¿Enfermos de amor?

Susana Aguilo
5 min readJul 7, 2024

--

“El amor es el tipo de enfermedad que no perdona a los inteligentes ni a los tontos” dijo don Albert Camus; y tenía razón.

Pero para las personas que transitaron el siglo XII, la cuestión resultó más complicada ya que pensadores y médicos de aquel momento, decidieron agregar el enamoramiento a la lista de enfermedades fundamentadas en la Teoría Humoral, aplicada por Hipócrates.

Si usted había flechado con alguna dama, era conveniente consultar con el galeno más cercano.

Veamos primero, qué plantea dicha teoría que por cierto, llevaba mucho tiempo dando vueltas por el mundo conocido. El cuerpo humano, contenedor de cuatro fluidos o humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra, conservaría su estado saludable si estos componentes se mantenían equilibrados. Caso contrario, enfermedad y dolor, se harían presentes.

En el siglo XI, el médico y monje benedictino cartaginés, Constantino el Africano había traducido entre otros, un tratado sobre la melancolía en el cual se sostenía la existencia de una nexo entre el exceso de bilis negra y el mal de amor. De acuerdo a ese postulado, este trastorno afectaba al cerebro provocando pensamientos catastróficos en quien se enamoraba.

Así también pensaba el médico occitano Bernardo De Gourdon. Un conocido profesor de medicina en la Universidad de Montpellier y prolífico escritor terapéutico, el cual auguraba que un hombre enamorado, iba a obsesionarse de seguro con imágenes de su amada las cuales reposarían en su memoria. Pero lejos de causarle descanso, se reproducirían en su cerebro aumentando la temperatura corporal, el flujo sanguíneo y su apetito sexual. Y agregó que si no se sometía el individuo a terapias urgentes, podía encontrar una muerte temprana. Explosivas declaraciones podríamos decir pero a no desesperar, que el buen doctor en su libro Lilium Medicinae nos da los síntomas y asegura que existe la cura. Insomnio, piel amarillenta, falta de apetito, son los primeros síntomas, que luego pueden agravarse si el pretendiente padece profunda tristeza por la lejanía de la amada o aun peor, por ser un amor no correspondido.

Dejando por un momento de lado los malos vaticinios, es necesario recordar que el amor en la Edad Media, era concebido como un sentimiento peligroso que llevaba a las personas a incumplir sus deberes y sus responsabilidades. Una cuestión que ninguna autoridad iba a permitir, ya que la estabilidad y el orden social eran prioridad innegociable.

Así que los afectados por la enfermedad del amor, podían someterse a las terapias recomendables o bien, sufrir consecuencias varias.

He aquí algunas sugerencias para lograr la cura: prohibido el vino, los lácteos, las carnes rojas y las legumbres. Alimentos que los expertos sostenían que aceleraban la circulación de la sangre y el deseo sexual. De manera que de las bebidas espirituosas y las sabrosas carnes, debían pasar a beber agua o vinagre, para acompañar carne blanca o pescado.

A la dieta alimenticia era imprescindible agregar una rutina de ejercicios, aplicar una plancha de hierro frío en los riñones (se creía que en estos órganos estaba escondido el deseo sexual) y como frutilla del postre, baños de agua fría varias veces al día.

Si el sujeto enfermo sobrevivía a una pulmonía y no caía en las garras de la pasión, podemos decir que el tratamiento había sido exitoso.

Si bien hubo otros escritores de obras fundamentales para la medicina de la Edad Media, vamos a detener un momento la mirada en Andreas Capellanus.

Algunas fuentes ubican a Andrés el Capellán, escribiendo el libro De Amore (“Sobre el amor”), a pedido de María de Francia, hija del rey Luis VII de Francia, también llamado Luis el joven.

