Del trauma a la sanación: 50 voces del abuso sexual

Durante las últimas tres semanas, invitamos a mujeres sobrevivientes de violencia sexual en su infancia a compartirnos sus testimonios. Estos 50 fragmentos con sus voces ahondan en su experiencia de dolor y resiliencia. Ellas hablaron. Ahora nos corresponde escucharlas.

MUTANTE
10 min readNov 2, 2018
Foto por Paula Thomas

Muchas jamás lo habían hecho. Otras, nos confesaron que era la primera vez que reconocían que el episodio que habían vivido se trataba de abuso. Muchas lo dudaron, y aún así hablaron. Creyeron, como nosotros, que sus historias serían puentes para hablar de un tema silenciado por años en Colombia. Ellas fueron quienes le dieron sentido a esta conversación. Nos ayudaron a entender cómo cala este tipo de violencia en el mundo interior de quien las vive y qué comportamientos auspician o perpetúan este fantasma social.

Y aunque todas nos agradecieron por el espacio que facilitamos y por la posibilidad de compartir públicamente su relato y sus principales reflexiones en torno al mismo, hoy desde Mutante agradecemos a ellas por creer en #HablemosDeLasNiñas. Las admiramos y respetamos profundamente por su valentía, su entrega y su valor. A ustedes, a todas las niñas que sufren en silencio y a todas mujeres que aún hoy sienten las consecuencias de esta forma de violencia, dedicamos este ejercicio.

Protegiendo su identidad, elegimos algunos fragmentos de su historia que dan cuenta de aspectos importantes de su mundo interior. El recuerdo, el silencio, la culpa, el dolor, el trauma y hasta el proceso de sanación son los temas que atraviesan estos testimonios que invitan a la discusión, a la sensibilización y a la reflexión.

Este ejercicio no solo pretende visibilizar el problema. Creemos que su relato en sí mismo tiene una fuerza poderosa de convocar. De mover fibras colectivas para repensar la manera en la que nos hemos venido relacionando. El propósito de hablar y exponer la forma en la que opera este tipo de violencia va más allá de lo obvio: queremos entender sus dinámicas, partiendo de la premisa de que no nos sabemos todas las respuestas. Queremos que ustedes sigan participando de la conversación y nos ayuden a ver más allá de nuestra miopía.

¿Qué podemos hacer para que esto no siga pasando?

