Palabras de un mallorquín adoctrinado

Kike Oñate
7 min readOct 21, 2017

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Manifestación histórica en Palma contra el TIL (29–09–2013) | M. MARTORELL (Fuente: Ultima Hora)

A punto de terminar la Universidad, me quedo con un recuerdo totalmente alejado de la realidad que nos imponen los medios generalistas sobre qué supone la educación pública en un territorio catalanoparlante, como es el caso de Mallorca.

La primera vez que vi un problema entre el castellano y el catalán, no fue en las aulas, ni en casa. Fueron las políticas del PP de Bauzá las que mostraron un conflicto –hasta entonces inexistente– que venía directo desde arriba. La respuesta que recibieron, a través de la Marea Verda, las huelgas y las caceroladas, demostró una cosa. Dentro de la sociedad mallorquina existe un consenso educativo –transversal– que apuesta por un servicio educativo público y de calidad, que siente el catalán y el castellano como un patrimonio lingüístico común. Esa fue la derrota, simbólica y luego material, de aquél gobierno. Parece que ahora viene la revancha.

Recuerdo la composición social de mi colegio y del instituto. Había de todo. Mallorquines, andaluces, sudamericanos, británicos, alemanes, etc. Familias humildes, de “clase media” y otras más acaudaladas. Creyentes, ateos e indiferentes. Los había que hablaban catalán en casa y los que no. O los que lo usaban para hablar con maestros y amigos, pero no con sus padres. En general, los castellanoparlantes pertenecían a segundas o terceras generaciones de extremeños, gaditanos, murcianos o granadinos que habían venido en busca de trabajo en el sector turístico. Dentro de todo este conglomerado de diferentes procedencias e intereses, nunca he visto ningún enfrentamiento entre el castellano y el catalán. Durante toda mi formación, la coexistencia “pacífica” entre ambos idiomas ha sido total. Los problemas políticos vendrían después, cuando las lenguas se usan como armas arrojadizas.

“Los profesores practicaban, por lo general, una educación laica, su lengua materna era el catalán -pero no siempre-, con un sentido del servicio público muy arraigado”

Al profesorado, con el paso de los años, lo recuerdo con mayor nostalgia y admiración. Porque aceptémoslo, aguantarnos debía de ser desesperante. El catalán era –seguro que ahora también, pero hablo desde mi experiencia– la lengua vehicular entre profesor y alumno. Practicaban, por lo general, una educación laica, su lengua materna era el catalán –pero no siempre–, con un sentido del servicio público muy arraigado.

Alguna excepción sí que había. Quizás, esos profesores con pretensiones semichovinistas –la palabra sin prefijo es demasiado decir–, podrían atrincherarse detrás del idioma y la bandera para defenderse, perjudicando su labor educativa y dando una buena excusa, por aislada que sea, para que los medios lo conviertan en una campaña incesante contra la enseñanza en catalán.

Volviendo al alumnado. En los patios se hablaban ambos idiomas, con esa inocencia infantil totalmente despolitizada que los adultos deberíamos preservar hasta la muerte. Nos comunicábamos según nos apeteciera, en un registro u otro.

El castellano era muchísimo más utilizado entre los estudiantes durante el recreo y el catalán se escuchaba en clase. Aún así, cada uno se expresaba como quisiera. Quien no hablaba en catalán lo hacía más bien por vergüenza, pues lo entendía perfectamente, aunque quizás le costase la pronunciación. Lo que jamás he presenciado es un risa, ni un desprecio, ni he visto que se obligara a nadie a hablarlo. Cualquiera que fuera conmigo a clase y llegue hasta estas líneas, estoy seguro que no podrá negarlo.

De todos aquellos que pasamos por aquél instituto, los que preservamos y usamos el catalán como lengua adquirida, somos lo que vivíamos en el pueblo o teníamos un grupo de amigos que lo utilizaban comúnmente. Destaco tres opciones por la cual uno sigue usando el catalán en Mallorca: A) Porque es su lengua materna y por ello se expresa mejor; B) Ha conocido el idioma más allá de las palabras, es decir, se ha dedicado a leer su historia, autores destacados, costumbres y lo ha incorporado a su identidad; o C) Ambas cosas. Pero resumiendo, la gran mayoría de los compañeros de mi generación y un curso superior e inferior –de mi entorno–, estoy seguro que utilizan el castellano muchísimo más que el catalán. Y esto no es bueno ni malo, pero es un hecho.

“Todo el valor de la educación se basa en el respeto físico, moral e intelectual del niño o niña”, decía Ferrer i Guardia

El escritor, historiador y articulista Xavier Diez, escribía recientemente que “el sistema educativo, contrariamente a lo que muchos piensan o sueñan, no tiene la capacidad de modelar los marcos mentales de nuestros alumnos”.

