Marx y Engels

Adolfo Castilla
9 min readJul 12, 2018

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Si hay alguien a destacar entre los autores radicales del siglo XIX que criticaron la situación de pobreza y desigualdad dominante, son Karl Marx y Friedrich Engels, a los que ya se ha hecho referencia en posts anteriores. Se recogen en el presente algunos elementos de sus obras, tanto como escritores como activistas sociales y políticos. Sus vidas y sus ideas son temas muy conocidos que nos han acompañado desde siempre y nos acompañan, a una gran parte de la población mundial. El marxismo es, por muchos motivos y para muchas personas, como una segunda capa de pensamiento e ideas. Para algunos, por cierto, la primera y única, ya que ha llegado a ser en nuestro mundo como una religión.

La crítica más radical de estos autores no se refirió solo a las condiciones de vida de los trabajadores y de las gentes menos favorecidas de la época, sino, y muy especialmente, al liberalismo, al individualismo y al capitalismo. Es decir, a la organización y funcionamiento de nuestras sociedades.

Lo que aquí se indica es solo un resumen de lo publicado en cientos de obras y recogido, por supuesto, en la Internet actual. No hay nada original aunque tampoco hay nada de “corta y pega”. Es solo un resumen necesario en nuestro recorrido por la pobreza, desigualdad y condiciones de vida miserables de muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia

Marx como padre de la Sociología

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Friedrich Engels

Marx fue un gran pensador dedicado a interpretar la historia en cuanto a la vida de las personas y a la forma de organizarse en sociedad, así como del funcionamiento de la producción y las relaciones creadas por los sistemas productivos. Estudioso también del capitalismo surgido con fuerza en su época, sistema del que fue un crítico profundo y a cuya eliminación se dedicó con vehemencia en su dimensión de activista social y político. Fue enemigo, como muchos radicales de la época, del liberalismo, del individualismo y del mecanismo de mercado. Uno se pregunta si por convencimiento intelectual o por simple oposición a las aportaciones sobre estos temas de los pensadores británicos anteriores.

Se le considera, por ejemplo, uno de los padres de la Sociología, junto a Auguste Comte (1798–1857), Max Weber (1864–1920) o Émile Durkheim (1858–1917). Algunos lo incluyen también en la lista de grandes economistas, superior incluso a Adam Smith (1723–1790). Y fue también, por supuesto, un gran filósofo, seguidor de G.W.F Hegel (1770–1831), amigo y colaborador en su época de estudiante en Bonn y, sobre todo en Berlín, de Ludwig Feuerbach (1804–1872), Bruno Bauer (1809–1872) y Max Stirner (1806–1856). Formó parte de los “jóvenes hegelianos” a los que muchos de ellos pertenecían en una época en la que todo el mundo en Europa leía y estudiaba a Hegel.

Marx, un hegeliano de izquierdas

Algunos, como el propio Marx, con sentido crítico, especialmente en cuanto a las dimensiones metafísicas del pensamiento de Hegel, aunque admirando y utilizando su método dialéctico para interpretar la política, la sociedad y la religión. Uno de sus términos más queridos fue el de “materialismo dialéctico”, aunque por criticar, criticó al materialismo mismo, por considerarlo contemplativo e ineficaz; al idealismo, por ser abstracto y conceptual; y a la filosofía en general por sacarnos del mundo real y llevarnos al mundo de la abstracción y del espíritu. Estas últimas críticas las hizo en sus breves notas conocidas como las Tesis sobre Feuerbach.

Ideas similares se desarrollan en su libro de 1947, La miseria de la filosofía, escrito como respuesta a la obra del filósofo, político y revolucionario francés Pierre-Joseph Proudhon (1809–1865), La filosofía de la miseria, de 1843. Expone en ella una vez más su opinión sobre la inutilidad de los filósofos que solo se dedican a estudiar el mundo en vez de a transformarlo.

Marx y Engels en los años en que coincidieron en Berlín eran jóvenes radicales, críticos con la sociedad de su tiempo, partidarios de las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa, enemigos del absolutismo monárquico y del feudalismo europeo anterior y fuertemente enfrentados al autoritarismo impuesto por Prusia en los diversos estados alemanes. Fueron los años anteriores a la unificación alemana con la creación en 1871 del Imperio Alemán, en los que Prusia ejercía una hegemonía sobre los diversos reinos y estados alemanes. Eran además en términos intelectuales dependientes del pensamiento alemán de Kant, Hegel, Schelling y otros filósofos creadores del idealismo alemán y del romanticismo, es decir, partidarios de la existencia independiente de las ideas y de su primacía a la hora de explicar nuestro mundo. Es lo que se ha llamado “filosofía continental”, radicalmente distinta del empirismo anglosajón.

