Bergil: retrato de un prestanombres

Asier Andrés
6 min readAug 27, 2024

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Al menos un gran bufete de abogados del país provee a sus clientes los servicios de un testaferro. Bergil Yas González es una de esas personas que prestan su identidad a empresarios que quieren ocultar la suya. Bergil es empleado en un siquiátrico a medio tiempo, mensajero de oficio, y sobre el papel, administrador de 158 sociedades.

Francisco Rodríguez / Asier Andrés

(Publicado originalmente en el diario elPeriódico en junio de 2012)

El piso está quebrado y encharcado y las grandes lavadoras industriales truenan en un viejo pabellón del hospital siquiátrico Federico Mora, en la zona 18. Bergil Yas González tiene la categoría de trabajar operativo II y cambio de Q2,200 mensuales, pasa la mañana aquí, vaciando y llenando lavadoras con la ropa de cama de los pacientes. Vive en la zona 18, tiene 39 años, bigote, una panza que comienza a ser prominente y estudió hasta tercero básico. Su apariencia es la de uno de los muchos mensajeros que recorren la ciudad en moto. Y ese es precisamente el oficio que tuvo hasta hace 6 años, cuando consiguió su plaza en el único hospital de salud mental del país.

Bergil conserva la moto y la utiliza todas las tardes para cruzar de Norte a Sur la ciudad y llegar puntual a la zona 13. Allí comienza su otra vida, la que se desarrolla en un bufete de abogados lleno de muebles de diseño y decoración feng shui, en el que hombres y mujeres de traje negro le hacen firmar documentos y más documentos.

Sobre el papel, Bergil Yas González pareciera ser uno de los ejecutivos más atareados e importantes del país. No muchas personas pueden decir que administran 158 sociedades anónimas; que han incursionado en negocios tan diversos como la minería, la generación de energía, la maquila textil o la aviación, y que suscriben contratos millonarios con el Estado. Pero Bergil sí, y no le da mucha importancia. No es algo que ni siquiera consideraría mencionar a sus compañeros en el Federico Mora durante la hora del café, mientras miran vagar los pacientes por los jardines del hospital. Pero si un día se decidiera a hablar, podría mencionar que, por ejemplo, dos de las empresas que administra le vendieron al propio Ministerio de Salud insumos sanitarios por más de Q7 millones solamente en 2012.

En uno de los países en el que, probablemente, más vidrios de vehículo se polarizan en el mundo, Bergil cumple una función equivalente: es el polarizado que requieren las sociedades anónimas para circular por el mercado, para “distribuir el riesgo”, según la jerga empresarial. Un día de hace aproximadamente ocho años, uno de las personas de traje oscuro para las que le trabajaba como mensajero, le propuso un trato a Bergil: a partir de entonces, prestaría su identidad a quién sus jefes determinaran. Desde entonces, el mensajero es un testaferro, un prestanombres, o como los abogados del bufete Díaz Duran & Asociados –sus jefes- prefieren denominarlo: una persona interpuesta.

Riesgos y sociedades.

“De hace unos cinco años para acá, cuando mis clientes quieren formar una sociedad nadie quiere asumir la responsabilidad de ser el representante legal; se pelean por no serlo”, asegura un abogado de firma especializada en derecho mercantil que pidió anonimato.

De acuerdo con el Código de Comercio, las sociedades anónimas pueden elegir entre dos formas para gobernarse: o designar un Consejo de Administración o nombrar a un administrador único. En ambos casos, las personas seleccionadas asumirán la representación legal de la empresa y responderán por todo lo que haga la sociedad. Los socios solamente son responsables del capital que aportaron, sin embargo, sobre el administrador único o el presidente del Consejo de Administración, recae toda la culpa de manera personal. Si la empresa quiebra o evade impuestos, los socios perderán su dinero, sin embargo, el administrador será quien sea juzgado.

Por eso los socios rehuyen esa responsabilidad, y por eso mismo, Bergil Yas es tan útil; su identidad tienen un valor que bufetes como Díaz Durán venden en el mercado a los clientes que lo necesiten. Con ello, los empresarios interesados evaden responsabilidad legales: será a Bergil a quien la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) persiga. También resguardan su identidad por motivos de seguridad: será Bergil quien sufra las extorsiones o a quien se le robe la identidad. O por motivos menos legítimos: para evadir prohibiciones como las que tienen los funcionarios para proveer al Estado.