Foto por Paula Thomas
  1. “El miedo me acompañó muchos años, anhelaba tener una pareja, pero no para tener una relación, sino para sentirme protegida y en paz”.
  2. “Nada volvió a ser igual. La ansiedad, la desconfianza, el rechazo a los cumplidos y querer ser invisible frente a hombres que se ven como potencial amenaza son cosas con las que tengo que lidiar todos los días”.
  3. “Un día, mi hermano se metió a bañar y yo me quedé sola viendo televisión en el cuarto. El pintor entró y me empezó a tocar la vagina”.
  4. “Ya no confío en los hombres, excepto en mis hermanos. Me cuesta mucho entablar conversaciones y socializar con otras personas, soy una persona fría y tiendo a aislarme de mis amigos y familiares”.
  5. “No me gusta que me vean con lastima y como una víctima, aunque sé que lo soy. Constantemente recuerdo lo que me pasó y me afecta bastante”.
  6. “Estoy buscando ayuda psicológica para cicatrizar las heridas que me causaron de niña. Sé que es algo que no puedo cambiar, hace parte de mí. Esto no debería pasarle a ninguna niña en el mundo; sin embargo, es una realidad”.
  7. “A pesar de que le conté a mi mamá, no ahondamos en el tema. Hasta este año, después de veinte años, tuvimos la oportunidad de volver hablarlo”.
  8. “No he escuchado una sola mujer que desentrañe su pasado, y niegue por completo haber vivido algún tipo de experiencia violenta por su condición de ser mujer”.
  9. “No me quitaba de encima su mirada pervertida de sevicia. Lo odié de inmediato, me sentí burlada, sometida, avergonzada, sentí miedo y bajé la cabeza, era la primera vez que veía el pene de alguien”.
  10. “Tengo 22 años y no sé a qué edad fui abusada sexualmente ni por cuántos años sucedió, hasta que de lo más profundo de mi subconsciente volvió a nacer el recuerdo”.
  11. “Entre más crecía menos llegaba el recuerdo de que mi abuelo era un abusador y podía verlo, saludarlo, decirle que lo quería cada vez que tenía que llamarlo por su cumpleaños”.
  12. “Cada vez que se me acercaba, mi cuerpo se tensionaba, pero mi mente hacía caso omiso a la señal de correr. Borré una gran parte de mi infancia y tengo pocos recuerdos además del horroroso hecho”.
  13. “Fue devastador. No sabía qué hacer o cómo contarle a alguien lo que me había sucedido. Solo pensaba que me iban a juzgar, burlarse de mí y rechazarme por ser la niña abusada. Traté de ignorarlo, pero era tan grande que fue imposible”.
  14. “Sanar es un proceso que no es lineal, implica un trabajo diario que es doloroso y lleva su tiempo. El hecho de estar en la posición de víctima analizando qué pasó, por qué pasó y sus consecuencias, ha hecho que me hunda en mí misma”.
  15. “ A veces entro en un lugar oscuro y frío emocionalmente y me cuesta salir. He dado muchos pasos para hacerlo, pero es difícil”.
  16. “Me sentí traicionada por quienes se supone, me protegían y cuidaban. Creía que era un bicho raro, que me iban a menospreciar y que entre más lo escondiera mejor”.
  17. “No sentía que nada de lo que hacía tenía valor. Desarrollé ansiedad y deje de sentir ganas de vivir. No encontraba placer por nada. Mis relaciones interpersonales cada vez eran más difíciles”.
  18. “En mi pareja, inconscientemente, veía un abusador cada vez que estábamos juntos. A pesar de su amor hacia mí, cada vez que teníamos sexo yo solo me sentía como un objeto que él usaba para satisfacer su placer”.
  19. “Me sentía como una muñeca de trapo con la que podían hacer lo que quisieran. Llegué a sentir que solo era un hueco donde un hombre metía y sacaba su pene”.
  20. “Nadie cercano a mi sabe cómo manejar la situación. Ni mis papás ni yo, ni mi pareja. Es un trauma tan grande que no sólo me afecta a mí, sino a todos los que se relacionan conmigo”.
  21. “El abuso sexual hace que pierdas todo tu poder personal. Te olvidas de que eres algo más allá de lo que alguien un día decidió que fueras. Crees que eres un objeto que se usa para satisfacer el placer y sobre el cual, los demás pueden dominar”.
