Qué es necesario aprender

José Martín
5 min readSep 18, 2015

Partamos del nacimiento. El niño nace tan inmaduro, que está capacitado para aprender. La capacidad de aprendizaje es la que le permitirá vivir, en todos sus ámbitos, pero, sobre todo, desde su capacidad adaptativa. Quizá porque su existencia tiene sentido cuando encuentra su relación con su entorno: la conciencia de sí solo se da si paralelamente encuentra su conciencia con lo que le rodea, y para ello necesita adaptarse.

Sin embargo, no hay adaptación si no hay conocimiento o, si se quiere, contenido en el pensamiento.

De esa manera, el niño va desarrollándose moldeando su entorno y moldeándose a su entorno en la medida en que es capaz de conocerse y conocer ese entorno. Digamos que este es uno de los pilares básicos de la Educación infantil. En esta etapa educativa no se explicitan las denominadas materias instrumentales; estas se integran en una educación (enseñanza y aprendizaje*) globalizada, aceptando el desarrollo global del niño. Para algunos autores se trata de una etapa eminentemente propedéutica, pero, sin duda, aunque así fuera, no solo lo sería para posteriores etapas educativas, sino para la vida en general.

Como dijimos antes, a nuestro juicio la principal dificultad de cualquier sistema educativo reciente ha estado en la definición de la etapa Secundaria, pero ese no es, empero, el principal escollo de la Educación. Desde nuestro punto de vista, uno de los principales inconvenientes que se encuentran en la Educación es establecer cómo es nuestro ideal de persona, aquello a lo que queremos contribuir. Quizá estemos de acuerdo en que ese ideal se aproxima al hombre inmerso en nuestra cultura y en nuestra sociedad, pero es una aproximación abierta a muchas interpretaciones.

Por otra parte, nos llama la atención el salto cualitativo que se produce entre la etapa Infantil y la etapa Primaria, en que la educación comienza a estructurarse en torno a asignaturas. Utilizamos este término para diferenciarlo claramente de áreas, en tanto en cuanto el alumno de seis años empieza a percibir esa diferenciación de contenidos que estaba en mente del maestro. Las orientaciones y prescripciones curriculares parten de fuentes epistemológicas, psicológicas, pedagógicas y sociales, pero, en el fondo, ¿qué es lo que lleva a esta disgregación de contenidos percibidos o categorizados en asignaturas por parte del alumno? ¿Alguien duda de que nuestro desarrollo sea global a lo largo de toda nuestra vida?

Esta crítica tiene su razón de ser en los contenidos. En unos contenidos básicos que van mucho más allá de sus categorías, ya que, si los clasificamos, es, al fin y al cabo, por una limitación de nuestra mente, que se rige por el principio dividit et vincit.

Por consiguiente, estamos de acuerdo en que debe haber (porque debe de haber) algún sistema de conocimientos básicos, en cuanto a necesarios, para que la persona, cualquier persona, esté inmersa en una cultura que evoluciona también con la contribución de cada una de estas personas.

No solo cuando nacemos, durante toda nuestra vida, aunque nuestro mundo está formado por objetos (y sujetos), nuestra realidad (individual) se compone a partir de las sensaciones que interpretamos provenientes de ese mundo (incluidos nosotros mismos). Es decir, nuestra realidad es un sistema de interpretaciones que van desde las simples percepciones hasta el más elaborado de nuestros pensamientos, ya sea utilizando razonamientos, ya sea utilizando cualquier otro tipo de asociaciones, relaciones o representaciones mentales. Esto, además, se complica por nuestra necesidad de relacionarnos con los objetos y, especialmente con los sujetos, «aquellos objetos» a los que suponemos similares a nosotros y, por tanto, que más pueden contribuir a nuestro desarrollo (individual y colectivo). Esta relación con los demás la realizamos mediante signos (bien como lenguaje convencional, corporal, formal, etc.). Así, es necesario que exista una forma de comunicación que contenga la posibilidad de expresión y de comprensión. Y, para que exista esa doble posibilidad, cada uno de nosotros debe poseer unos conocimientos mínimos o básicos, más bien, comunes.

