Post-Op: Ahora sí, del otro lado

Juan Aguilera
4 min readJun 8, 2023

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Honestamente, la única verdaderamente mala noticia es que me atropelló un Impala. De ahí en adelante, han sido quince meses de enormes avances, consistentemente ganándole a timelines, llenos de pequeños y grandes logros beyond best-case scenarios. Si, han sido unos largos y retadores meses de recuperación, con mucho dolor pero más aprendizajes.

Emocionalmente, los últimos meses han sido de los más difíciles. Se interrumpió el ritmo de avance de los anteriores. Si, poco a poco lograba mucha más fuerza, movilidad, y habilidad física, pero escaseaba la recurrencia de Little Wins, mi principal motivador y combustible.

A pesar de lograr caminatas mucho más largas, me sentía débil y estancado al seguir esclavo de las muletas. Inmensos esfuerzos en fisioterapias se traducían en avances marginales comparados a resultados de los meses anteriores. Pasé de nadar en un mar de agradecimiento, a estar frustrado, triste, y enojado ante la lentitud de las mejoras. Deprimido, pero siempre agradecido.

El esfuerzo físico traía nuevos e inmensos dolores (de los no-tan-buenos), prominentes en la rodilla y tobillo izquierdos. En ambas articulaciones causadas por protrusión de material quirúrgico osteo-sintético. En español, tenía varios tornillos atravesados. Tornillos que hicieron un magnífico trabajo en cuanto a la consolidación de fracturas, pero que ahora quedaban obstaculizando donde no debían.

[WARNING: reader discretion advised]

Con cada puntapié izquierdo, los tornillos en el tobillo acariciaban un nervio que lanzaba un corrientazo similar al de un codazo accidental en la filosa esquina de una columna de concreto. Como sabrán, en un paso correctamente dado, el pie termina en punta.

En cuanto a la rodilla izquierda, la mejor manera de describir la situación es imaginarse una guitarra. En vez del típico guitar pick de plástico flexible, fungían rígidas puntas de afilados tornillos de titanio quirúrgico, de esos hechos para ATRAVESAR huesos como mantequilla. En vez de suaves cuerdas de nylon, acero y níquel (metales inferiores al titanio if you ask me), fibras y ligamentos de la rodilla. Cada flexión y extensión eran un doloroso rasgueo de guitarra no musical, cuyas notas eran punzadas de dolor en vez de Wonderwall. Dolor constructivo, sí, pero insostenible a largo plazo y muy limitante en cuanto a alternativas de ejercicio físico para fortalecer la pierna más afectada. No podía montar bicicleta (ni estática) o hacer ejercicios de cuádriceps. Subir un escalón con la pierna izquierda era más Highway to Hell que Stairway to Heaven. El corrientazo del tobillo subía a formar una guitarra eléctrica de dolor, audible en noches silenciosas. Abajo un conveniente diagrama explicativo de la bautizada KNEETAR:

¿La solución? Sacar los tornillos, claro. Pero no era tan fácil como buscar el destornillador adecuado en la común caja de herramientas quirúrgica. La pierna izquierda había recibido un impacto directo del Impala blanco, y el extremo de la rodilla ‘explotó’ en más de 15 pedazos:

Al rearmar el rompecabezas, una placa de titanio de 30cm+ quedó bloqueando la cabeza de los tornillos musicales. Sacarlos implicaría una riesgosa operación que contemplaba quitar la placa, y a su vez los otros 19 tornillos que alberga mi fémur izquierdo. Alternativamente, los médicos decidieron abrir el lado interno de la rodilla para ‘cortar’ las puntas atravesadas de los kneetar picks.

¿Cómo cortas las puntas de unos tornillos de titanio dentro de una rodilla humana? Se preguntarán. Con una punta de taladro quirúrgico hecha de diamante, obvio. ¿El taladro? Imagínense un brillante Dremel de acero inoxidable esterilizado y en esteroides con el cual podrías comprar como 100 de los normales. Hay pocos. ¿Y saben de que hay menos? Puntas de diamante. Resulta que están en short supply, y si las pides en Febrero, llegan en Junio.

Esta semana, después de unos largos y retadores meses de espera, finalmente tuve la cirugía final del proceso. Una operación originalmente esperada en Marzo, para sacar algunos de los 40 clavos que mecánicamente limitaban mis articulaciones y causaban constante dolor (del no tan bueno) en cada paso que daba.

La cirugía fue un éxito rotundo.

Hoy, por primera vez en 469 días pude hacer puntapié sin dolor en el tobillo izquierdo. Hoy, por primera vez en casi año y medio, pude doblar mi rodilla izquierda sin dolor de KNEETAR.

Mañana, quién sabe. Pero por primera vez desde el accidente siento que ya verdaderamente se asoma ‘el otro lado’ con un radiante cielo azul. Estoy muy feliz, agradecido, y emocionado de lo que está por venir.

Stay tuned

JD

el cielo azul del 'otro lado'

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Juan Aguilera

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