  22. “Quedaron secuelas físicas, psicológicas y emocionales. Es como si me hubieran roto en mil pedazos de un momento a otro. Todo tipo de pensamientos nocivos se apoderaron de mi mente. Hasta quise hacerme daño para evadir el dolor de mi alma”.
  23. “Creo que la familia y los amigos más cercanos son fundamentales para enfrentar todo esto. Sigo esforzándome día a día para hacerlo. Es jodidamente difícil vivir así”.
  24. “Hace falta mucha educación sobre el tema; acabar con muchos mitos, y enseñar prevención, para que esto no siga sucediendo. La gente debe entender que a cualquiera le puede pasar”.
  25. “No solo los guerrilleros y paramilitares violan, sino que los papás, padrastros, hermanos, primos, tíos, abuelos, amigos cercanos, conocidos y allegados de las familias, son los que más lo hacen. La vergüenza y culpabilidad no deben ser cargadas por las víctimas. Ningún niño, niña, mujer provoca ese tipo de violencia”.
  26. “Me mudé a otra ciudad, y allí recibí terapia. Entendí que lo que me había pasado cuando era niña era abuso. Me dolió que eso quedara enterrado en el pasado, que no se hiciera justicia, y que a nadie le importara”.
  27. “Él me decía que todo era un secreto y que no podía decirle a nadie. No recuerdo que me amenazara, lo único que sé es que nunca fui capaz de contárselo a nadie”.
  28. “A los 16 años tuve una depresión muy profunda. Le conté todo a mi mamá y ella se sintió culpable por no haberme protegido lo suficiente y no haberme hablado y orientado al respecto. En ese momento, ella me ayudó a buscar ayuda psicológica y esto me sirvió para pasar la página de la depresión”.
  29. “Creo que a mis 22 años, por ser víctima de violencia sexual, nunca he tenido novio y hasta se me hace difícil conectar con un hombre. Realmente me cuesta confiar en alguien. Lo que me pasó, no me lo hizo un desconocido; me lo hicieron conocidos y familiares”.
  30. “El abuso sexual es algo que por más tiempo que pase, jamás se supera.. En ocasiones recuerdo cosas, como escenas de novela que pensé que no recordaba, y eso me hace doler todo: mi alma, mis huesos, mi ser. Todo en mí es dolor y recuerdos amargos. Ver mis fotos de niña me hace querer abrazarme y decirme que todo pasará, pero sé muy bien que no es así. Conozco muy bien el dolor, culpa y asco que se siente”.
  31. “ ¿Que había detonado tanto miedo y rabia? ¡Un olor! Recordé que así olía alguien cuando yo tenía siete años. Ese alguien me tocaba, besaba y respiraba fuerte en el oído. A esa edad yo debía estar escuchando cuentos infantiles y en cambio estaba siendo abusada. El metía sus manos entre mis piernas y me penetraba. Siempre negué y silencié el episodio”.
  32. “Aún hoy me siento rara. Una parte mía sigue rota y a mis 38 años todavía no la logró reparar. Nadie de mi familia lo sabe. No quiero causar dolor, además ya nadie me creería. Hablarlo es aceptar que abusaron de ‘la niña’ y que asimismo, siempre habrá una mujer eternamente rota, desconfiada y que difícilmente sabrá amar sin temor”.
  33. “Creo que las mujeres tenemos muchas experiencias de violencia sexual. Luego cuando crecemos también nos toca asumir el acoso en la calle y demás situaciones en el trabajo. Es un acecho que nunca acaba”.
  34. “Pasaron ocho años hasta que decidí buscar ayuda porque me ví en una situación bastante complicada. Tenía mucho que entender y debía dejar de jugar al papel de la fuerte”.
  35. “En mi caso siempre hay detonantes, palabras y olores que me hacen recordar aquella tarde de enero en la que mi vida cambió y dejé de ser una niña que pensaba en bailar y viajar por el mundo”.
  36. “El mejor consejo que le puedo dar a los padres es que siempre abran las líneas de comunicación con sus hijos, les enseñen que el cuerpo tiene límites”.
  37. “Cuando yo tenía siete años me quitó la moña que llevaba, me picó el ojo y me dijo: ‘cuando tengas 15 te lo voy a meter, porque ahorita está tu vaginita muy pequeña y te puedo lastimar’”.
  38. “Cuando a mis diez años descubrí que me habían violentado sexualmente y que probablemente corría peligro, intenté suicidarme. Esta historia solo la sabe mi primer novio. A mi mamá se lo mencioné en alguna discusión, pero creo que lo olvidó. Jamás volvimos a hablar del tema”.
