vsco.co/scrm/

Los libros que no he escrito

Sai Romero
4 min readMar 23, 2019

--

La cantidad de libros que no he escrito es abrumadora. La cantidad de ideas que he tenido también. Claro que me halago: cuántas ideas, cuánta creatividad, pero cuánta pereza y falta de voluntad para ejecutarlas. No importa. Hace tiempo acepté mi vanidad, mis ganas de ser un poquito famosa (ser muy famosa sería de mal gusto).

Pero continúo: lo que me gusta de no escribir libros es que me queda mucho espacio y tiempo para inventar las reseñas positivas y negativas (nunca neutrales, no escribo libros tibios) que podría recibir. Reseñas, portadas con mis propias ilustraciones (tengo múltiples talentos) y opiniones, tantas opiniones. Digamos que podría dar cursos enteros sobre los libros que no he escrito: libros de cuentos, ensayos y novelas. Libros cómicos y devastadores. Libros con un diseño editorial encantador para ser exhibidos en una sala llena de otros libros guapos.

Solo escribo listas: posibles títulos, títulos que funcionan como contenedores maravillosos, sin llenarlos con nada. Con los títulos basta. Con la idea de ser una Escritora. Obviamente hay prioridades y jerarquías en la lista de los libros que no he escrito: a algunos les dedico más pensamientos, a algunos les dedico más ideas y detalles relacionados con la trama, pero eso no pasa mucho. Hay cosas más importantes, como la fantasía de la presentación del libro en diferentes ciudades, las personas que irán, las preguntas que me harán y cómo estaré vestida ese día.

Pensar en los libros que no he escrito podría ser su propia actividad intelectual importante, pero no pienso en la estructura, en el desarrollo de los personajes ni nada por el estilo. Pienso en los autores que estarían junto a mí, y me molesta la idea de encontrar mis libros junto a los de otra gente de mi edad o peor: escritores menores que yo. Sé que hay gente más joven publicando libros y teniendo éxito y eso me irrita muchísimo. Por eso tengo el hábito de googlear, cada cierto tiempo, a qué edad publicó su primer libro tal autor célebre y muerto ya, para ver si todavía me queda tiempo.

No me gusta admirar a la gente viva.

Lo que envidio de la gente muerta es esto: hay muy pocas fotografías de ellos. Solo tienen dos o tres fotos que se convierten en íconos. Una imagen pública mucho más reducida, fácil de controlar, fácil de idealizar. Yo me he tomado demasiadas fotos en esta vida y no puedo hacer nada al respecto. Están fuera de mi control, he dejado demasiados rastros. Por eso me gusta la idea de la escritura: poder decidir cómo presentarme, cómo justificarme, qué excusas elaboradas ofrecer.

No me gusta la gente viva. Muerta tampoco, no necesariamente. Hay algo placentero en ese estado intermedio: gente dormida, gente inconsciente o gente que está a punto de. Ahora podría empezar a escribir una de mis ideas menos originales para un libro: ¿Cuál sería mi manera particular de matar a una persona? O de abusar de ella. Mis patrones, mis gustos y los detalles que dejaría sueltos en la escena del crimen (en el cuerpo) para que me descubran eventualmente.

Podría, pero no.

No le daría una buena reseña a ese libro. Criticaría su portada poco creativa: minimalista, fondo blanco y algunas gotas de sangre en la esquina inferior derecha. Un título pretencioso: Canícula, el periodo más caluroso del año. Porque la protagonista no tiene un pasado trágico, ningún trauma de la infancia que justifique su comportamiento violento. Solo mata porque tiene calor y el calor la molesta y estar molesta le da ganas de matar gente. Como El extranjero pero sin la profundidad.

Por eso no puedo escribir ningún libro. Porque solo un libro incompleto puede ser bueno. Porque solo puedo considerarme buena sin pruebas, sin la evidencia clara de lo contrario. Incluso esto que escribo ahora está lleno de errores, con sus temas ya explorados sobre el miedo al fracaso y la incompetencia.

Solo puedo escribir sin darme cuenta. Sin notar que lo estoy intentando. Por eso me atraen los cuentos: si escribo un cuento malo puedo decir que se trata de eso. De un mal escritor, un narrador poco confiable que no nota su propia incompetencia. Si termino esto aquí, ahora, todo va a estar bien. Creo que estoy a salvo y puedo librarme. Puedo decir que es ficción y no los verdaderos pensamientos de una escritora insegura. Puedo resguardarme en la mala comedia, en un estilo intencionalmente fallido, en el tono y el ritmo inconsistente como experiencia construida para el lector y otras cosas que pueden protegerme del simple hecho de que a veces la esperanza ingenua que aparece en el texto es mía y no de algún personaje.

La esperanza ingenua es mía.

La esperanza ingenua es mía.

No me burlo de nadie.

La esperanza ingenua es mía.

--

--