Autocompasión vs. Autoestima: una perspectiva desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
Trabajar la Autoestima puede ser un arma de doble filo, ya que las evaluaciones positivas que hacemos para aumentarla pueden volverse en nuestra contra.
Si bien la psicología cognitiva tradicional recomienda ayudar a las personas a reevaluar su autoconcepto — la idea que tienen sobre sí mismos, cómo imaginan su propio yo — de una manera más racional, desde la óptica de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), el odio a uno mismo no proviene del contenido de esa idea del yo — lo que prescribiría modificarlo — , sino de la excesiva fusión o identificación con ésta, lo que en la jerga de la ACT se conoce como yo-como-contenido o yo-concepto.
Si el principal problema no es cómo uno evalúa el contenido de su autodefinición, entonces intentar modificar los constructos evaluativos, como la autoestima, podría no ser de ayuda.
Tal como lo ve la ACT, los esfuerzos por modificar directamente la propia autoevaluación (p. ej. mejorando la autoestima) corren el riesgo de conferir excesiva importancia a esas evaluaciones y juicios sobre el yo. Por lo tanto, mediante la respuesta relacional derivada, existe el riesgo de incrementar o fortalecer el surgimiento de autoevaluaciones negativas. Una evaluación positiva realizada para debilitar el sentido negativo del yo puede servir para colocar a ambas en un marco de coordinación, lo que daría lugar a que las funciones aversivas del concepto negativo que se pretende cambiar se derivaran a la propuesta alternativa. Así, el intento de autoevaluación positiva llega a asociarse con las mismas experiencias de sufrimiento que el autoconcepto negativo original. Es más, una alta autoestima no implica necesariamente un mejor funcionamiento social o general. Cuando existe insensibilidad al contexto y se le da más importancia al autoconcepto que a las propias acciones, las evaluaciones positivas pueden ser responsables de un alto grado de narcisismo, así como menores niveles de conducta prosocial. Además, cuando se infla artificialmente la autoestima, ésta es frágil.
Una aproximación potencialmente más fructuosa para afrontar las autoevaluaciones negativas, y que corre menos riesgo de tener efectos no deseados, podría ser el cultivo de la compasión hacia el lado aversivo del autoconcepto. En este sentido, los procesos centrales son la defusión, la aceptación y la promoción de un contacto experiencial con un sentido de yo-observador o yo-como-contexto. El foco central debe hacerse en el cultivo de la habilidad de tomar perspectiva y recibir el propio sufrimiento y las evaluaciones negativas tal y como aparezcan.
En palabras sencillas, para el lector no profesional o desconocedor del modelo de la ACT, lo que podría ocurrir cuando tratamos de aumentar nuestra autoestima, es que se establece una relación entre las ideas positivas que queremos trabajar y las negativas que queremos cambiar. Imagina que rompes con tu pareja en el salón de tu casa, y cada vez que ves las cortinas, te acuerdas del suceso y sufres (es decir, las cortinas son un estímulo aversivo, doloroso). Bien, para que eso no suceda, decides cambiar las cortinas por unas nuevas que, además, te encantan. El problema es que de manera automática, es muy probable que cada vez que mires las nuevas cortinas, te acuerdes de que las compraste para cambiar las que te producían recuerdos dolorosos, por lo que ahora, las nuevas se convierten en un estímulo que te hace daño — el dolor producido por las antiguas se transfiere, se deriva, a ellas — . Algo similar se produce con la autoestima. Como pretendemos modificar los contenidos negativos, los positivos nos recuerdan que queremos trabajarlos para contrarrestar a los otros. Un arma de doble filo. Por el contrario, la autocompasión, lo que hace es aceptar y abrazar al yo de manera incondicional, al margen del contenido positivo o negativo, porque, después de todo, todos somos humanos, perfectamente imperfectos.
Redacción de Kindful · Psicología y Mindfulness
Fuente
Thirch, Schoendorf & Silberstein (2014). The ACT Practiotioner’s Guide to the Science of Compassion. Oakland: New Harbinger.