  39. “No denuncié y hoy uno de los agresores, que es de mi familia, tiene una denuncia actual por violencia física contra otra persona. Decidí cortar la relación con él sin dar explicaciones en mi casa, y decidí asumir el silencio con valentía,porque no contar también es valiente. No saben lo difícil que es el silencio, los costos que tiene, pero lo empoderante que está trabajar a diario desde otros lugares para que esto no le siga pasando a niñas, jóvenes y mujeres de todas las edades”.
  40. “Fui víctima de abuso por parte del esposo de mi tía, a quien en su momento amaba con mi vida y se aprovechó de la confianza que tenía para sobrepasarse con mi cuerpo. Yo, por miedo a mis 17 años, no fui capaz de denunciarlo. Esto me hizo mucho daño y solo un año después me atreví a contarle a mi familia”.
  41. “Yo tenía puesto un pantaloncito corto de boleros que me quedaba un poco ancho. Y mientras él me cargaba, el pantalón se corrió un poco y se vio mi vagina. Él corrió más el pantalón y me preguntó qué era eso. Yo le contesté que era ‘la florecita’, tal como mi mamá me había enseñado a decirle. Él empezó a acariciarla sin maltratarme y yo no entendía nada, pero logró excitarme. Después de eso me solté y creí que eso era algo normal. Nunca le conté a nadie”.
  42. “El hecho no se volvió a repetir, pero mi vida cambió totalmente. En ese momento no fui consciente, pero me volví una niña violenta y grosera. Nunca pude ser buena estudiante. Tampoco pude definir mi sexualidad. Tuve problemas fuertes con las drogas y mi familia nunca pensó que mi actitud era causa de algo externo. Siempre tuve presente el suceso, pero nunca lo relacioné hasta que mi vida estaba un poco destruida”.
  43. “Me tomó bastante tiempo poder contarle a mi familia lo que sucedió en esa época. Realmente no recuerdo en qué momento o cómo lo hice, ya que después de 20 años sigue siendo un tema difícil de manejar”.
  44. “Yo quedé embarazada a los trece años y el padre de mi hijo tenía 26. En el hospital nunca me dijeron que tenía derecho a abortar. Solo me regañaron y me dijeron que tenía que hacerme cargo porque había sido mi responsabilidad. No me lo permitieron, así que decidí tenerlo. No ha sido nada fácil, la verdad. No niego que amo profundamente mi hijo y que trato de hacerlo feliz siempre, pero con trece años todo fue muy difícil de asimilar”.
  45. “Mi abuelo abusaba de mí cuando era una niña. Solo recuerdo que me ponía en sus piernas y metía su mano en mi pantalón para tocarme. Siempre se ponía nervioso por ser descubierto. Recuerdo también que tenía una foto mía en su mesa de noche”.
  46. “Un día, una amiga de la universidad nos contó que había sido abusada. Entonces, todos los posibles intentos de mi mente por borrar y creer que mi abuelo nunca había abusado de mí, se cayeron. Fue devastador”.
  47. “No sabía cómo decírselo a mis padres. Esa era mi mayor preocupación. Sobretodo, a mi mamá. Les iba a destruir la vida. Pero aún así, lo hice. Y las cosas siguieron como si nada”.
  48. “Empecé a ir a terapia psicológica, pero fue muy corta. La retomé casi después de un año después y empecé a hacer biodanza. Llegué a hacer constelaciones familiares e ir al bioenergético. Pero no sentía avances grandes en mi proceso. Sin embargo, siento que lo mejor ha sido involucrar al cuerpo en la terapia”.
  49. “Mis relaciones interpersonales cada vez eran más difíciles. Empecé a sentir mucho rencor hacia mis padres y en especial hacia mi madre por no haberse dado cuenta de lo que ocurría; por no ocuparse de mí cómo debía hacerlo y por no verlo e impedirlo. Y porque cuando le conté, todo siguió como si nada”.
  50. “No nos debemos callar. Debemos gritar, dejar de normalizar la violencia sexual, y acabar con ella. No necesitamos haber sido abusados para eso. Solo necesitamos empatía”.

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MUTANTE

Una nueva especie de conversación. Otra manera de hablar, comprender y actuar frente a los problemas de nuestro tiempo.