Mi regalo, Tim

Martinelli
5 min readJan 6, 2015

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Querido Tim:

Hoy estoy algo nostálgica, no sé si porque aún me dura la resaca de balances de fin de año, o porque ya en pleno CES a mi nervio olfativo ya le llegan moléculas de MWC y se contaminan mis ideas con recuerdos, no lo sé. El caso es que, tras unos meses con tu seductor iOS 8 (bueno, parte de culpa de esto la tiene Craig), me han venido a la cabeza muchas situaciones con iOS 7, una serie de déjà vu pero no de los de sonrisa tontuela, no, de los de hormigueo en el estómago por temor, por alerta, como cuando la gacela ve que cierto matorral a pocos metros se mueve.

El año pasado tuve una experiencia premium, de VIP tecnológica: pude probar tu revolución de software y tu revolución de hardware, y de las primeritas, como buena early adopter (cruzando fronteras si es menester). El punto de inflexión del skeumórfico iOS 6 al plano iOS 7, pasando por las betas cual atrevida intrusa, y el salto evolutivo del encéfalo de silicio de A5 a A7+M7, y escaladitos, para saborealos, para probarlos bien probados y, como buena personajilla de las esferas del gadget, comentarlo sin parar, en posts y en tweets. En este sentido te invito a tirar de Topsy, esa gran twittoteca del desenmascaramiento y del recuerdo clave en el momento adecuado si sabes cómo buscar, ahí he encontrado algunas perlitas respecto a los inicios de iOS 7 que ya no recordaba, y un post con intención de hablar de un terminal top que acabó siendo un disfraz de análisis cutre para una queja de un sistema operativo en pañales.

Lo de las betas fue divertido, a nivel personal al menos, aunque que todos los mindundis tuviésemos acceso a ellas al final saturó un poco la cosa y se estableció como frase comodín «Es una beta, tío» cuando se le exigía eficacia y rendimiento adultos a un embrión. Mucha hiena para tan poca carroña, ¿eh, Tim?

El problema vino cuando se nos dio carroña a los leones, porque nos quedamos con hambre, y un león hambriento e insatisfecho es de garra y colmillo fácil. Y rugimos.

El paso de la última beta de iOS 7 a la GM fue inapreciable en cuanto al uso, lo cual no tenía por qué significar nada, pero de alguna manera cobró sentido cuando los reinicios eran TT en cada hogar con iDevice, cuando los elementos de la interfaz se amontonaban, o cuando te planteabas el entrar a la App Store como Teseo a buscar el Minotauro. Esto fue particularmente bochornoso en mi iPad mini, ese pony que nació viejo que me negaba a cambiar por muchas Retinas que pusieseis en su iteración. El envejecimiento se aceleró drásticamente tras instalar el nuevo SO, e incluso para mí, la usuaria que de ingeniera no tiene ni la “i”, la actualización de hardware se hizo “necesaria” (para definir la necesidad de este cambio someto a los gadgets a exhaustivos tests para determinar el porcentaje de ganas de tirarlo por la ventana que me entran).

Entonces, para que los leones y sus estómagos dejasen de rugir, nos soltasteis las gacelas: el iPad Air y el iPad mini Retina Display, con sus procesadores, co-peocesadores y ¡64 bits, YAY! Los terrícolas no sabíamos muy bien lo que eso significaría en la práctica, pero pintaba muy bien, a mejora de rendimiento o a velocidad. Eran el doble de bits, se tenía que notar, como los megapixels [/sarcasmo]. Al menos eso pensó la gente que me preguntaba por los 64 bits cuando aún le estaba quitando el precinto al iPhone 5s.

Pues bien, mayor número de bits o no, el salto de hardware evidentemente se notó en la experiencia de usuario (UX) y la nueva niña de tus ojos (o eso me hiciste creer) movía algo mejor aquel sistema operativo (SO) de incubadora. Pero el festival de los bugs seguía. «Hay que tener en cuenta que empiezan ahora a trabajar con los 64 bits, hasta ahora no lo habían hecho». Me parece fenomenal, pero eso no es excusa para distribuir productos inacabados, aunque en ese sentido ya me quedé a gusto y no voy a decir más (porque lo puedo decir más alto, pero no más claro, pese a quien le pese). Vuestras sucesivas updates aminoraron los reinicios y la estabilidad se abría paso a codazos a medida que éstos y los demás bugs parecían perecer. El precioso horizonte que aparentó el inicio de esa nueva era vuestra al final quedó en el recuerdo como una lotería en la que según de qué aparato se tratase tenías más o menos papeletas. Siempre tenías alguna, y el miedo al reinicio permanecía.

Unos meses más tarde tu amigo el del pelazo y tú me volvíais a seducir (quién puede resistirse a esto), con un aparentemente acorazado iOS 8 que, a su vez, se abría en algunos aspectos como admitir otros teclados o dar un pelín más de información de sistema al usuario (ojo, sin pasarse, y sin retocar los Ajustes en ningún sentido para que sea más intuitivo, no sea cosa que personalicemos en exceso). «Qué ganas de tener iOS 8 en el mini RD», me dije.

Y al final no sólo lo he tenido en el mini RD (mejor dicho, 2), porque soy un zorrón tecnológico y vosotros unos magos del deseo y del “culo veo, culo quiero”, y creasteis el smartphone más cómodo para mis ridículamente pequeñas manos, con su súper cámara, y ese SO que nos disteis a entender que sería el Santo Grial de la productividad, por sus extensiones y por las posibilidades que añadíais a las muchas que ya tenía vuestro demoledor ecosistema. Pero, al final, parece que demasiado vino llevaba ese cáliz, y si bebes no desarrolles. La sensación de “un iOS 7 acabado” que tuve se ha ido desvaneciendo o, mejor dicho, diversificando: yo tengo dos iOS 8, uno pequeño y competente, y otro farragoso, puñetero y exasperante según qué acciones (bugs con nombre propio que persisten tras las updates, como el de la desaparición de gestos, asco puro al intentar leer contenido en Quiosco, el festival del teclado desobediente en apps de la casa, etc). De nuevo el iPad mini (2) es el apaleado, aunque en mi TL hay para todos, incluido el portentoso y admirado iPad Air 2. De nuevo habéis repartido boletos de una lotería que no deseábamos vía OTA, por iTunes o en vuestras (feas) minimalistas cajas blancas.

Y la 8.0.1. #NeverForget

En tablets habéis retozado todos estos años en un buen colchón por la conjunción de la excelencia de vuestros productos y la dormida en los laureles de la competencia, pero ahora nos dais remiendos en bandejas de aluminio anodizado que, aunque más finas que un lápiz, portan eso, remiendos, parches, apaños. Sigue el miedo, siguen los déjà vu, y la prueba es que yo, la talibana de los globitos, aguanto estoica un “1” en Ajustes por la última actualización de sistema pendiente, por prevención (veremos si al final es con razón o son sólo películas de las mías).

Os pedí que me callaseis la boca, os lo dejé fácil (o eso creí), y hoy, día de Reyes, sigo sin mi regalo. Sigo siendo infiel al iPhone porque pienso en otro. Y sigo creyendo que ahora, mientras te escribo, no sujeto al azote de la competencia en 8”, sino a un paciente terminal, porque me lo estáis matando lenta y gradualmente.

Vuestra amante quejica favorita,

Martinelli.

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Martinelli

Veterinaria, blogger e intrusa en general. Aquí están mis reflexiones puntuales sobre tecnología, para todo lo demás, Martinelízate.es.