Dejar de ser para pertenecer
La necesidad de pertenecer nos condiciona. Para pertenecer es necesario adecuarse a normas impuestas, ya sea por grupos u organizaciones, que nos obligan muchas veces a abstraernos de nuestra individualidad. Como seres sociales que somos, todos necesitamos formar parte de algún grupo, por lo que muchos acabamos actuando casi por imitación con tal de ser incluídos y ganarnos un espacio. Pero, ¿cuál es la consecuencia de esto y cómo afecta a la sociedad?
Existen dos consecuencias inmediatas: la discriminación y la exclusión. Al valorar determinadas características y condenar o desvalorizar otras, estamos fomentando la cultura de la discriminación e inhibiendo la individualidad de las personas. Esto lleva a la exclusión de aquellos que se “animan” a vivir su vida según sus valores y creencias, sólo porque su forma de pensar y actuar no es valorada por la sociedad en la que viven. Un caso aún peor involucra la exclusión de aquellos que son menospreciados por condiciones que no eligieron y algunas ocasiones no pueden cambiar. En un país como el nuestro, estas personas terminan excluidas del sistema educativo, del mercado laboral, del sistema de salud y de cualquier otra forma de participación social. En otras palabras, son privadas de sus derechos. Y esto no afecta solo a las personas que quedan apartadas, sino a toda la sociedad. Nos afecta porque nos vuelve indiferentes, oprimidos, nos fuerza a esconder nuestras diferencias y a mostrar solo una parte de nosotros mismos, la parte que sabemos que va a ser “aceptada”, que nos va a permitir ser parte y acceder a las mismas oportunidades.
Entonces, ¿cuál es la clave para eliminar la discriminación?
Generar conciencia y revalorizar la diversidad sería un importante paso hacia la eliminación de la discriminación, sumado al desarrollo de la tolerancia y ni hablar de una ley que penalice las prácticas discriminatorias. Es por eso que El Semáforo de Eliminación de pobreza (herramienta y metodología de autoevaluación para eliminar la pobreza multidimensional de las familias), incluye entre sus indicadores de pobreza el de “Conciencia de los derechos humanos”, este indicador impulsa a las familias a reflexionar sobre el respeto hacia los derechos de todas las personas sin importar su raza, religión, orientación sexual, etc. Una familia que no reconoce o respeta los derechos de todas las personas, se encuentra en el nivel rojo de este indicador.
Una organización que no discrimina, valora la diversidad, encuentra en cada persona un mundo de posibilidades y adquiere una visión que le permite ofrecer oportunidades y soluciones adaptadas a las diferentes necesidades de la sociedad en toda su heterogeneidad. Fomentar desde nuestro lugar, como parte de una organización, el respeto a la integridad de las personas a través de la eliminación de prácticas limitantes, revisando aquellas normas que nos empujen a separarnos de lo que somos para acceder a oportunidades puede ser un importante avance hasta llegar ser un país más tolerante, que respete y valore las diferencias.
Escrito por Adriana Álvarez, Coordinadora de Proyectos Locales.
