Sobre el VAR (Vamo’ A Romper el fútbol)

Misapekas
3 min readJun 15, 2018

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En mi episodio favorito de Black Mirror, el mundo vive en una era en la que todo puede darse por dirimido. Gracias a un dispositivo electrónico colocado detrás de la oreja, los seres humanos pueden acceder a un registro visual y completo de su historia personal, corrigiendo las fallas y los defectos subjetivos de la memoria. La información guardada en ese aparato permite asistir a la “realidad” en su forma indiscutible.

El video assistant referee o VAR (arbitraje asistido por video, o videoarbitraje en español) se incorporará por primera vez en un Mundial en Rusia 2018 y sirve más o menos para lo mismo. Consiste en una oficina ubicada en el impresionante Centro Internacional de Retransmisión de Moscú en la que de tres a cinco veedores por vez tendrán acceso a doce monitores con el registro continuo de 33 cámaras colocadas en lugares estratégicos de cada uno de los estadios mundialistas: desde el de Spartak donde debutará Argentina y está a diez minutos en auto de las cómodas butacas del VAR, hasta el de Kaliningrado, al borde del Báltico, que queda a 21 horas en colectivo desde Moscú.

¿La tarea de los veedores? Dirimir asuntos complejos y, según la FIFA “muy puntuales” como la legitimidad de un gol, la sanción de un penal, si una infracción merece roja o no y -mi preferida-, la “confusión de identidad”, en el caso de que se haya culpado al futbolista equivocado en un caos de patadas que termina con un delantero en el suelo, tres defensores lavándose las manos y el referí pitando y dándole amarilla a quien lo mire primero. Cuando el equipo VAR detecta algo así lo comunica por audio al árbitro, quien irá al monitor colocado ad hoc a un costado de la cancha para hacer su propio chequeo.

Liga alemana, agosto de 2017. El rectángulo que forma el árbitro con los brazos indica que hay revisión pendiente.

El sistema también funciona al revés: si el árbitro no está seguro de haber visto lo que vio, llama al Centro Internacional de Retransmisión para que le pasen la jugada de nuevo.

El VAR le ha regalado momentos inolvidables al fútbol, como este haiku de Enzo Pérez:

“Así nos sacaron la copa”. A pocos días de la eliminación de River de la Libertadores, el volante mendocino increpa al árbitro en un Superclásico.

Pero también ha dado lugar a controversias y bizarreadas, entre ellas, su uso discrecional y los “descubrimientos tardíos”. En abril pasado, por ejemplo, se hizo famoso el caso de Mainz vs. Friburgo, donde los jugadores fueron sacados de los vestuarios en pleno entretiempo para patear un penal que al VAR “se le había pasado”. Pero quizás lo peor sea el desprecio por los hinchas que se tomaron el trabajo de ir a la cancha y pagar la entrada, y que tienen que esperar estoicos mientras el árbitro y sus voces invisibles se toman todo el tiempo del mundo para decidir si hay roja o no.

Árbitro tomándose todo el tiempo del mundo.

Para subsanar ese desaire, los organizadores de Rusia 2018 han dispuesto que las revisiones VAR sean proyectadas en pantalla gigante para “no dejar fuera de la experiencia” a los espectadores. Pero puede que sea la intrusión misma del VAR la que nos deje fuera de la experiencia, forzando la precisión de la mirada y del juicio en un deporte que no es de precisión. ¿O alguien podría negar que los partidos más inolvidables son los que empujan las reglas al límite? ¿No es esencialmente importante para el acontecimiento futbolístico que buena parte del juego pertenezca al reino de la interpretación? ¿Queremos que unos señores que ni siquiera están en el estadio nos proyecten la realidad “tal cual es”? ¿O más bien disfrutar de ese manicomio de 22 internos que logran, por un instante, que el destino de una pelota sea lo más importante del mundo?

La cancha es verde pero, se sabe, está llena de grises. Ojalá que no la rompan.

@anaprieto

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