Julio Benegas Vidallet, el cronista de nuestras calles

Norma Flores Allende
6 min readApr 19, 2019

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Ph: Augusto Ferreira, del álbum “Añua, homenaje a Vicente Paéz”

Julio Benegas Vidallet (Asunción, 1970) es periodista y escritor, pero se define como cronista. “Soy un cronista que vive el mundo y sus experiencias con la pasión necesaria para registrar detalles comunes y significativos.” De larga y destacada trayectoria periodística en nuestro país, Julio es también dueño de una prosa comprometida.

“La Masacre de Curuguaty” es su obra paradigmática, una investigación periodística de calidad literaria sobre lo acontecido en el 2012 que hoy al 2019 posee una cuarta edición aumentada. El cronista está abocado a la formación de nuevos escritores desde sus talleres de redacción en varios puntos del país.

Julio, ¿dónde podemos encontrar una buena historia?

Una buena historia está ahí, a mano, cerquita, al lado, en la pared descascarada, húmeda, el baño enmohecido, la luz que invade toda la habitación y nos devela las arrugas de nuestro pobre corazón, cobarde y paranoico. Está en la sublevación del intenso verde entre el asfalto, el hollín y la mustia mirada del obrero que despertó a las cinco, esperó media hora el cole, se puso el auricular, dormitó en el asiento de atrás, sin pensarse, sin posibilidad de interpelarse en la tragedia de la explotación. Un pobre, ya sabéis, no puede darse el lujo de irse al carajo completamente. Todos los días, entre el alcohol y la muerte de la pasión, necesita asirse a la vida, aun ruin y cobarde. Muere y renace pensando rescatar de la rutina alguna ilusión.

¿Cómo podemos contar esa historia?

Uy, de mil maneras. Si tenemos la historia a mano, de mil maneras. Un cuadro estático, primer plano abrupto, una sentencia significativa: “Añarako peguare, solo a mí pasan estas cosas”, se dijo fulana al amanecer en su cama sin más vueltos que los nubarrones de la pasión nocturna. La recreación del día ese acto sanador, un viaje importante como punto de fuga de esa vida que atraviesa los umbrales de la melancolía o ese episodio de infancia, aparentemente, inocente, que determinó ese aire triste del personaje, ese aire que atraviesa el corazón del diamante. O ese episodio significativo en el contrastó sus ilusiones con las imposibilidades tan a mano siempre.

Mil maneras, hasta con una reflexión. Meterse en el personaje y desde adentro narrar en primera persona, distanciarse de todo para registrar la insignificancia de nuestras urgencias frente al pétalo que renace con la primera gota de lluvia. Uy, de mil maneras. Contar la historia en bruto, en forma obrera, hasta agotarse. Después, una mirada de orfebre, punto por punto.

Escribís desde las urbes de Asunción, hablás mucho de la gente corriente y tus reportajes son una radiografía urbana muy precisa. ¿Nos hace falta más literatura como sociedad? ¿Por qué?

Los trabajadores movemos el mundo todos los días, pero nuestras historias terminan en la cárcel, en la imputación o en el encierro, por miedo o paranoia. Hay un mundo que despierta en la urgencia de batallar todo el día el pan y la alegría, aunque la cosecha sea la devastación del cuerpo. Pero nuestra historia está contada desde la perspectiva policial, fiscal, el arreglo político y, finalmente, desde la mirada de un poder hegemónico que mete miedo, mucho miedo, para desmovilizarnos, fragmentarnos, hacernos creer que, finalmente, el otro pobre, el otro vos, el otro al lado, el chespie, la puta, el motochorro, son los culpables de nuestra propia desgracia, no la deforestación criminal ni la acumulación del capital en bancos, financieras y corporaciones. Todos los días se muere y se renace en la enajenación, pero nuestras venas solo sangran en telediarios como espectáculo de morbo, miedo y terror. Entonces, y solo entonces, el oficio del cronista, el amor por la crónica, por la historia, por la biografía, por las cosas constitutivas del ser, su registro y su publicación, adquieren una importancia trascendental para nuestros pueblos. Reímos, cogemos, puteamos, nos insultamos, nos queremos, tenemos sueños rotos, proyecciones de clase fallidas, amor y odio, carnal, a este mundo infestado por la euforia y la melancolía impuestas, en un orden moral decadente, en este mundo infestado de naturaleza muerta y desgarro estomacal.

A nuestro periodismo, ¿le hace falta más literatura?

Le hace falta contar la verdad. La verdad es subversiva. Si luego avanzamos en brillo y vuelo narrativos, nos acercaremos al ideal estético.

