Sobre la caducidad del hambre

Alberto Hernández Granados
3 min readMay 13, 2024

Creo que… Mucho yo y no es yo-lo-que-hago, ni yo-lo-que-recuerdo, sino yo-lo-que-leo, no por presumido, sino por exposición. En dado caso, debería ser yo-lo-que-consumo o lo-que-me-consume. Comer palabras, masticar diálogos, devorar libros. Siempre un acto de depredación o de predicción, anticiparse a una presa o a un diálogo. Moler piedras, rumiar palabras, masticar frases. Hay frases que no tolero, ¿a ti sí te cabe? Intolerancia discursiva, las estrellas son piedras con una sintaxis grave, el orden sucesivo de piedras parcas sobre piedras brillantes; Vía Láctea, intolerante a la lactosa, piedra negra sobre piedra blanca. No estás entendiendo. Sentarse a la mesa tiene un costo. Cuéntame qué sabes de ti. ¿En dónde te sentaste? Comerse al otro. Comer un cuerpo. Acto de eucaristía. Alabado sea el señor. La mordida. Amanecí con el cuerpo lleno de otras. Varias señas de varios dientes. La huella de una muela en la piel. El hambre. Darse a los otros. Morder la manzana, su corazón, un durazno. Emoji de durazno. No hay emojis para la mordida. En lugar de decirme te amo, di que se chinguen los putos puercos. ¿Cómo se llaman sus gritos cuando los matan? Sí hay emojis para los policías. Una vez una amiga vio un documental, a la mañana siguiente quería vomitar el sándwich, porque le recordaba a esos gritos. Nadie ha escuchado a una sirena. Odiseo se tapó los oídos para intentar escucharlas. Los polis las usan para ocular los gritos. Me pidieron mordida, seguro andaban buscándose la cena.

Luis Edigio Melendez — Bodegón con jamón y huevos

Estoy sentado en el auditorio municipal. Hay ruido. Mucho ruido. Varias mesas alrededor de la casada. Mis padres hablan. Extiende el brazo. Me arden los puños. Me quemó con el cigarro. ¿Quién se queda con el centro de la mesa? Un salario. ¿Cuánto vales? Un millón de calorías para cubrir a todos los comensales. La dote. Una vaca. Un chivo. ¿Cuánto vales? Una torta de frijoles, una olla exprés a punto de explotar, un saco de sal para preservar la carne. No tengo miedo de morir, pero sí de que se mueran los que quiero. ¿Cuánto vales? La sal suficiente para preservar lo que amo. ¿Has visto Chungking Express? La primera vez que nos besamos, una lata de piñas en conserva; la primera vez que mordiste, una lata de cerveza; la primera vez que me mandaste la chingada, una lata puros pinches chiles.

Chungking Express — Wong Kar-Wai

¿A dónde va lo que partimos para tragarnos el orgullo? Cómete un bolillo para que se te pase el susto. La forma en que agarras los tacos, se parece a la forma en que me tomas de la mano. Los sonidos que haces cuando comes. Te molesta cuando alguien habla con la boca llena. La huella de lo que mordemos. Tienes hambre vieja. Todas las veces que nuestra madre nos hizo de comer. Todas la veces que le aventamos comida a un perro de la calle. Todas las formas de estar satisfecho. ¿No quiero estar feliz? Solo satisfecho. Un cuchillo sobre el estómago. Al filo del hambre. Una relámpago de cicatrices, por todas la veces que no teníamos para comer. Nos acercábamos a las migajas que dejaba mi abuela. Hansel y Gretel. Una cabaña con pata de gallina. La primera vez que vimos cómo le torcían el pescuezo a las gallinas, las desplumaban, las deshacían para meterlas a la olla hirviendo. Tuércele el cuello al cisne. Viva el mole de Guajolote. Y una gallina ciega y muerta corriendo en medio del cerro. Te dije que no la mataste bien, yo escuché que le tronó. La sangre. Las libaciones de la leche. Ofrecerle bebida dulce a un muerto. Escupirle tequila a la Santa Muerte. Ponerte a pistear hasta acabar pedísimo a lado de las tumbas. Porque soy sangre de su sangre, carne de su carne… lo-que-me-consume

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Alberto Hernández Granados
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(Real de Asientos, Aguascalientes, México, 1996).