Donald Punk y la nueva política hecha sobre la marcha

deanfuentes
4 min readNov 14, 2016

Donald Trump ha vestido durante toda la campaña electoral con traje azul y corbata roja, maquillado con tonos anaranjados y con un peinado tipo cortinilla; un aspecto de lo más prudente para ser quién es, pero no te dejes engañar. Así es como quiere que lo veamos, no quien verdaderamente es. Porque realmente es un hombre con dos piercings en ambos laterales del labio, un septum y otro que le atraviesa el entrecejo, con un corte de pelo mohawk morado y que viste ropa vaquera, de cuero y tachuelas. Y esto no es nada, porque acaba de arrancar el acto más punk de la historia americana.

Si eres defensor de Hillary Clinton o formas parte de algún medio de comunicación, habrás observado el fenómeno Trump como se veía a Frank Sinatra en la década de los 70s: como una vieja gloria caducada con un público que poco a poco iba desapareciendo y en el que simplemente se confiaba por sus grandes éxitos como “My Way”.

Sin embargo, la versión de “My Way” de Donald Tramp bien podría ser la interpretada por Sid Vicious (esa canción que suena durante los créditos finales de la película Goodfellas): grosera, burlona, escandalosa, ofensiva y posmoderna. Ninguno de nosotros podíamos creer lo que Trump estaba haciendo porque nunca habíamos visto a nadie hacerlo así antes.

Yo no pude descifrarlo. ¿Quién pudo si estaba inventado un nuevo lenguaje político sobre la marca? Estaba operando a otro nivel.

Cualquier Republicano — incluyéndolo a él (concretamente desde 2012 )— hubiera dicho que un candidato Republicano no podría ser elegido presidente de Estados Unidos sin antes hacer incursiones entre los votantes latinos. Esos votantes que no querían oír hablar de represalias contra los inmigrantes ilegales.

Así que Donald Trump dijo que iba a acabar con los inmigrantes ilegales.

“When Mexico sends its people, they’re not sending their best”, dijo irresponsablemente en su discurso de lanzamiento de campaña. “They’re not sending you; they’re not sending you. They’re sending people that have lots of problems, and they’re bringing those problems with us. They’re bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists, and some, I assume, are good people.”

¿Acaso son solo algunos los inmigrantes mejicanos que son buenas personas? Decir esto es como cuando un cantante punk escupe a su público; porque el discurso de Donald Trump ha encajado algo mejor entre los votantes latinos que el de Mitt Romney en 2012 — 29% contra el 27%. ¡Punk!

¿Recordáis cuando Trump cuestionó el heroísmo del senador John McCain — quien fue prisionero de guerra en Vietnam — por haber sido capturado? Llegó a tener serios problemas con el Partido Republicano. ¡Punk!

¿Recordáis cuando Donald Trump admitió que Barack Obama sí nació en Estados Unidos (teoría conspirativa racista que los partidarios de Hillary comenzaron a publicar cuando se hizo evidente que iba a perder la nominación demócrata frente a Obama en 2008)? Trump vendió como un gran anuncio su abandono de esa teoría conspirativa y la prensa lo cubrió como si fuera la Super Bowl. Todo esto lo hizo en la inauguración de su nuevo Trump Hotel en Washington D.C. — uno de los múltiples actos de campaña en los que Trump había utilizado el foco mediático para promocionar su propia marca. ¡Punk!

Una campaña ambiciosa y estudiada de Hillary Clinton antagonizaba la espontánea de Donald Trump (escribiendo tuits a las 3 de la madrugada que luego tenía que aclarar a la mañana siguiente), de la cual la prensa especializada se llegó a cuestionar la ambivalente posición de Trump e incluso si quería ganar la presidencia de los Estados Unidos de América.

Esa es la esencia del punk.

Donald Trump no se limitó a tirar el tablero de juego, directamente le prendió fuego. Y a Estados Unidos le encantó. ¿No revelas tu declaración de la renta? Bien, dijo EEUU, ¿puedes ayudarnos a nosotros a jugar con el sistema también?. ¿Vas contra los principales medios de comunicación sin pretensión de neutralidad y haces abiertamente campaña contra ti mismo? No es un problema, dijeron los estadounidenses, odiamos a esos imbéciles también; porque el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo.

Porque el punk es el arte de subirse a un escenario y gritar sin preparación alguna: “Soy yo contra el mundo, ¿tú qué coño piensas a hacer al respecto?”. Una frase no literal, pero sí metafórica, con la que Trump nos sorprendía cuando se ponía tras el atril y se acercaba al micrófono en cada discurso. Una lucha de año y medio de el mundo contra Donald Trump que se ha perdido.

Ahora lo bonito es que resurgirá el punk, el arte contestatario, la escena contracultural y la gente volverá a despertar y a defender con uñas y dientes valores que ya creíamos ganados y que no lo están.

Y eso es, definitivamente, una muy buena noticia.

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