Crítica | Danza

El baile del sueño eterno

Sobre ‘Delfín negro’

Paratexto Mag
2 min readMar 18, 2018

Si el comienzo es una espesa niebla roja, un escenario que emula un puerto en la densa noche, un sonido como de distorsión, de graznido de gaviotas; y la sensación es que un agobiante mal se esconde entre lo que no se ve, el acecho de algo ominoso. Sí es así, porque parece que es así, y tal vez lo sea, el trabajo de Delfín negro es limpiar el aire, poner los focos sobre lo que no se nombra y ponerle palabra, cuerpo, gesto, al genocida más respetado.

Así, un aire de posguerra tiñe la pieza: cierto terror, cierta desesperanza. El viento de los Campos, la televisión siempre de fondo. Las tres protagonistas, de sobretodo, en pijamas, perdidas en la oscuridad, van deviniendo dolor, deviniendo prisioneras y víctimas. Y forman, como trío, un sistema de inclusiones y exclusiones, de ajustes y pausas aleatorias: una consecución de esculturas vivas que desnaturalizan el fluir de un movimiento siempre impuesto por otros. Son, así, pura respuesta que es siempre angustia.

Hacia el segundo acto aparece un manifiesto y aparece en francés, primero -lengua de las luchas históricas por la libertad y la dignidad de la humanidad- y en español, después (que suena más personal, apasionado e intransigente), que pone en escena una suerte de decálogo de movimientos para luchar contra el Capital. Tal vez como anuncio de la batalla infinita, a pesar de la derrota garantizada -hacia el final, las protagonistas no pueden estar en pie: se sujetan del suelo como si pudiera haber algo más debajo- hay un latido que no se detiene durante toda la pieza (¿el corazón bombeado de rabia, hinchado de ira, por la injusticia y la inequidad?). Pero se ha señalado que la tarea de Delfín negro es poner la palabra aún a fuerza del tartamudeo metonímico. Así, cumple en sus últimos minutos, con su último aliento, con el recitar de una poesía breve, entre el pastiche y el copy-paste, contra el propio cuerpo y la fuerza de la cultura, para señalar y denunciar al enemigo del pueblo.

La iluminación, a cargo de Paula Fraga, es una incuestionable protagonista, con sus picados y contrapicados, que extrañan las imágenes de los cuerpos y motorizan un ambiente emocional de shock con un acotado abanico de rojos y amarillos, precisamente distribuidos en el tiempo y el espacio. Paciente, silenciosa, delicada, la dirección de Ramiro Cortez tiene el acierto de tomarse el tiempo para desenhebrar una causa, exponerla y evaluarla desde todos sus ángulos, y volver a guardarla en su propio envoltorio de resolución imposible .

En el Centro Cultural Rojas, los sábados a las 21.30 hs. Entradas $ 130. Marzo 2018.

http://www.alternativateatral.com/obra51382-delfin-negro

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