Y con tu espiritu

carmen casanueva
6 min readJan 9, 2023
Noche tranquila (1972), Isabel Villar

The thing I love the best is being skinny
Because thinness can’t yell at you

Dorothea Lasky

Como guisantes congelados sin descongelar. Tú ni me miras. Me bebo el vinagre de los pepinillos. No me hablas. Estoy aburrida viendo cómo devoras una fuente de espaguetis. Tienes la barba manchada. No siento nada por ti.

La pila de la cocina se emboza. Cuando el agua sucia llega hasta el límite, tengo que ir al baño a lavar los platos. Me arrodillo frente a la bañera y froto las cazuelas. Las rotulas crujen. Oigo como el desagüe del fregadero va tragando poco a poco, pero yo casi he acabado. Extiendo los cacharros sobre una toalla de los 101 dálmatas y me siento en el bidé. No sé llorar. Eso también te lo he dicho.

La primera vez que mencioné la palabra anorexia fue por whatsapp y tú dijiste lo siento. Puse un emoji divertido para desdramatizar. Quise ser esa clase de chica que habla de su malestar en clave de humor, que le quita hierro al asunto, que no es victima de sus circunstancias, sino una enferma tan consciente que puede doblar el estigma por las cuatro esquinas y guardarlo en un bolsillo. Esa clase de chica que odia ser una chica para que tú dijeras — o al menos pensaras — que era distinta al resto. ¿Lo conseguí?

Por supuesto, hablo de misoginia interiorizada pero también de la certeza de ser un lastre porque tu salud mengua igual que la carne, y la grasa y el esmalte de los dientes: feos/picaos/amarillos. Una lógica perversa que dicta que es un “mal negocio enamorarse de alguien que no está bien, que, de hecho, está fatal. Entonces, te ves en la obligación de dar avisos periódicos, dices: me pasa esto, me pasa lo otro; y piensas: no te asustes, por favor.

Hoy decido no cenar. Hoy decido mordisquear filetes de pollo crudo. Hoy decido masticar 15 chicles a la vez. Mañana hendidura: del esternón al bajo vientre. Mañana dolor de tripa. Mañana se me parte un diente en dos.

Debo memorizar la cadencia. Sí. Sí. No. Tampoco. Sí. Sí. ¿No? Cuántas veces se me permite recordar a esta Persona que tengo un problema. Cuántas veces es asumible reventar a su lado. Una tensión traspapela a otra y ya no me puedo centrar en el asunto más grave, solo en trampas que me pongo. Ejemplo: ¿soy mala feminista porque me aterra estar gorda? Sí.

Cuando me tocas la cara, después me la toco yo para ver qué has sentido. Nunca me tocas la cara.

Miedo de que mi cuerpo cambie y aún más miedo de que Los Otros sepan que me asusta que mi cuerpo cambie. Me avergüenza mi reflejo y me avergüenza más que Ellos descubran que me avergüenza, así que borro del historial los videos de Patry Jordan, así que finjo que no me importa lo que se pide en la cena, así que actúo como si no me acomplejara mi dentadura mellada. Say Cheese.

Se nos dice que un trastorno de este tipo es una presencia mala en tu cabeza y que debes aprender a diferenciar entre la voz sana y la que no. Las veinticuatro horas del día tienes ese silbido en la nuca, el pensamiento intrusivo que grita puta vaga, inútil, fea, zorra, mentirosa, fraude, bla, bla, bla. Cuando escribo las veinticuatro horas del día quieren decir las veinticuatro, incluida la fase rem. Las pesadillas de mi hermana casi siempre incluyen serpientes, las mías un plato de algo humeante.