Salvada, pues, la primera barrera sobre lo que es el hombre, vayamos a por una segunda: ¿qué debemos hacer? ¿Debemos preparar a la persona para que, por sí misma, obtenga esos conocimientos básicos? Si creemos en nuestro ideal de persona, evidentemente sí.

Ahora bien, ¿cuáles son esos conocimientos básicos?

Parece que, al menos, son aquellos que permiten al individuo transmitir su realidad y comprender las realidades de los otros, intercambiar pensamientos entre individuos. Si hay una cultura y sociedad universales, los conocimientos serán universales. Un aprendizaje del lenguaje facilitará la posibilidad expresiva y comprensiva a la que aludíamos, pero, aun suponiendo una estructura lingüística universal, el sistema de signos varía geográfica y etnográficamente. De manera que los conocimientos básicos lingüísticos difieren de una sociedad a otra. Pero «solo» difieren en el código.

Y, en cuanto al conocimiento de otros lenguajes, ¿cuáles son necesarios? ¿Lo es el corporal? ¿Lo es el musical? ¿Lo es el lógico? ¿Lo es el matemático?…

Digamos que el corporal está ligado al lenguaje sonoro (al lenguaje propiamente dicho o lenguaje convencional); que los demás están relacionados con diferentes formas específicas de leer la realidad: el lenguaje musical permite expresar y comprender realidades afectivas que no llega a alcanzar el lenguaje convencional (lo mismo podríamos decir del lenguaje artístico en general, incluyendo también a la literatura); el lenguaje lógico permite expresar y comprender relaciones de las diferentes realidades, procedentes de otros sujetos, para establecer grupos, sistemas y categorías; y el lenguaje matemático es similar al lógico, pero maneja realidades procedentes de objetos.

Es decir, a nuestro juicio, otros lenguajes son accesorios. Cada uno permite mejorar la expresión y la comprensión del lenguaje convencional, humano, pero, como la capacidad de aprendizaje lleva un tiempo —la vida de una persona, un tiempo finito en consecuencia—, hay que administrar y aun seleccionar qué contenidos se enseñan para perseguir un aprendizaje u otro.

Pero, ¿cómo seleccionamos?

Está claro de dónde partimos —o debería estar claro—: del hombre que es y de la sociedad donde estamos. También tenemos claro que nuestra sociedad puede y debe mejorar, y que el hombre que es puede y debe mejorar para contribuir a esa mejora social y cultural.

Y también parece claro que no podemos partir de la nada.

Entonces debemos analizar qué tenemos positivo, qué necesitamos. Tenemos un bagaje cultural que nos hace ser mejores. Necesitamos sentirnos mejor con nosotros mismos y con nuestro entorno. Para sentirnos mejor con nuestro entorno físico urgen valores, actitudes y conocimientos técnicos ecológicos. Pero, para sentirnos mejor con nuestro entorno social, parece que ese bagaje cultural debemos extenderlo a quien no lo tiene. Esto es lo paradójico, porque, aun aceptando el planteamiento piramidal de Maslow, no nos parece menos acertado aquel proverbio que decía algo así:

Si quieres ayudarles:
para un día, dales pan;
para un año, dales trigo;
para toda su vida, enséñales a cultivar.

Así pues, ¿debemos enseñar a cultivar?, ¿debemos enseñar los afluentes del Duero por su margen derecha?, ¿debemos enseñar a restar?…

¿Quién decide todo esto?: ¿quien tiene la patria potestad sobre sus hijos?, ¿papá Estado?, ¿o los técnicos?

Pero ¿qué técnicos?: ¿los técnicos en educación básica, los maestros?, ¿o los técnicos en marketing y finanzas?

Tenemos nuestro ideal de personas, pero no estamos solos. Qué difícil.

Más sobre comunicación del conocimiento: divulgación.

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