Columna
El año en el que las series españolas dejaron de ser series españolas
Con que 2019 sea como 2018 nos conformamos
2018 ha sido un año televisivamente raro. Aunque cuál no lo es. Un año bueno y bonito (barato no). Listas y rankings aparte, está claro que el que termina ha sido en España el año de Fariña, de Arde Madrid, de Mira lo que has hecho y de La casa de papel. También ha sido en el año en el que La Peste, cuya segunda temporada está ahora mismo grabándose, ya no es “la gran apuesta de Movistar”, sino su primer puñetazo en la mesa de la producción de series.
La serie de Alberto Rodríguez, demasiado faraónica para lo que realmente cuenta, por un lado ha servido para establecer, si bien de manera un poco aturullada, lo que es una serie de pago y, por otro, ha vuelto a poner en evidencia a TVE abordando una historia (perdón: una Historia) que la cadena pública no termina de ver como parcela natural para su ficción.
Sin embargo fueron Berto Romero, Anna R. Costa y Paco León los que realmente le dieron valor al término “premium” asociado a producción de series en España. Sus Mira lo que has hecho y Arde Madrid sí que aportaron lo que a la televisión de pago se le debe pedir: riesgo, apuesta, diferencia. Contó León en el segundo Fuera de Series Live que mientras le daban forma a Arde Madrid huían de lo que la televisión española ya ofrecía. “Si le pones un cigarro al niño de diez, años, ahí [Arde Madrid] se te separa de Amar en tiempos revueltos”, ironizaba el creador.
En 2018, las series españolas se han separado maravillosamente de las series españolas. La casa de papel, revendida por Netflix, se ha alejado de los complejos; Fariña, del miedo al espectador garrulo e infiel (ver: señora de Cuenca) y Arde Madrid, de todo. Si, en 2019, La Peste se separa de La Peste, ustedes ya me entienden, será también un buen año. Lo que sí está claro es que va a ser un año complicado. Aunque cuál no lo es.
