Vínculos

Meryone
3 min readMay 9, 2017

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Tenía ocho años y era un niño guapísimo con una guitarra, de esas con funda de mochila, mucho más grande que él. Yo tenía 11. Tuvo 9, 10, 11, 12 y siempre fue demasiado pequeño para que jugáramos juntos, siempre estuvo alrededor en actividades del colegio. Cantábamos (él cantaba, yo mejor que no, yo tocaba la guitarra) en misa.

Tenía 13 y yo 16, él era de los mayores de los acampados, yo la pequeña de los monitores. Tenía 15 y yo 18, yo estaba en Santiago y él se fue a Valladolid con un montón de adolescentes más que iban para curas. Nunca sé cuánto aguantó (poco), sé el disgusto que tuvieron sus padres.

Tiene una hermana que vi crecer, es primo de mi prima Blanca, en su casa soy de casa. Tomamos miles de litros de cerveza, docenas de gofres con chocolate y una bola de helado, cientos de helados sin gofre. Bocadillos de jamón serrano en el bar de la playa de San Jorge.

Entre sus 18 y mis 23 pasamos los agostos en la biblioteca preparando su Selectividad y mis últimas asignaturas de Románicas. Hizo Animación Social y yo empecé un doctorado en estudios medievales que nunca terminé. Volvimos a compartir bibliotecas años después mientras él estudiaba Magisterio y yo no terminaba (todavía) Portuguesa.

Me fui a Suiza, se fue a Coruña. Sacó el carnet de conducir y me llevó a gritar en acantilados. Todas las camisetas que uso para dormir fueron suyas. Siempre fue como un hermano más pequeño.

Su madre me riñe si estoy en Ferrol y no voy a su casa, aunque él no esté. Su padre me dice “ya sabes donde estamos”. Siempre he pensado en llevar antes a una pareja a casa de sus padres que a conocer al mío.

Tuvo una novia odiosa y le vi enamorarse y desenamorarse de mil muchachos idiotas. De un día para otro se fue con un novio que no es ni idiota ni odioso a Londres. Hasta hoy me había visto llorar por todo menos por amor.

Hoy me escuchó llorar por teléfono durante una hora y me dijo que nada era culpa mía. Que me había visto superar cosas mucho peores, que soy de las personas más fuertes que conoce. Que estoy muy lejos, que estoy muy sensible. Que me entiende. Que se va a pasar. Que vaya mierda de final. Que soy maravillosa, que se muere de ganas de verme, que en Londres tengo una cama. Que esa no es forma de irse, no es forma de cerrar. Que me deje de sentirme culpable. Que voy a sobrevivir. Que siempre fui mucho más lista con estas cosas, por eso siempre había evitado estas situaciones. Que me diga todas las cosas que le dije a él alguna vez que rompió con alguien. Que nadie sabe de llorar por amor como él, que no me va a juzgar. Que se va a pasar. Que si yo abulto la mitad, él abulta el doble para compensar, que ahora su ropa me va a quedar grande. Que ni se me ocurra culparme, que me dio donde duele. Que me quiere, que hablamos pronto.º

Aquí es otoño y en Londres es primavera y los dos estamos demasiado lejos del mar para ir a gritar a un acantilado pero, pese a llevar dos meses haciéndolo a diario, había olvidado lo liberador que puede ser llorar.

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