El peso de lo que uno aprende en casa, es decisivo. Las fórmulas mágicas no existen, pero el pedagogo libertario Francesc Ferrer i Guardia decía que “la enseñanza racionalista tiene que abarcar el estudio de cuanto sea favorable a la voluntad del individuo y a la armonía de la colectividad, mediante un régimen de paz, amor y bienestar para todos, sin distinción de clases, ni de sexo. Todo el valor de la educación se basa en el respeto físico, moral e intelectual del niño o niña”. Enseñanzas propuestas a principios del S.XX pero que son de rabiosa actualidad y deberían considerarse tanto en casa como en clase.

En el artículo, Diez también escribía lo siguiente: “Todos aquellos que nos hemos dedicado durante años –a la enseñanza–, no tardamos en saber que hay agentes mucho más poderosos en el aula: la familia, los medios de comunicación, el star system y, sobre todo, la realidad inmediata. La mayoría del independentismo organizado está constituido por gente que conoció la escuela franquista y el castellano (y que como yo, tuvieron que aprender fuera de las instituciones todos los conocimientos vetados por la escuela)”.

Menos ficción y más realidad

Adoctrinamiento, suena francamente mal. Tan mal que es absurdo hablar de ello. Desde los medios generalistas se está librando una guerra cultural, es decir, se busca agitar a las bases –en este caso, van del centro hasta la ultraderecha–, con asuntos sociales explosivos convertidos en escándalos públicos. Todo ello en contra de la escuela pública catalana y que ahora, salpica a la educación en Balears. Destaco pública, porque no se habla de colegios privados o concertados, donde parece ser, están exentos de cualquier crítica.

Carlos Prieto, periodista en El Confidencial, ponía como ejemplo la guerra cultural encabezada por Esperanza Aguirre. “Siendo presidenta de la Comunidad de Madrid, el gasto público por estudiante se convirtió en el más bajo de todo el país y a cambio aumentó el porcentaje de fracaso escolar en un 30%”. Hablando en términos políticos es algo lógico. Si recortas en educación habrá mayor fracaso escolar, pero como dice Prieto, “según Aguirre, el problema no era económico, sino moral. Para ella, los estudiantes desafiaban la autoridad de los profesores”. Esto es lo que se está intentado hacer con la educación en Balears. La culpa es de un profesorado inepto y de unos jóvenes que se dejan encandilar por ellos. Se omiten por completo los recortes y la influencia negativa que tiene el turismo, como veremos más adelante.

A través de declaraciones como las que sostiene Ciudadanos: “Rivera acusa a Balears de adoctrinar políticamente a sus alumnos”, la cosa se pone fea. Parece que la ofensiva viene con fuerza y tiene ganas de embestir contra la educación pública y la inmersión lingüística, a favor de una escuela concertada-privada y una recentralización cultural, y ya de paso, autonómica, por qué no. Si nos fijamos, C’s no aporta datos respaldados por una metodología de investigación. Se dedican a especular con suposiciones no fundamentadas, y eso, respaldado por un buen sistema mediático, se convierte en verdad. El antiperiodismo, ese periodismo sustentado exclusivamente en declaraciones, no nos hace ningún bien.

“Un 26,8% de los jóvenes del archipiélago de entre 18 y 24 años no tiene estudios más allá de la etapa obligatoria ni sigue ninguna formación”

Si se preocupasen por la educación, dejarían de hablar de adoctrinamiento y lo harían sobre las deficiencias del sistema educativo, debido principalmente, a los recortes. Eso sí que está más que demostrado. Además, contamos con que un 26,8% de los jóvenes del archipiélago de entre 18 y 24 años no tiene estudios más allá de la etapa obligatoria ni sigue ninguna formación, según la Encuesta de Población Activa.

Cristina Poncell es profesora de Filosofía en el IES Bendinat. “Yo hablaría de una relación de retroalimentación entre monocultivo turístico y fracaso y abandono escolar”. Para ella, el sector turístico no tiene ningún interés en el desarrollo del capital humano, como sí podría interesarle a la industria tecnológica. “Un «exceso» de capital humano supondría un obstáculo para obtener mano de obra abundante y barata”.

El profesor y escritor Joan Buades escribía hace unos años sobre ello: “Abandono y fracaso escolar, menospercio institucional hacia la cultura y la educación, descomposición social, fanatismo religioso hacia el «dios dinero», todo ello se percibe en cada nuevo curso”.

“Debemos verlo desde otra perspectiva, como generador de desigualdades, estructurador de relaciones de poder, eje de la explotación laboral y alienación social, motor de especulación financiero-inmobiliaria y manantial de conflictos socioecológicos”, concluye el profesor.

Si existe un problema profundo en la educación mallorquina destacaría mucho antes los argumentos que exponen estos dos profesores frente al adoctrinamiento, un concepto que solo busca enfrentar a la opinión pública y desestabilizar.

Después de más de 30 años de convivencia entre el castellano y el catalán, tanto dentro como fuera de los colegios mallorquines, se estaba llegando a una aceptación natural y de respeto mutuo. Posiblemente retroceda por el estado de locura en el que nos hallamos. A la sociedad nunca la querrán unida y crearán cualquier diferencia para que así sea. Los himnos a todo volumen, para no escuchar ningún tipo de debate y las banderas, bien grandes, para no ver los problemas que nos atañen.

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