Zapping cultural 6: el cierre de listas, el Bailando, el volumen alto y las ganas de influenciar

Pedro Molina
5 min readJul 4, 2023

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Es muy buena la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, pero si no se logra comunicar nadie valora la gestión. Hace unos años, Macri había hecho una obra igual de poco visible en el arroyo Maldonado y para transformarla en votos gritó no se inunda más, no se inunda más y no se inunda más hasta que su enajenación se transformó en meme.

Desde entonces, el volumen de la política quedó dos niveles por encima. Hace unos días Fantino contó, con su habitual licencia poética, cómo llevó al ignoto Milei a su programa y el rating pasó de 2,5 a 7 puntos. Ya no se pudo bajar el tono. La televisión creó un Frankestein, se difundió en Twitter, se ampliaron los márgenes del discurso y el relato antikirchnerista entró en una espiral de exageraciones, que tuvo su punto cúlmine con el cierre de listas. Patricia Bullrich subió un video donde manejaba un auto que pisaba a los narcos, a los kukas y a los tibios y Larreta subió un TikTok donde decía que era swiftie. Una especie de reunión de quinceañeros intentando llamar la atención de la chica que les gusta.

Esta imagen no fue creada con inteligencia artificial.
Esta imagen no fue creada con inteligencia artificial.

Fuera de la política pasa algo parecido. Se cierran los participantes de Bailando por un Sueño y todos quieren la convocatoria del alicaído Tinelli. Mar Tarrés inventó una pelea inentendible con Pampita, pero no le fue suficiente. Entonces el ex Gran Hermano, Holder, subió dos rayitas más el volumen y se grabó en un video porno que sospechosamente se filtró para darle la fama que él y la otra protagonista querían.

Bailando por un Sueño, el legitimador de famosos.

Nuestros perfiles son nuestras vidrieras al mundo. Estamos, quizás, en la época en la que es más fácil ser famoso, en la que más gente busca ser famosa y paradójicamente, en la que más sufren los famosos. Tini tiene ataques de pánico, Ulises Bueno se retiró, Tiago PZK tuvo una crisis de salud mental y La Joaqui cerró temporalmente sus redes. La generación saturada.

Estamos volviendo locos a nuestros ídolos.

Un estudio basado en las búsquedas de Google identificó que el trabajo aspiracional de los argentinos es ser influencers. En Estados Unidos pasa lo mismo y con esa data, en HBO hicieron un documental excelente (Fake Famous). Buscaron crear tres perfiles exitosos en las redes, hicieron un casting y le preguntaron a la gente por qué quería participar. “La fama puede resolver mis problemas”, dice uno; “prefiero ser influencer antes que trabajar en un restaurante”, dice otra; “la validación social”, explica un especialista. Compran seguidores, fingen fotos, empiezan los canjes y el experimento real da por resultado a la instagramer Dominique Druckmann.

No sigas leyendo el texto, directamente mirá este documental.
No sigas leyendo el texto, mirá este documental.

Filtros, poses, cortes de pelo, presumir abundancia, lujo y belleza son el starter pack para llamar la atención de las marcas y llegar a la cima de esta vida: influenciar. Candela Sánchez fingió haber sido invitada a un evento a Nueva York, pero en Twitter mostraron que todo era falso, que no había canje y que había pagado de su bolsillo. Fake influencer.

La competencia por llamar la atención lleva varios años y cada vez se necesita subir más el volumen. Del baile del caño pasamos al video porno y del “dicen que soy aburrido” a más videos sobre ser swifties (sí, hay otro Tiktok). Esto influye en el mundo real (léase política, sociedad y cultura fuera de la virtualidad), por ejemplo, eliminando del mapa a los moderados.

La cuarta estrella. El más polarizado.
La cuarta estrella. El más polarizado.

Lo sabe Maslatón cuando publica lo que gasta en restaurantes, lo aplica Jésica Fux cuando llena de gente una plaza en Rosario anunciando que sorteará tres vales por sexo y también el belga David Baerten, que fingió su muerte y filmó su velorio desde un helicóptero. Contra ellos también compiten los políticos y los noticieros.

El problema es que muchas veces los que no lo entienden son los que lo consumen. Pasa en el fútbol, donde la lógica televisiva necesita derrotas. El enojo pasional alimentado por la inmediatez de las plataformas es el caldo de cultivo para generar histeria. No tengo pruebas ni dudas de que Twitter colabora en la insatisfacción permanente que padecen los hinchas de casi todos los clubes.

Cuando la exageración era divertida.

Con las placas rojas de Crónica se sabía el componente humorístico y picaresco, ahora el código de consumo no está claro y todos tienen sus propias placas rojas acompañadas de periodistas enojados, solemnes o fruncidos. Son cada vez menos los que hacen el esfuerzo de mantenerse al margen porque rinde más seguir subiéndole rayitas al volumen del debate. Los panelistas son potenciales políticos por la visibilidad que tienen (influencers en estudios de TV) y así es como Marcela Pagano y Guillermo Favale se transformaron en candidatos. Nada hace más daño a la credibilidad de los periodistas que esa salida del clóset. El escepticismo crece en todo el mundo: en Estados Unidos, son más los que no creen en la televisión que los que sí, según una encuesta de Gallup.

Periodistas incisivos que se transforman en candidatos.
Por qué será que la gente no cree más en el periodismo independiente.

La conversación pública ya no depende de unos pocos y en la mesa de quienes generan opinión están el especialista, el tío borracho, la abuela senil, el primo terraplanista, el loco del barrio, la vecina influencer y otros que gritan e influyen en nuestra vida sin que los hayamos elegido. La democratización vino con una trampa: cuesta separar la paja del trigo. Un día vamos a abrir la cortina, mirar por la ventana y nos vamos a preguntar: ¿cómo llegamos hasta acá?

Nuestras opiniones, compras, deseos, referentes y crisis están atravesados por este mundo mediático. Todos luchan por convencernos. Si somos conscientes de eso, es un buen primer paso para ser algo más que un like o un repetidor de frases hechas. Como armas de resistencia sólo nos queda el consumo responsable. Dice Leila Guerriero, que uno es valiente cuando sabiendo que la batalla está perdida, sigue luchando hasta el final.

De eso se trata. Seguiremos intentando bajar el volumen.

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Pedro Molina

Escribí el libro Alerta Rojo con Panqui Molina y acá tomo apuntes para entender los fenómenos comunicacionales. No siempre lo logro. En Twitter, @unpedromolina.