¿Debemos escribir como hablamos?
La respuesta es depende.
Un saxofón puede sonar duro o suave, pero también tiene otros registros aparte del volumen que no tienen otros instrumentos. Puede emitir, por ejemplo, notas tan íntimas como el arrullo de una madre a un hijo. Y también sonidos fríos y distantes como el diagnóstico de un doctor a un paciente. Escuchen a Stan Getz tocando Insensatez de Antônio Carlos Jobim. Solo la voz humana puede transmitir esa sensación de intimidad.
Así como los instrumentos tienen una variedad de registros, la prosa también los tiene y muchas veces no los identificamos como no lo hacemos con los del saxofón. Hay un registro en el que un polo puede ser el lenguaje vernáculo y el otro el snobismo. Hay uno en el que un extremo es la vulgaridad y el otro el refinamiento (ver Philip Roth). O un registro que oscila entre la oralidad y el lenguaje más estructurado que asociamos con escribir. Estos registros se solapan unos con otros y los límites que los separan son gaseosos. Pero de igual forma es útil saber que están allí y pueden ser aprovechados.
Saul Bellow, por ejemplo, se movía habilidosamente en algunos de estos registros. Podía escribir frases que parecían casi habladas al lado de oraciones acabadas. Fíjense en este extracto de su última novela, Ravelstein:
Ravelstein, dressing to go out, is talking to me, and I go back and forth with him while trying to hear what he is saying. The music is pouring from his hi-fi — the many planes of his bare, bald head go before me in the corridor between his living room and his monumental master bedroom. He stops before his pier-glass — no walls mirrors here — and puts in the heavy gold cufflinks, buttons up the Jermyn Street Kisser & Asser striped shirt — America Trustworthy laundry-and-cleaners deliver his shirts puffed out with tissue paper. He winds up his tie lifting the collar that crackles with starch. He makes a luxurious knot. The unsteady fingers, long, ill-coordinated, nervous to the point of decadence, make a double lap. Ravelstein likes a big tie-knot — after all, he is a large man. The he sits down on the beautifully cured fleeces of his bed and puts on the Poulsen and Skone tan Wellington boots. His left foot is several sizes smaller than the right but there is no limp. He smokes, of course he is always smoking, and tilts the head away from the smoke while he knots and pulls the knot into place.
El “no wall mirrors here” colocado entre guiones; el fraseo en “He is smoking, of course he is always smoking”; la acotación “after all, he is a large man”; el uso innovador de guiones para reflejar mejor los ritmos y quiebres del habla; todo eso ayuda a Bellow a crear la ilusión de oralidad. Y esa informalidad rebaja las barreras de entrada al texto y hace la prosa más accesible.
En ese mismo extracto, sin embargo, encontramos esta oración:
He winds up his tie lifting the collar that crackles with starch.
Léanla en voz alta. Escuchen el ritmo y la sonoridad de esas palabras. Miren como ese “starch” al final sella la oración con una precisión casi matemática. Y miren como Bellow, de un segundo a otro, se mueve de frases casi habladas a oraciones que pareciera haber esculpido durante semanas y que revelan su pasión por Shakespeare, Keats, Wordsworth, Larkin. Bellow aprovecha el amplio rango de este y otros registros. Con estos desplazamientos busca simultáneamente accesibilidad y sofisticación.
Sigamos con ese mismo extracto:
The cast and the orchestra are pouring out the Italian Maiden in Algiers. This is dressing music, accessory or mood music, but Ravelstein takes a Nietzschean view, favorable to comedy and bandstands. Better Bizet and Carmen than Wagner and the Ring. He likes the volume of his powerful set turned up to the maximum. The ringing phone is left to the answering machine. He puts on his $5,000 suit, an Italian wool mixed with silk. He pulls down the coat cuff with his fingertips and polishes the top of his head. And perhaps he relishes so many instruments serenading him, so many musicians in attendance. He corresponds with compact disc companies behind the Iron Curtain. He has helpers going to the post office paying custom duties for him.
Flaubert, otro gran estilista, jamás hubiese aceptado en su prosa esa repetición del “he” al comienzo de las oraciones. He likes the volume…He puts on his $5,000 suit… He pulls down the coat cuff…He corresponds with compact disc companies…He has helpers going to the post. Su oído las hubiese rechazado. Pero no porque era mejor escritor sino porque ignoraba o prefería ignorar las oportunidades de ciertos registros.
A Bellow obviamente esas repeticiones no le parecían chocantes. Para él era más importante aprovechar las ventajas de una prosa más suelta, menos cohibida, sin que ello implicara renunciar al uso sofisticado del lenguaje. Bellow no excluye sino mezcla. Se niega a limitar su movilidad en este registro.
Este dinamismo le ofrecía además una ventaja adicional. Como es evidente en el párrafo de arriba, los narradores de Bellow suelen ser muy cultos. Con una prosa más flaubertiana, esas referencias a Nietzsche, Wagner y Bizet podrían sonar pomposas y con el tiempo volverse insoportables.