Entrevista a Peter Frankopan

Autor de Las nuevas rutas de la seda. Para Actualidad Económica.

Luis Torras
8 min readDec 5, 2019

Durante todo el siglo XIII la hoy turística pero más bien desconocida ciudad de Merv, enclave estratégico a medio camino entre Pekín y Roma, hoy en Turkmenistán, fue la ciudad con más habitantes del mundo. Entonces era uno de los nodos principales de la red de conexiones que durante gran parte de nuestra historia configuro una tupida red por la que transitaron bienes de todo tipos, comerciantes, clérigos, capitales, y con todos ellos ideas que fueron transformando el mundo en sucesivas oleadas de civilizaciones humanas. Este es el eje narrativo del best-seller El corazón del mundo, donde el historiador de Oxford Peter Frankopan aborda la historia universal desde la perspectiva de Asia Central y del que ahora se publicará una segunda parte que arrojan una mirada prospectiva, fundamental para entender el complejo mundo de hoy y de mañana.

¿Hemos sido excesivamente eurocéntricos?

Tradicionalmente hemos puesto Europa en el centro como es lógico. Todas las civilizaciones del mundo tienen su propia definición de lo que significa el “centro” lo que significa el “centro” a partir del cual dibujar el mundo. El nombre de China, Zhōngguó, literalmente significa “la nación del centro”. Es normal que uno empiece por mirarse así mismo, para luego observar el exterior. El problema quizás con Europa es que demasiadas veces únicamente hemos hecho lo primero, prestando más bien escasa atención a lo que realmente ha ocurrido fuera de nuestra área de influencia. Típicamente el estudio de la historia empieza con Grecia y Roma, luego nada durante los siguientes 1.000 años, para luego hablar de la Reconquista de España, el descubrimiento del “nuevo mundo” por parte de Colón, y desde entonces la historia de los grandes imperios Europeos. Una historia llena de grandes nombres como Velázquez, Cervantes o Shakespeare, Verdi, que favorece esta idea de que todo empieza y acaba en Europa y en donde, de alguna manera, el resto del mundo quiera imitarnos.

La realidad siempre acaba siendo más diversa y compleja.

Así es. Si uno habla con alguien nacido en Kazajistán, Pakistán, en India o China, queda rápidamente sorprendido del diferente punto de vista que tienen sobre la historia universal. Tanto si uno es historiador, analista, o simplemente quiere tener una imagen más precisa de la realidad es importante desprenderse de nuestros posibles sesgos y prejuicios y centrar nuestra atención en la evidencia histórica. Una realidad cambiante que tiene que ver con el clima, el acceso a los recursos, la tecnología, y un sinfín de factores.

Lo que llamamos “la Ruta de la Seda” en realidad se asemeja más a un red neuronal ¿cómo funciona esta red?

Se trata de una red múltiple; por eso utilizamos el plural, no hay una ruta de la seda, sino muchas. La mayoría de nuestras interacciones hoy en día son en clave local, tanto si vives en Oxford, Barcelona, o Valencia: donde compramos la leche, el periódico, mejor dicho, a que red de wifi local nos conectamos para descárgalo… En todos los casos se trata de relaciones de proximidad. Rara vez, interactuamos en largas distancias; quizás en vacaciones cuando traemos algún producto exótico. En el pasado la situación era muy similar: rara era la vez que un explorador, como Marco Polo, que era capaz de cubrir de forma completa todo el arco que hoy asociamos a las rutas de la sedas, y, además, era únicamente para una variedad de productos muy concreta, y no todo el amplio abanico de productos que llegaron a circular por estas vías comerciales.

Y sin embargo, el comercio es solo, por así decirlo, la punta del iceberg de todo el flujo de intercambio de las rutas de la seda…

Cuando la gente viaja no únicamente trae consigo preciados suvenires, trae más cosas: ideas nuevas, sobre moda, sobre maneras de hacer, de cocinar, por ejemplo. También enfermedades o nuevas palabras, elementos que desde el punto de vista histórico son más difíciles de seguirles la pista y que hacen que las rutas de la seda se extiendan siguiendo patrones mucho más complejos y aleatorios; como un movimiento browniano. La expansión de la cristiandad, por ejemplo, fue un fenómeno, paradójicamente, que avanzó más rápido hacia el Este que hacia Europa, donde fue más lento. Estas redes, además, no son ni estáticas ni predecibles, como lo sería el movimiento de un coche dentro de una autopista; sino más bien como una red dinámica y compleja donde los “destinos” cambian de forma aleatoria según los diferentes ciclos de auge y declive.

¿Qué conclusiones podemos extraer de estos sucesivos fenómenos de “auge y declive” de las civilizaciones humanas?

El estudio de la historia arroja pistas sobre los elementos que han favorecido el éxito de de determinadas ciudades a lo largo de la historia. Se trata, como señalas, de un éxito que nunca dura para siempre y que esta sujeto a proceso de deterioro y declive. El éxito de una ciudad esta ligado a elementos como el imperio de la ley y la existencia de instituciones sólidas, tolerancia, mecanismos de igualdad social, acceso a recursos, buenas conexiones con otras ciudades (apertura comercial), permeabilidad con respecto a otras ideas, estabilidad. El auge siempre suele ser una combinación de todo lo anterior, la caída típicamente es una historia más compleja que puede variar mucho a las circunstancias de tiempo y lugar de cada caso.

