Send nudes

Vanessa Puga
5 min readApr 24, 2017

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…to yourself

Levante la mano quién en algún punto de la vida no se haya sentido mal consigo mismo porque no se gusta. No se hagan. Desde un “mi cabello es terrible” (porque amarían tenerlo lacio, o rizado o como sea que no sea el suyo) hasta el estar demasiado gorda(o), tener marcas como cicatrices, celulitis, estrías o cualquier otro detalle.

Llevo más de un año peleando conmigo misma, pues no me siento a gusto en mi cuerpo. Subí mucho de peso (me sirvió el que conservé mi cintura, así que no parecía taaaanto lo que había subido), con lo que mi de por sí endeble autoimagen se vino al piso.

Sé que no es novedad que las mujeres en particular no estemos a gusto con nuestros cuerpos. Alrededor tenemos a las industrias (de moda, cinematográfica, televisiva, publicitaria, ustedes elijan) bombardéandonos con imágenes de lo que es el ideal de belleza al que hay que aspirar. Una crece con esos mensajes, que poco a poco se incrustan en el subconsciente, al grado de que — por lo menos en mi caso — ver los maniquíes en los escaparates de las tiendas me pone mal: son tan delgados y yo, no. Mis caderas anchas, mis nalgas grandes, mi pancita, la celulitis, las estrías… ¡qué horrible me veo!

Al menos eso me gritan las voces mala ondita, concebidas por los estereotipos de la sociedad en que vivo. ¿En qué momento le subieron el volumen y me empezaron a atormentar a diario? Hay días en los que debo pelear férreamente conmigo misma para no elegir no desayunar o irme a la cama sin cenar, pues sé que esos métodos sólo atentan contra mi bienestar. Nunca he contado las calorías que consumo y si bien llevo un rato haciendo ejercicio diario, tampoco me mato ejercitándome (además, no es que tenga tanto tiempo como para hacer rutinas de más de 40 minutos al día).

Pero en el último año y medio me he vuelto demasiado consciente (y con gran tendencia al disgusto y al auto-odio) de mi cuerpo. Al grado de que en cierto punto elegí, al salir con un amigo con derechos alguna vez, apagar las luces del cuarto de hotel para que no viera mi cuerpo, convencida de que las nuevas lonjas, las estrías, la celulitis, todo mi ser iba a resultarle repulsivo. [Amable recordatorio: los hombres son muy visuales y no dejarlos ver no es una buena estrategia.] En realidad, a él eso no le importaba, pero con mi mala autopercepción, yo no me daba cuenta.

Hace relativamente poco leí a mi querida Ale Arévalo en Twitter decir algo muy cierto:

Lo que más me llamó la atención fue la respuesta que hubo a ese tuit: varias chicas con los mismos problemas de aceptación con sus cuerpos. ¿Cómo mandar nudes si no te gusta lo que ves?

Y es cierto. Tratar de enviar una foto a alguien más (o incluso sacar una foto, con ropa, maquillaje y toda la parafernalia sólo para poner en un perfil) es la cosa más complicada si no te gustas a ti misma.

Hace años una amiga fotógrafa me dijo que debería hacerme una sesión de fotos boudoir. Y la idea me emocionó… hasta que la charlé con mi entonces novio quién puso el grito en el cielo ¿cómo se me ocurría la idea de posar en lencería o poca ropa frente a una cámara?

[Nota al pie, uno de mis mejores amigos ya me había sacado antes una sesión de fotos en lencería y desnuda para un proyecto… y salí sintiéndome la mujer más hermosa del planeta en aquella lejana ocasión]

Mi ahora ex no entendía que no era una cosa que quisiera hacer para acabar en un sitio indebido de internet. Vaya, ni siquiera quería hacerlo para darle las fotos a él. Lo quería hacer como un ejercicio de empoderamiento.

Y es que atreverse a quitarse la ropa y tratar de ser sexy frente a una cámara es un ejercicio que llegué a hacer en un par de ocasiones (a veces para sí, mandárselas a mi entonces novio…a veces como foreplay, donde el fotógrafo era justamente él: neta me hacía sentirme la mujer más deseable del planeta, con estrías y caderas anchas y cicatrices y todo).

Al tronar con él, retomé el tema de la sesión boudoir con mi amiga. Pero ya no me sentía a gusto conmigo misma. Decidí iniciar un tablero de “inspiración” en Pinterest. Empecé a buscar fotos de chicas posando en lencería o desnudas.

Si bien las fotos se me hacían hermosas y un buen punto de partida, mi confianza en mí misma fue en detrimento: ¡jamás me voy a ver a así de delgada! ¿Cómo antes pude sacarme fotos así, jugando con la cámara?

Sencillo, había dos cosas: confianza en mí misma y actitud de juego. En la seguridad de un espacio como mi propio cuarto, a sabiendas de que la única persona que vería esas fotos iba a ser yo (y en caso de que neta me gustaran mucho, mi novio en turno) era fácil posar sin dudas.

Así que decidí como ejercicio de volver a quererme, sacarme una foto diaria. No forzosamente desnuda. No forzosamente en lencería. Simplemente una foto para mí. Todo con un objetivo muy claro: seducir. Seducir a la persona que más me importa en esta vida… seducir-me.

Hay días en que amo cómo se me ve el cabello. Otros días creo que mi maquillaje de ojos o de labios se ve chulo. A veces mi ancha cadera parece sexy. Otras veces son mis piernas, con el largo de falda adecuado para verme atractiva y misteriosa.

Hay días en que de plano ME ODIO. Se ve mi pancita, los pantalones sacan gorditos en mi cadera y las várices de mi pierna derecha se notan más que otros días.

Pero si yo no me encuentro guapa, si no me siento cómoda bajo mi propia piel ¿quién lo va a hacer? Así que me sigo sacando fotos. No las comparto, las guardo para mí. Para recordarme que soy una mujer atractiva así como soy. Para recordarme que ya hago todo lo que me es humanamente posible para estar sana.

Mandarme esas fotos me ha ayudado a levantar mi autoestima. Quizá acabe por decidirme a sí hacerme la sesión boudoir pendiente. El caso es que creo que todas las mujeres deberíamos sacarnos fotos, para nosotras, para sentirnos a gusto en nuestra propia piel. No para que un externo nos diga que estamos guapas (o cogibles o deseables, eso no nos define). Es un buen ejercicio para subir su autoestima.

Van chicas.

Send nudes… to yourselves.

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Vanessa Puga

“Hummingbird girl, running on caffeine.” | Vivo del lenguaje, la redacción y las redes sociales | social media manager y profesora | bruja bibliófila | geek