Marxismo, socialismo y socialdemocracia

Los dos, Marx y Engels, eran alemanes que vivieron en Inglaterra y conocieron el empirismo inglés y el liberalismo, y leyeron, como es lógico, a Smith y a Ricardo. Sin duda estaban familiarizados con socialistas y reformadores como Owen y quizás también con alguien como Gerrard Winstanley (1609–1676) reformador protestante y activista político en la época de Cromwell, representante del comunitarismo cristiano y uno de los fundadores del movimiento conocido como True Levellers (o Igualitarios Auténticos).

Marx vivió también en Paris a donde se trasladó en 1843, y en Bruselas, donde estuvo exiliado desde 1845 hasta 1849, y conoció a fondo, la revoluciones de 1830 y las de 1848 y 1849. Más adelante, ya viviendo en Londres, fue testigo a distancia del golpe de estado de Luis Napoleón Bonaparte de 1951, sobre el que escribió El 18 de brumario de Luis Bonaparte (1852) y de la Comuna de París de 1971. Y, en general, de todos los movimientos revolucionarios de la época y de las obras de sus mentores.

Estuvieron los dos, Marx y Engels, muy relacionados con los grandes movimientos de creación de partidos comunistas, socialistas y socialdemócratas, aunque en muchos casos no los dejaran participar por sus extremismos. Eso es lo que ocurrió en el Congreso de Gotha en el que se fusionaron la Asociación General de Trabajadores de Alemania inspirada por Ferdinand Lasalle (1825–1864) y el marxista Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania, para dar nacimiento a un nuevo partido, el Partido Socialista Obrero de Alemania que en 1891 adoptaría el nombre de Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). Marx no estaba de acuerdo con lo que se trataba de hacer y escribió en 1975 una obra clave, Critica del Programa de Gotha, no publicada hasta 1891.

Activismo social y político

Marx fue siempre un activista, además de un pensador, y ya en Bruselas estuvo relacionado con otros revolucionarios de toda Europa, entre los que estaban el propio Engels y personajes tan destacados como Moses Hess (1912–1875), que había sido su profesor en sus primeros años en Colonia. Allí se relacionó mucho más con Engels al que había conocido en Colonia en 1842 y con el que había hecho amistad en París en 1844. En los tres años que vivió en Bélgica recibió la visita continuada de este gran colaborador, y viajó con él a Manchester en aquellos años. Escribieron conjuntamente obras como, La ideología alemana, no publicada hasta bastante tiempo después de la muerte de Marx, La miseria de la filosofía, publicada en 1847, La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845) y, sobre todo, el Manifiesto del Partido Comunista, publicado a primeros de 1848.

Ambos formaron parte del grupo de revolucionarios, Liga de los Justos, que procedía del anterior, Liga de los Proscritos, fundado por revolucionarios alemanes exiliados, y que pronto se transformó en la Liga de los Comunistas.

En 1949, después de estar de nuevo en Alemania y fundar su propio periódico, La Nueva Gaceta Renana, Marx emigró definitivamente a Inglaterra con su familia en ese mismo año. Fue en Inglaterra donde se relacionó estrechamente con Engels con el que además de escribir y publicar desarrolló una impresionante actividad revolucionaria participando en la creación de las llamadas, Primera Internacional, de 1864 (o Asociación Internacional de Trabajadores) y Segunda Internacional, de 1889, de las que Engels fue dirigente. Estas asociaciones resultaron fundamentales para el desarrollo en todo el mundo de los movimientos socialistas, comunistas y sindicales

Las contribuciones de Engels

Engels que era hijo de un rico propietario alemán establecido en Manchester y que, aunque trabajó durante años en la fábrica de la familia, se separó de la burguesía y se decantó por los movimientos socialistas locales, interesándose por los partidarios de Owen y por los cartistas (germen del sindicalismo del que nos ocuparemos más adelante). Se ocupó en parte de los negocios de la familia pero su verdadera vocación fue la de filósofo, sociólogo, periodista y activista político.