En tus libros se desmitifica en gran medida la visión sanguinaria que se solía tener de los Imperios y de algunos de sus grandes líderes.

Levantar un imperio no solo pasa por la pericia militar, sino por la habilidad política de saber construir realidades que salvaguarden el poder de las élites, también locales, de manera eficaz. Son sistemas que no siempre (aunque es habitual) dependen de la riqueza y la prosperidad, sino que pueden depender de otros códigos o creencias. La arquitectura Europea, por ejemplo, ha estado siempre ligada con la idea de reforzar ciertos vínculos de poder, ya fuera con la construcción de catedrales o castillos, estructuras orientadas a salvaguardar el poder de las élites que los erigían. Es curioso porque en Europa y en Asia la tensión entre avance tecnológico y poder es distinta: en Europa la tecnología es un elemento liberalizador que permite al individuo protegerse del Estado; en Asia es al revés, tradicionalmente ha sido el Estado el que ha sabido estar un paso por delante del individuo. Una dinámica que resuena también en el siglo XXI.

Las ciudades son uno de los protagonistas de gran parte de la historia universal con el paréntesis que abre el descubrimiento de América y los imperios de ultramar, ¿estamos en el siglo XXI volviendo al paradigma de las ciudades?

Similar pero distinta. Hoy el avance científico y el progreso es una fuerza capaz de imponerse a la propia naturaleza; un avance que permite acortar distancias e incrementar de forma muy notable la población en las ciudades. El mundo antiguo no era capaz de albergar ciudades de tres millones de personas en ambientes de 40 grados, algo que hemos conseguido gracias al aire acondicionado y la tecnología de desalación del agua del mar. La tecnología permite superar viejos retos, pero alumbra de nuevos, como un coste medioambiental cada vez mayor. El mundo antiguo estaba sometido a las contingencias locales y las posibilidades del entorno inmediato. Durante el apogeo del imperio Otomano y los siglos posteriores el tamaño de las ciudades permaneció estable. El relativamente reciente auge Europeo ha supuesto una inmigración masiva desde el campo a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida y oportunidades, en parte artificial y sino se tiene en cuenta en la ecuación el coste medioambiental del mismo.

Las nuevas rutas de la seda plantea una mirada a lo que esta por venir. ¿Cuáles son las grandes fuerzas que están protagonizando este giro hacia el Este del centro de gravedad del mundo?

Según el Banco Mundial, en China, cerca de 800 millones de personas han abandonado la pobreza en las últimas tres décadas. Esto da una idea aproximada de la magnitud de los cambios económicos y sociales que ha experimentado China en los últimos años, sin precedentes en la historia, y que convierten a este gigante en un jugador principal en los asuntos globales. Un cambio del que no solo es protagonista China, también Corea, Indonesia o Filipinas (otros dos países con enormes poblaciones). Dos grandes fuerzas de punto de partida sobre las que seguir las pistas del cambio son la demografía y los recursos naturales.

Hablar de demografía es sinónimo de Asia.

Si tomamos la referencia de Estambul como puerta de entrada a Asia, la región suma hoy dos terceras partes de la población mundial; una población que además esta experimentado un fuerte incremento en términos de PIB per cápita y bienestar. Un escenario que ofrece a Europa enormes oportunidades –el mercado potencial se hace mayor–, pero también retos, –mayor impacto medio ambiental, deslocalizaciones, mayor complejidad asuntos globales–. Las economías están cada vez más conectadas lo que hace que estemos expuestos tanto al éxito como al fracaso de estas regiones en rápido proceso de cambio. En Europa creo que falta una mayor concienciación de los asuntos globales, de las oportunidades y los retos que tenemos por delante, y del papel activo que podemos jugar en el nuevo escenario global y donde las ciudades son actores principales de la acción política y económica. Falta reconocer que muchas de las decisiones que realmente afectan el “orden mundial” ya no se toman desde Londres, Barcelona, Madrid, o Bruselas, sino desde Pekín o Moscú. Es un cambio de proporciones históricas que cambia el entorno que hasta ahora nos era familiar y que cuestiona hasta cierto punto la manera en la que los Europeos, hasta la fecha, habíamos dividido y organizado los asuntos globales.

Las instituciones supranacionales han sido desbordadas por estos cambios…

En muchos casos, se trata de unas instituciones que se asemejan a “viejos clubs de ricos” cuyos órganos de gobierno no reflejan el actual reparto de la riqueza a nivel mundial, con lo que están sometidas a fuertes presiones para el cambio o con poca capacidad de ejercer su influencia en amplias zonas del mundo. ¿Qué sentido tiene, por ejemplo, que ningún país africano se siente en el consejo de Seguridad de Naciones Unidas?

¿Cómo educamos a las nuevas generaciones para afrontar mejor este escenario?

El tema de la educación me preocupa mucho. Tanto es así que a mi editor le propuse una edición de El corazón del mundo ilustrada para niños. Un libro capaz de aproximar a los más pequeños el gran vacío histórico desde la caída de Roma hasta el auge de Enrique VIII o Carlos V, ambas figuras de enorme relevancia, pero entender el mundo de hoy exige también conocer la historia de los grandes Emperadores chinos, o el desarrollo histórico del mundo árabe.

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Luis Torras

Finance geek & avid reader. Ocasional writer on books, finance & other things. Skin in the game.