Su obra es un tratado científico y práctico y está compuesto por tres libros. En el primero, encontramos la etimología y la definición del amor escrito a nivel académico. El autor despliega ejemplos de diálogos entre integrantes de la burguesía, hasta la realeza. El segundo es una especie de muestrario de cómo debería aumentar una relación romántica y por supuesto, como conservarla. Y para finalizar, en el tercer ejemplar, exhibe un listado de todas las mujeres peligrosas que los varones deberían evitar. Versiones de Eva amplificadas que más que enamorar, espantan a primera vista. Codiciosas, lloronas, débiles mentales, glotonas, infieles, envidiosas hasta de sus hijas, traidoras, superficiales y…Le faltó alertarlos sobre las viudas negras.

Ciertos eruditos sostienen que con su tercer libro aunque el más breve, parece refutar lo anteriormente escrito pero no vamos a enfocarnos en ello hoy.

De cierta forma, dicen los historiadores que De Amore fue tomado y cumplido al pie de la letra por algunas personas. El ““amor cortés”, cautivaba sin duda pero tiempo después voces de expertos expusieron de manera cabal y escrita, que el sacedorte hizo de este libro una sátira, acerca de cuán materialistas y superficiales eran los integrantes de la nobleza.

Para Andrés el Capellán, existían distintas clases de amor y lo clasificó en amor verdadero entre personas del mismo nivel social; amor vulgar o carnal; el amor imposible y el amor deshonesto.

Dato a compartir, es que esta codificación atañía solo a los cortesanos. El autor consideraba a los campesinos como demasiado ignorantes e incapaces de afrontar las pasiones carnales y vencerlas.

Sostiene en su libro que un trabajador jamás podría aspirar a practicar el “amor cortés”, debido a sus hábitos, conducta inadecuada y su falta de educación. Cuestiona además que si dicho individuo está distraído porque está enamorado, no cumplirá con sus tareas como corresponde. Vous avez compris?

Y si de las campesinas se trata, la cosa se pone aun peor. Si un caballero sentía algo por una joven del campesinado no debía andarse con rodeos, ya que de acuerdo al escritor, ellas no tenían ni idea de lo que era el amor verdadero. Las consideraba criaturas básicas, brutas y muy pasionales.

Un encanto de persona.

Para su descargo, luego se desdijo de ciertas aseveraciones pero no puntualmente de estas últimas.

A veces contradictorio y polémico, el amor posee su misterio. De otra forma, filósofos y pensadores no continuarían analizando sus facetas; en especial, la que a la pasión se refiere.

A través de la historia, el concepto de amor vincular fue cambiando, aunque siempre ligado a los contextos socioculturales del momento.

En la actualidad, la evidencia científica nos muestra que 12 zonas del cerebro, están involucradas cuando nos enamoramos. Mirar a la persona que amamos o pensar en quien nos atrae, provoca una liberación de neurotransmisores en nuestro cerebro.

Desde la bioquímica, recogemos esta explicación: enamorarse por primera vez activa la secreción de feniletilamina, una anfetamina que estimula la secreción de dopamina, sustancia que genera placer, alegría. Con la feniletilamina se exuda también la norepinefrina, que disminuye el apetito y genera euforia, y oxitocina, que actúa como mensajero químico del deseo sexual e incentiva los neurotransmisores que originan el enamoramiento. Aparece entonces la adrenalina recorriendo el torrente sanguíneo, acelerando el ritmo cardíaco, luego los nervios y las conocidas mariposas en el estómago.

Todo muy bonito pero ¡ojo con la obsesión! No olviden que en medio del proceso antes enunciado, se desactivan zonas del cerebro como por ejemplo, el córtex prefrontal que tiene que ver con nuestra parte lógica y de razonamiento.

Hablamos de amor verdadero, no de emociones que son tóxicas y generan codependencia. El amor verdadero se manifiesta de manera intensa y nunca enferma; todo lo contrario.

Así que estimado lector, si padece insomnio o disminuyó su apetito, puede ser enamoramiento pero en caso de que su piel luzca amarillenta, descarte las teorías de los genios del siglo XII porque lo que usted tiene, se llama ictericia.

Consultez votre médecin

--

--

Susana Aguilo

Guionista, Escritora, Profesora, Escritora fantasma. Relatos y artículos. Stories and articles.