Conoció la vida miserable de los obreros de Manchester, la avaricia de la burguesía británica, la explotación de los obreros y la alienación ejercida sobre ellos por el sistema capitalista de propiedad privada de la época. Su libro, ya mencionado, La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), al que es probable que contribuyera Karl Marx con alguna aportación, describía perfectamente la dura situación de los trabajadores bajo el capitalismo manchesteriano.

Ayudó siempre financieramente a Marx y le animó a la escritura de su gran obra, El Capital, cuyo primer volumen fue publicado en 1867. Tras la muerte del amigo se ocupó de la edición de los volúmenes segundo y tercero y organizó las notas que Marx había dejado para el cuarto, especialmente relacionadas con la “teoría de las plusvalías”.

Las interpretaciones de estos dos autores sobre la sociedad y la historia no son empíricas, sin embargo, a pesar de considerarlas ellos mismos, Marx y Engels, como científicas. Se ocuparon por cierto de distinguir lo que ellos proponían, a lo que llamaron “socialismo científico”, de lo que habían propuesto otros como Owen, Saint-Simon, Charles Fourier (1772–1837) o Étienne Cabet (1778–1856), a lo que llamaron “socialismo utópico”.

La realidad hoy

Aunque la obra de Marx y Engels puede estar justificada por la miseria que veían a su alrededor y por la que habían descubierto con sus estudios a lo largo de la historia, es verdad que ellos no se dedicaron demasiado a arreglarla. Se concentraron mucho más en crear la conciencia de clase de los trabajadores, en motivarlos y en desarrollar en ellos, no un espíritu de defensa de sus intereses y derechos, que hubiera sido correcto, sino un fuerte ambiente de enfrentamiento, oposición y destrucción del sistema existente.

Pusieron más interés en criticar al capitalismo y en hacerlo desaparecer, creando una confrontación en el mundo que ha sido causa de grandes problemas, revoluciones, luchas y muerte de millones de personas. No quiere decir, por supuesto, que el capitalismo no haya tenido las mismas o similares consecuencias, pero introducir en nuestro mundo el enfrentamiento perenne, la lucha de clases, la dictadura como gobierno y la solución de hacer desaparecer unos sistemas de gobierno y sustituirlos por otros, es desconcertante desde un punto de vista humano.

Por no hablar del camino obligado de la Revolución y de las muertes, por definición, que tal fenómeno exige. Muertes, incluso de familiares y amigos, como dijeron y practicaron personajes como Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot y tantos otros. Y como tantas veces oímos que eran necesarias en el siglo pasado cuando algunos con preocupaciones sociales entramos en contacto con ciertos grupos de intelectuales de la época. Grupos que vuelven a surgir hoy, como recientemente hemos comprobado en actos tan normales como la presentación de un libro. Hemos oído solo hace unos días que la Revolución sigue siendo necesaria en este país y que en ella son imprescindibles las muertes de algunos. Así como suena.

Querer destruir además un mecanismo tan autónomo y natural como el mecanismo de mercado es como querer impedir que los ríos vayan al mar o las manzanas caigan del árbol a la tierra. No distinguir entre mecanismo de mercado y capitalismo es también un grave error y lo mismo se puede decir sobre el odio a la libertad personal y al individualismo, así como la oposición absoluta a la propiedad privada.

Pocas dudas hay hoy sobre la conveniencia de la propiedad privada del patrimonio y de todo lo que se pueda conseguir con esfuerzo, inteligencia y dedicación, aunque las excesivas diferencias en ello puedan resultar muy negativas. Y en cuanto a la propiedad privada de los medios de producción tampoco hay dudas, sobre todo cuando se comprueba que tal propiedad no existe hoy como existía en el siglo XIX. Vivimos de hecho en economías mixtas y en sociedades del bienestar en donde el capital tiene que negociar con el trabajo, en donde la explotación en sí no existe (salvo en casos puntuales y ocasiones como la vivida recientemente tras la última crisis y que consideramos transitorias), en donde el empresario está obligado a pagar una parte importante de la seguridad social de los trabajadores y en donde el 30 % de los beneficios de las empresas va a Hacienda, supuestamente para pagar la “sociedad del bienestar”.

Originally published at Economía y Futuro.

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Adolfo Castilla

Catedrático de #Economía, pionero de la #Prospectiva y la #Cognotecnologia, y un divulgador apasionado de la #ciencia, la #tecnología y el futuro del ser humano