Contar con un testaferro también tiene ventajas colaterales como alejar a la prensa de asuntos sensibles. En febrero de 2010, elPeriódico se interesó por el contrato que suscribió la Portuaria Quetzal con una sociedad llamada Desarrollos Circe que realiza la inspecciones con Rayos X de los contenedores que llegan al puerto –una exigencia de Estados Unidos para combatir el narcotráfico. La sede de la empresa estaba en las oficinas de Díaz Durán & Asociados. El administrador único era un hombre llamado Bergil Yas. A la periodista que acudió a buscarlo se le informó que Bergil estaba ocupado en un viaje de negocios por el extranjero.

Ley y Ética

La figura del testaferro no existe oficialmente en la legislación guatemalteca y por ello no es perseguible en sí misma. El paquete de reformas legales conocido como Ley Antievasión II, aprobado en el Congreso en febrero de este año introdujo una primera regulación.

En su Artículo 31, la Ley Antievasión creó la figura de la “simulación fiscal”, destinada, básicamente, a facultar a la SAT a que persiga a las empresas que finjan transacciones para pagar menor impuestos. Sin embargo, el Artículo 31 también prevé otro supuesto: que el fisco podrá “formular los ajustes que se correspondan” contra las empresas que “transmitan derechos a personas interpuestas para mantener desconocidas a las verdaderamente interesadas”.

Sin embargo, el Colegio de Abogados y Notarios (CANG) impugnó ante la Corte de Constitucionalidad (CC) el Artículo 31, y la CC declaró con lugar el recurso. Desde el 25 de mayo, por tanto, no está en vigor. “Había ciertos aspectos que no hacían viable la armonía entre este artículo y la Constitución. Daba demasiada discrecionalidad a la SAT”, se limitó a explicar Fredy Cabrera, presidente del CANG.

Ante el vacío legal, la utilización de prestanombres es un aspecto sujeto a la ética profesional de los abogados. Aunque, más bien, según pudo comprobar elPeriódico al sondear al gremio, no representa un gran dilema ético para la mayoría de profesionales. Es simplemente un servicio especializado que prestan los bufetes que aspiran a proveer una atención integral a sus clientes. Díaz Durán, por ejemplo, es conocida en el gremio por ofrecer tanto “estructuras legales”; es decir, sociedades para ser utilizadas de inmediato, como sociedades offshore en Panamá a través de su alianza con el bufete Mossack & Fonseca, especializado ese tipo de servicios.

‘elPeriódico entrevistó a Juan José Morales, abogado asociado en Díaz Durán. Se le preguntó su opinión sobre la posibilidad de colocar como administrador único de una sociedad a una persona que realmente no ejerza sus funciones, que solo firme documentos y se limite a seguir las instrucciones de los socios o de un abogado.

- “Una sociedad en la que una persona acepta tener la responsabilidad pero no las facultades es un sociedad de mentira. Habría que declarar interdicta a la persona que acepte unas condiciones así. Si en los estatutos de la sociedad se le quitan las funciones al administrador y le dan a los socios, el Registro Mercantil debería intervenir”, respondió Morales.

- ¿Y si no es explicito, si solamente se nombra a una persona que no sabe muy bien que está haciendo y se le paga bien?

- Utilizar a una persona interpuesta, tiene sus riesgos, se pierde el control de la sociedad. Para ser administrador único habría que exigir quinto grado de bachillerato o al menos una persona que sepa dónde está parada.

Después se le informó que su bufete coloca a al menos uno de sus mensajeros como administrador en sociedades de sus clientes. Morales, entonces, argumentó que en casos de personas que están en el extranjero, se “puede pensar en ofrecer un servicio de estructura legal” y “domicialización de “identidad”; es decir, crearles una sociedad y ofrecer la sede del bufete como sede.

Pese a la desconfianza expresada por Morales, Bergil asegura que nunca se le pasado por la cabeza hacer otra cosa que no sea lo que le piden los abogados. “Ellos me explicaron los riesgos y nunca ha habido mayor problema, ellos me acompañan si hay que hacer una entrevista o ir algún sitio. Gracias a dios, todo está bien”, comentó.

Bergil prefirió no revelar su salario. “Este trabajo tiene sus buenas prestaciones”, se limitó a decir.

- ¿Más o menos cuánto de buenas?

- No tanto

- ¿Más de lo que gana en el hospital?

- Digamos que algo parecido

- ¿Solamente?

- Uno no se hace millonario, esto solo da para vivir más tranquilo.

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Asier Andrés

Periodista de Investigación, me gusta pensar. España/Centroamérica. Puedes escribirme a aandresgt@gmail.com