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‘La crisálida del fin del mundo’: El que ríe último

Paratexto Mag
2 min readJul 10, 2016

La crisálida del fin del mundo, unipersonal de Javier Araya (sobre texto de Federico Andahazi y con puesta y dirección de Julia Muzio) es un homenaje a cierta literatura elástica, excesiva, representada por Rabelais, por Cervantes en los desvaríos pantagruélicos de quijotes que sueñan mundos. Para el caso que nos convoca, se trata del fin de uno, cuando la deidad cristiana ha decido acabar con la tierra y queda vivo, un poco por accidente, Escribaldo: el testigo.

Frente a su juicio final, un poco como todos los hombres, desteje historias para evitar ser condenado (la justicia y la literatura se hermanan de modos que, desde Aristóteles y su Retórica, son evidentes). Así, nuestro protagonista, montado en su crisálida, caja de recuerdos humanos que mezcla la biblia y el calefón, lleva adelante su propia defensa frente al Supremo, contra el destino y tres ángeles antagónicos y sádicos, que solo lo quieren ver arder.

El desempeño escénico de Araya es sublime, a cargo de todas las voces, y aún en su cuerpo que se desplaza y contorsiona para ser multitudes mientras cuenta, narra, con contorsiones -también de la lengua- (no hay elemento que no sea para jugar, en La crisálida…) sus aventuras terrestres en el fin del mundo, desde el fin del mundo. Vestuario y escenografía son también ofrendas a una poética vinculada con la escritura, las bibliotecas populares de lecturas que producen carcajadas.

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