Me digo que mi anorexia es una analogía del patriarcado. Já. La imagen no se sostiene, mi anorexia, bueno, LA anorexia, es una puta mierda y ya. Puedo dedicarme una tarde a buscar estudios, ensayos o testimonios científicos que me expliquen causas, factores de riesgo, dimensión sociopolítica, una aproximación feminista, pero es que ya no me sirve. He hecho lo que me mandaron, un día aflojé, y llorando reconocí a mi madre que tenía un problema en mi habitación de infancia. Adquirí la conciencia de enfermedad, la acuné, dejé que creciera y ahora ¿qué tengo que hacer con ella?

Tengo una planta carnivora que se me ha ido de las manos. Es gigante y como en La tienda de los horrores, precisa todo de mí. Por las noches la alimento con gotitas de mi sangre. Está hermosa, es increible, ¿la ves? Me está robando el oxígeno.

La industria de la belleza, la feminidad (sea lo que sea eso), nos conduce a seguir unos patrones malsanos, ya se sabe, PERO además, y aquí está el giro perverso: prefiere que no demos muestras de que los perseguimos . Un chico que me gustó hace años me dijo que le encantaba la modelo Cara Delevigne porque pasaba de todo, porque comía hamburguesas, porque en la planta del pie tiene tatuado “BACON”. También me acuerdo de la supermodelo Miranda Kerr diciendo en una entrevista que su comida favorita era el pollo frito. Cuando lo leí, yo tendría unos once años (que me perdone esa mini Carmen) y en lugar de celebrar lo similar de nuestros gustos, pensé: Yo No Me Lo Puedo Permitir.

No quiero hacer de esto un texto de autocompasión, no porque no sea necesaria, sino porque no me interesa. Quiero escribir sobre que me siento una hipócrita cuando comparto publicaciones que dicen “no eres la talla que usas”, porque aunque sé que es verdad, yo aún voy al carrefour y me pruebo ropa en la sección de Niñxs. Porque cuando alguien me rechaza, jamás pienso ellxs se lo pierden o igual es que soy gilipollas, solo puedo imaginar que algo en mi físico no está bien: tengo demasiado vello o la cara muy redonda o sencillamente, granos.

Soy una tía normativa, blanca, cisgénero. Estoy en tratamiento en la Seguridad Social y además, mi madre (porque yo no) puede permitirse pagarme sesiones de psicóloga privada. ¿¿Por qué tanto sad fishing?? ¿¿De qué me estoy quejando?? Todo mi entorno tiene muy asumido que no se pueden hacer comentarios sobre el aspecto físico, pero parece ser que hay vía libre para castigarnos a nosotrxs mismxs. Estaría bien adquirir cierta responsabilidad en cuanto a las cosas que nos decimos y más sí las compartimos en voz alta o en alguna red social. El hecho de que yo exponga, sin tener en cuenta mi audiencia, mi autodesprecio no solo me afecta a mi, sino también a todas aquellas personas cuyas corporalidades no se acercan ni a la mía ni a la “normatividad”. Por eso no sé, si este texto es una jaula.

Ni siquiera estoy escribiendo lo que pretendía. Quería decir que soy una falsa, que intento predicar y derrocar (guau) la cultura de la dieta cuando la voz dentro de mí chilla que solo la delgadez más extrema me hará digna de Amor. Quería decir que me he cargado relaciones (muchas) por no saber pedir ayuda, por una vergüenza atroz a que me descubrieran y me vieran con otra luz, una que dice: niñata, o superficial, o “¿no eres ya mayorcita?”. Quería decir que intento no manifestar mi autodesprecio en voz alta porque nunca he pretendido desahogarme a pesar del cuerpo de otras.

Quería escribir que PERDÓN.

___________________________________________________

pd: mmm tengo sentimientos encontrados con este texto. Nada de lo que cuento aquí, asbolutamente NADA debe ser tomado como discurso aspiracional. Los TCA no son enfermedades estéticas, por mucho que se romanticen en la ficción. Te joden la vida a ti y a tu entorno. Si algo te resuena, o si te sientes parecida o crees que necesitas ayuda, porfa, búscala. Después de mis gatos, intentar recuperarme es de lo que más orgullosa estoy jaja ❤

--

--