¿Cómo podemos rescatar el valor de la crónica y el reportaje en nuestro periodismo?

Alejándonos de las corporaciones mediáticas. En ese mundo ya no hay más que culebrón entre pobres. Recrearnos en medios de trabajadores, de pequeños y medianos capitales. Entender que un hecho o un fenómeno son la representación de ese hecho o de ese fenómeno, no lo que yo crea o lo que Zucolillo, Cartes o Vierci crean cómo son las cosas.

[A nuestro periodismo] le hace falta contar la verdad. La verdad es subversiva. Si luego avanzamos en brillo y vuelo narrativos, nos acercaremos al ideal estético.

Novela publicada en el 2017.

Julio, contanos un poco sobre vos. Los libros que publicaste, la novela en que estás trabajando, otros materiales que estés preparando para este año.

Soy un cronista que vive el mundo y sus experiencias con la pasión necesaria para registrar detalles comunes y significativos. Hay veces en que estos trabajos adquieren el vuelo de la pasión y el compromiso, como la investigación sobre la masacre de Curuguaty, otras veces la candidez del asombro como, por ejemplo, el texto Una madrugada en el calabozo o el intento de lustre estético a una tragedia dantesca en Aquel domingo de Dolores

Soy de alma y oficio cronista. Mis textos, aun los de ficción, como Tereré en la plaza (un librito de relatos breves) y Soledad, una novela corta, están atravesados por las líneas de la crónica: la observación, el registro y la narración de hechos y fenómenos de manera directa, sin muchos ambages o regodeos estéticos. Algunos adquieren vuelo narrativo, otros se arrinconan en los labios de la urgencia.

Acerca de los talleres que realiza Julio Benegas Vidallet

Alumnos de uno de los talleres de redacción de Julio Benegas Vidallet en Casa Karakú.

Si pudieras hablarnos de tus clases grosso modo. Qué desarrollas, qué pueden esperar los que se inscriban a estudiar contigo.

Uy, es taller obrero. Se adapta a las necesidades de la gente. En el tramo más de narradores, hay descripción de ambientes, de personas, de estados de ánimos. Desarrollo ambientado de historias, revisión de formas, tiempos y ritmos. Y, claro, corrección gramatical del texto.

¿Cuáles son las características comunes de escritores jóvenes que se acercan a tus talleres?

Múltiples intereses. En general quieren escribir mejor. Tienen ganas de conocer técnicas. Muchas personas son asiduas lectoras y en general muy buena gente, joyitas en medio de tantos escombros.

¿Cómo influye la diversidad lingüística en la escritura de los jóvenes de tus talleres?

El bilingüismo, más específicamente, súper. En capas de origen campesino, la posibilidad desarrollar escritura castellana en guaraní es un motor de arranque tremendo. Y esa fuerza que adquiere el castellano en las capas media bajas de zonas urbanas y suburbanas por la fuerte intervención del guaraní trae cosas novedosísimas. La fuerza que hoy tiene el castellano es superior. Tiene cuerpo, énfasis, salidas, giros, fraseologías que antes, con ese castellano solo tan de pequeña ciudad y el mundo rural, casi el universo total del país, en guaraní, pues era más desabrido, tan comedido y artificial.

¿Cómo inciden las nuevas tecnologías en la escritura de personas jóvenes?

Tuve un participante de taller que escribía solo en el celular. No lo podía creer. Un chico de 18 años. Escribía como cuando yo escribo de corrido en la computadora. Creo que mucha gente hoy está interesada en los talleres de redacción porque, a través de las plataformas de internet, necesitan posicionarse permanentemente. Este es el tiempo en que la gente siente que individualmente debe tomar una posición y esa posición es pública, cotidiana.

¿Cuáles son los desafíos y/o limitaciones de esta nueva generación de escritores?

Nombrar otra vez el mundo. Sobrevivir a un tiempo en que el sistema te hace creer que sos lo más importante, lo único, para poder venderte una computadora personal, una televisión personal, un auto personal y endeudarte más y más. Hay que mirar de nuevo el mundo, los planos, las mesetas, los llanos, seguir el hilito de luz que se filtra en nuestro estropeado horizonte, mirar otra vez alrededor. El mundo existe, es real, carne, hueso, kaigue, melancolía, hollín y estrellas fugaces.

Nota originalmente publicada para el portal hoy extinto de AkãBOOM y actualizada al 2019.

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Norma Flores Allende

Le gusta el periodismo y la literatura. Derrama aquí opiniones no tan responsables del tiempo y circunstancias imperantes en clave Ñ. Melómana incurable.