Vacío

Marcela Bahamón L.
2 min readApr 10, 2018

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Empieza como una pequeña duda. Una duda sobre mí. Sobre lo que soy. Sobre cómo me veo. Sobre lo que sé. Sobre lo que pienso. Empieza como una duda en forma de punto en centro del pecho.

La duda crece y se vuelve fuerte. Tan fuerte que comienza a convertirse en vacío. Un vacío que siento como si empezara a invadirme de adentro hacia afuera. Y pasa del centro del pecho a mis pulmones, hasta agarrarme el corazón. Se alimenta de todas las veces que me dijeron «no»; de todas las veces que insinuaron que no era suficiente; de la vez que me hicieron creer que no iba a ser capaz; de la vez que me miraron a los ojos y me dijeron «ya no te quiero igual»; de la vez que me negaron como novia; y de esa inseguridad cuando me miro al espejo.

Crece y crece hasta que llega a mi garganta, se agarra de mis cuerdas vocales y no me deja ni hablar. Ahí empiezan las ganas de llorar. Algunos fuman, toman, escriben, hacen ejercicios o cantan para llenar ese vacío. Yo lloro.

Y a veces llorar me calma porque saco el vacío con cada lágrima. Pero otras veces lo empeora. Y me ahogo más y siento que nunca voy a parar de llorar. Y me desespera no saber por qué lloro. Porque lloro por todo y lloro por nada.

¿Y cómo empezó todo? Con una simple duda en el centro de mi pecho.

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