub tenía que confesarse que echaban de menos la República sobre todo porque entonces eran jóvenes. El futuro siempre es un país extraño, y es más fácil que uno añore sus veinte años que una constitución política.

Hablando de la Constitución. Seguramente nada ha envejecido peor en la España de estos cuarenta años que lo que antaño fueron los complejos progresistas sobre el ser de España. Es casi doloroso leer y escuchar a algunos de los que fueron emblemas de la nueva modernidad socialista hace 30 o 40 años y comprobar que su cosmovisión está más pasada que la de Joaquín Costa. Lo mismo que Serrat cantaba en los 70 -en aquella España del Aub regresado- a un país de Pascual Duarte que ya apenas si existía más que como idea o vestigio, estos pasean la momia de Franco como el feriante que en el cuento de Borges va escenificando el velatorio de Evita por los pueblos de Argentina. Pero al menos ellos lo vivieron en su momento, y alguno ha tenido incluso la dudosa suerte de convertirse en facha, viejo, bastardo e invisible por motivos ajenos a su voluntad, cumpliendo el giro inevitable de la rueda que lleva de joven turco a putrefacto.

Más triste es ver a otros más jóvenes, que igual ni conocieron la EGB, pero repiten los retahílas sobre la historia de España a la Gil de Biedma lo mismo que te hablan de Espinete o La bola de cristal: de manera vicaria, reconstruida, prostituida. Que el país es otro es algo que tiene que ver con el PIB y la mortalidad infantil, con las autopistas y los lavabos de las gasolineras, con las universidades y el matrimonio homosexual, con el euro; pero a la vez es más que todo eso y distinto. Hay una inautenticidad esencial en el disgusto con que miran alrededor, como si hubieran conocido no algo mejor sino otra cosa. Llevan este noventayochismo cutrón en vena como la herencia de una tía lejana. Como los nacionalistas, estos progresistas de espejo retrovisor están forcejeando con un país que no existe. Pelean en un sueño febril como Jacob, y al despertar necesitarán intérpretes. La España de charanga y pandereta ya es, sobre todo, la de ellos.

--

--

Jorge San Miguel

Politólogo y otras cosas. Coautor de #LaUrnaRota Trabajo en comunicación política. A favor del Bien y en contra del Mal.