Sobre la carta a Emeequis

Tania Tagle
4 min readSep 29, 2014

--

Hace unos días regresaba a mi casa del trabajo y me encontré con una pareja discutiendo en la puerta de mi edificio. Ella, con un bebé en brazos, intentaba alejarse, él trataba de impedirlo mientras le decía “no te pongas a así o ya sabes cómo me pongo yo”. Cuando me acerqué, el tipo la jaloneó y comenzaron a caminar rumbo al estacionamiento. Los seguí y me aseguré de que ambos se dieran cuenta de que los estaba observando. Él se puso nervioso, cambió su tono de amenazador a suplicante. La dinámica seguía siendo la misma: ella quería alejarse y él se lo impedía jalándola o bloqueándole el paso, la sujetaba de ambos brazos y en algún momento intentó arrebatarle al bebé para presionarla. Me aproximé de nuevo y le pregunté a la mujer si quería que llamara a alguien o si necesitaba algo. Saqué mi celular y tomé dos fotografías del sujeto que para entonces ya había pasado a los empujones. Ella lloraba. En cuanto él me vio sacando fotos se detuvo, le dijo algo en voz muy baja a la mujer y se marchó. Alcancé a verlo tomar un taxi antes de dirigirme a ella. “Denúncialo. Por tu bebé”. Fue todo lo que le dije. “Sí”. Fue todo lo que me respondió.

Cuando por fin entré a mi casa estaba temblando. Cuántas veces fui yo la mujer agredida en la calle por su pareja, cuántas otras mujeres me vieron y bajaron la mirada, cuántas más tendrán que pasar lo que yo pasé para decidirse a actuar y cuántas nunca van a lograrlo…

Esa misma tarde, leí el irresponsable artículo de Alejandro Sánchez sobre el asesinato de Sandra Camacho en la revista Emeequis y le propuse a Elisa Godínez y a Elisa di Biase escribir una carta donde expresáramos nuestra indignación por la manera en que el tratamiento de una nota periodística rayaba peligrosamente en la apología de un asesinato. Lo hicimos.

La respuesta fue asombrosa. Al momento que escribo esto, la carta ha sido firmada por 945 personas. Sin embargo, no se trata de la carta original, que era un documento alojado en google drive que cualquiera podía modificar. A tan sólo un día de circulación, la carta original en drive había sido completamente vandalizada. Llena de insultos e incluso amenazas. No pude ni siquera terminar de leer todo lo que escribieron. Sí, hay gente que se mostró absolutamente solidaria, sí, hay gente que decidió que no iba a ser solidaria esta vez, y sí, también hay gente ruín y abyecta. Gracias a estos últimos tuvimos que mudar el documento aquí.

En ningún momento exigimos que se censurara el artículo ni que se despidiera al reportero como se quiso hacer creer posteriormente, reforzando el estereotipo de feminismo regañón y acusatorio que tanto gusta a sus detractores. La petición era simple: Una disculpa pública a la familia de la víctima y que la revista se comprometiera a sensibilizarse para tratar información con perspectiva de género. Lo primero ya ocurrió. Lo segundo, aunque no sea de manera pública, estoy segura de que ocurrirá.

La palabra feminismo, por cierto, no se menciona ni una sola vez en la carta. Sin embargo, la polémica suscitada en las redes no giró alrededor de una acción civil en pro de un periodismo ético y un tratamiento adecuado de la pérdida de la vida humana (dos cosas que el periodismo en México nos ha negado desde hace muchos años), sino alrededor del feminismo. Y ni siquiera del feminismo sino de las feministas. Y ni siquiera de las feministas sino de los estereotipos de las feministas. Porque, aparentemente, alzar la voz por la dignidad de las mujeres te hace estar furiosa contra los hombres (?) Cierto, hubo muchas opiniones a favor y en contra que enriquecieron el debate y, al menos a mí, me hicieron reflexionar y cuestionar mi postura y mis argumentos. Pero también hubo burlas, señalamientos y escarnio. Desde quienes nos acusaron a los firmantes de defender la censura e ir en contra de la libertad de expresión, hasta quienes nos descalificaron al grado de afirmar que lo hacíamos por el aplauso y los “favs” (neta, eso pasó).

Vivimos en un país en el que la prensa nos ha hecho creer que la víctima de un asesinato, sea hombre o mujer, siempre es la responsable. “Presunto narcotraficante” es la fórmula más común del periodismo para decir que un muchacho de diecisiete años merecía ser acribillado por “andar en malos pasos”. “Crimen pasional” es la fórmula para explicar que una mujer merecía ser apuñalada por tener un amante o por reírse de un niño prodigio. Hombres y mujeres por igual están expuestos al tratamiento irresponsable de la información por parte de los medios. Si un hombre es asesinado seguro algo debía, si una mujer es asesinada se lo buscó de algún modo. Estoy consciente de que una carta no va a cambiar eso. Como también estoy consciente de que el tipo que estaba jaloneando a la mujer frente a mi casa no se va a redimir nada más porque lo confronté. Pero también estoy segura de que de ahora en adelante se lo va a pensar dos veces antes agredir a una mujer en la vía pública. Y estoy segura de que Emeequis, como ya lo dijo su director el fin de semana, ahora sabe que “los lectores son más listos de lo que creíamos”.

Estos días me han servido para darme cuenta no de la capacidad de convocatoria de las redes sino de sus limitaciones. No voy a cambiar a la sociedad machista y violenta en la que vivimos con una carta. Pero al menos yo y 945 personas decidimos dejar de ser espectadores pasivos.

--

--